Cuando Eiji Aonuma comenzó a trabajar en The Legend of Zelda: Breath of the Wild lo hizo con una idea muy clara en su cabeza: que fuese una revolución para la saga y la industria del videojuego al nivel de lo que supuso Ocarina of Time casi 20 años antes. Esto es algo que muchos habrían dado por imposible, ya que los videojuegos han evolucionado tanto que a veces parece que esté todo inventado, pero en Nintendo no se achantaron y llevaron la serie a nuevas alturas con un título tan único como especial que supo equilibrar con mucho acierto tradición y riesgo, rompiendo por lo sano los cánones establecidos por la serie y por los juegos de mundo abierto. ¿El resultado? Una de las mayores obras maestras de la historia.
El camino del héroe
Una de las apuestas más arriesgadas y que mejor salieron de este título la tenemos en su estructura. Si en entregas anteriores teníamos unas aventuras que seguían cierto orden preestablecido y en las que debíamos adentrarnos en mazmorras para conseguir el objeto de rigor que necesitaríamos posteriormente para progresar en la historia, esta vez el enfoque fue muy diferente, soltándonos al poco de empezar en una gigantesca y devastada Hyrule en la que escribiríamos nuestra propia historia, algo que a muchos nos recordó inevitablemente al primer juego de la saga.
Nuestro objetivo principal era claro: llegar al castillo, derrotar a Ganon y, por consecuencia, salvar a Zelda y al mundo. Si queremos y somos lo suficientemente habilidosos, esto es algo que podemos hacer prácticamente desde el principio, pero para la gran mayoría de jugadores y para una primera partida esta hazaña es prácticamente impensable, ya que Link no es especialmente fuerte ni resistente al inicio, por lo que la premisa no podía ser más sencilla: fortalecernos para la gran batalla final.
Sin embargo, aquí no mejoraríamos a nuestro héroe a través de combates como en un juego de rol tradicional, sino superando pruebas en los 120 santuarios que están escondidos por todo Hyrule, encontrando nuevas armaduras y descubriendo nuevas y poderosas armas. Además, hay ciertos arcos argumentales que, de resolverlos, nos permitirían descubrir más sobre la trama de esta aventura y nos darían otro tipo de ayudas para el enfrentamiento contra Ganon.
Hyrule, la gran protagonista
Con todo esto tenemos un gigantesco mundo que siempre invitaba a explorar y a experimentar con el entorno para descubrir secretos y sorpresas ocultas. A efectos prácticos, Hyrule es la gran protagonista de Breath of the Wild, sintiéndose como un campo de juego y una mazmorra de proporciones mastodónticas en la que debíamos descifrar y encontrar un sinfín de puzles perfectamente integrados con el escenario, ya sea para dar con la entrada de un santuario, hallar un cofre oculto o "desenterrar" cualquier otro tipo de secreto (han pasado dos años y medio desde su lanzamiento y todavía seguimos sorprendiéndonos con las cosas que hay que hacer para encontrar a ciertos kolog).
Esto es algo que tiene el doble de mérito si encima tenemos en cuenta que hablamos de un juego que prescindía de marcadores de misiones, iconos y flechas que nos indicasen nuestro siguiente paso, más allá de un par de ellos para las tramas más importantes y los que van apareciendo una vez hemos hecho el descubrimiento de rigor, un rara avis en una generación en la que nos hemos acostumbrado a que siempre nos lleven de la mano y nos lo den todo bien mascadito. De hecho, esto no hace más que aumentar y potenciar la sensación de estar viviendo una gran aventura.
Para lograr todo esto el equipo de Nintendo también desarrolló un potente sistema de físicas que nos permitía hacer auténticas locuras inimaginables, nos dio la habilidad de escalar casi cualquier pared o montaña que viésemos y nos permitió desplazarnos de un lado a otro usando la utilísima paravela, cambiando casi por completo nuestra forma de desplazarnos por un mundo virtual para hacer de nuestros paseos algo interesante, estimulante y repleto de grandes vivencias y descubrimientos. Por supuesto, este cóctel también abrió las puertas a la creación de ingeniosos puzles con más de una posible solución, dando rienda suelta a nuestra imaginación para encontrar la manera de superar los problemas que se interponían ante nosotros usando las herramientas de las que disponíamos.
Tampoco podemos olvidarnos de otros muchos cambios y novedades que introdujo esta entrega respecto a sus predecesores, como la forma de contar su historia mediante recuerdos que debíamos ordenar como si de un gran puzle se tratara (de hecho, es perfectamente posible llegar a los títulos de crédito sin habernos enterado de nada ni haber visto ni un solo vídeo), la posibilidad de manejar diferentes armas como lanzas o espadones (además, nuestro arsenal tenía una durabilidad limitada), una ambientación sonora muy diferente y hasta la inclusión de un doblaje. Y ojo con su apartado artístico y visual, ya que sigue siendo una de las aventuras más bonitas y bellas que hemos jugado hasta la fecha.
Si bien no se libra de algunas imperfecciones como unos jefes que no están a la altura o cierto reciclaje en las pruebas de algunos santuarios, estas no impiden que siga siendo un juego tan único, especial, gigantesco y revolucionario que debía estar en nuestro repaso por los mejores títulos de esta década que tantas alegrías nos ha dado a los que amamos los videojuegos. Una aventura que reinterpretó todo un género para darle un nuevo sabor y hacerlo suyo. Ahora, con su secuela en desarrollo solo cabe preguntarse, ¿estará a la altura de esta leyenda? ¡Ojalá no tener que esperar demasiado para descubrirlo!
Los juegos de la década
Durante todo el mes de diciembre, cada día, vamos a hablar de unos de los juegos que creemos que han marcado los últimos diez años. Por su calidad, por su influencia, porque han sido un enorme éxito de público o porque han iniciado modas o tendencias que han influido el mundo de los videojuegos, así hasta un total de 31 títulos que hemos seleccionado:
