Análisis de The Legend of Zelda: Breath of the Wild (Switch, Wii U)
Pocas sagas cuentan con más de 30 años de historia y una legión de seguidores tan fiel como The Legend of Zelda. Por ello el excelente The Legend of Zelda: Breath of the Wild va a causar bastante polémica entre muchos aficionados, porque cada jugador tiene unos motivos muy personales por los que le gustan tanto estos juegos, y con esta nueva entrega Nintendo ha tirado abajo todas las convenciones y esquemas que nos venían acompañando desde A Link to the Past (1991) y Ocarina of Time (1998), y nos ofrecen algo completamente nuevo, que irónicamente mira al pasado para reinventarse.
Concretamente a 1986, a la primera entrega de la saga, cuando nos soltaban en un escenario enorme que podíamos recorrer libremente, sin más explicaciones, en el sentido más puro de la aventura, el motivo principal por el que Shigeru Miyamoto ideó este mítico juego. Treinta y un años después Nintendo recupera esta fórmula y actualiza la serie con un ambicioso y divertido juego de mundo abierto, tan grande que resulta abrumador, y en el que disfrutas enormemente recorriendo sus bellos y variados paisajes, descubriendo cada recoveco y secreto.
Aunque con algunas ideas que te pueden recordar a otros exponentes del género de los últimos años, Nintendo ofrece su propia visión de las aventuras en mundo abierto dando al jugador una libertad enorme para que haga lo que quiera, sin llevarlo de la mano, y tratándolo con mucho respeto. Dando por hecho que al otro lado de la pantalla hay una persona con un mínimo de inteligencia y de interés en la propuesta, sin miedo a plantear todo tipo de puzles y acertijos, obligando a pensar al jugador.
Es posible que te quedes desconcertado cuando aceptes las primeras misiones secundarias y descubras que no te dicen exactamente a dónde tienes que ir, no te ponen multitud de puntos y señales en el mapa, y estamos hablando de uno de los mundos más grandes que se han hecho nunca en un videojuego. Tienes que leer atentamente lo que te dice tu interlocutor, interpretar las pistas, y con ellas indagar hasta encontrar el lugar adecuado, algo a lo que no estamos acostumbrados en una superproducción actual, uno de los aspectos que más nos han sorprendido.
El Reino de Hyrule en Breath of the Wild es un gigantesco y divertido patio de recreo, pero también un lugar hostil y muy peligroso, y estamos ante uno de los The Legend of Zelda más difíciles de toda la saga, en el que morir una y otra vez y aprender de tus errores se convierte en una constante. Es un juego que nos ha encantado por muchísimos motivos, y uno de ellos es porque siempre es desafiante y estimulante para el jugador, no teme en ningún momento que te vayas a sentir frustrado, ya que fallar y aprender de tus errores y ocurrencias (o ventoleras) es una parte fundamental de la experiencia.
Vas a tener que cazar y recoger abundantes recursos de los escenarios para curar la salud o combatir el frío; vas a tener que aprender que la noche es más peligrosa que el día, que una tormenta puede acabar con tu vida, y que el menor de los enemigos puede darte para el pelo si te despistas. Piénsatelo antes de cruzar ese río, puede que no tengas la suficiente resistencia y te ahogues a mitad del trayecto; observa bien esa montaña y por donde la encaras, quizás todavía no estés preparado para llegar a la cima; y esa espada tan grande y tan chula que acabas de conseguir, quizás no sea la adecuada para enfrentarte a unos enemigos de movimientos rápidos, y es posible que se te rompa en mitad del combate.
La aventura cuenta con un inicio más o menos clásico en el que guían tus primeros pasos y te dicen qué hacer, pero después te sueltan a tu libre albedrío, y puedes hacer literalmente lo que quieras. Tu objetivo en la historia siempre lo tienes muy claro, y sin entrar en más detalles de la cuenta, diremos que básicamente consiste en hacer que Link mejore y sea lo suficientemente fuerte para enfrentarse a un complicado desafío final.
La manera de hacerlo es cosa tuya, pero pronto aprenderás que conviene aumentar la salud y la resistencia, hacerse con buenas armas y atuendos, y conseguir la inestimable ayuda de algunos aliados, que habitan un Hyrule prácticamente desolado, que palpita tristeza, nostalgia y belleza a partes iguales. El mundo del juego rebosa todo tipo de secretos y tesoros, pero al principio no tienes los ojos adiestrados para verlos, y tendrán que pasar unas horas para que comiences a descubrir todas las posibilidades que te ofrecen los escenarios: lo que antes eran cuatro piedras en mitad del campo, ahora posiblemente lo veas como un potencial puzle.
Breath of the Wild es la aventura total, al emular lo que hacía el primer Zelda hace más de 30 años pero con las ventajas que ofrece la tecnología actual, y todas las virtudes y sorpresas que trae esta nueva fórmula -incesantes durante decenas de horas-, se cobran algún precio, que van a molestar más o menos dependiendo de tus expectativas respecto al juego y de la propia saga.
No esperes las elaboradas e intrincadas mazmorras de anteriores entregas, aunque hay algo muy parecido y bastante ingenioso, pero le falta un pelín de ambición para poder compararse. Tampoco esperes los grandes jefes finales de anteriores juegos, cuyos enfrentamientos eran un ingenioso puzle, aquí no han querido repetir eso, aunque haya algunos enemigos muy desafiantes. Y aunque nunca ha sido el punto fuerte de la saga, Breath of the Wild no cuenta con una gran historia, la que hay es muy sencilla, y es quizás aquí donde vemos uno de sus mayores puntos débiles, en su narrativa.
Porque todo lo que es revolución en lo jugable, una aventura vigente, moderna y rebosante de buenas y frescas ideas, en lo narrativo se siente un tanto anticuado y poco ambicioso, y es una historia que bien podría haber pertenecido por su complejidad a un Zelda de los años 90. Nos parece genial que quieren repetir una vez más la clásica historia de salvar a la princesa y luchar contra el mal que siempre regresa, pero un mundo tan grande y con tanto espacio para incluir personajes e historias interesantes, se siente un poco vacío y desaprovechado narrativamente.
Algo parecido ocurre con las misiones secundarias, muy en la línea de anteriores entregas, aunque mucho más numerosas y enrevesadas, en proporción al tamaño del juego. Consigue un objeto determinado, descubre una localización, y casi siempre consistentes en resolver algún acertijo, pero sin ningún interés por contarnos algo interesante o demasiado elaborado, no esperéis sorpresas en este aspecto.
Es el jugador el que construye su propia historia explorando e interactuando con el mundo, y lo bueno es que cada partida, cada sesión de juego, es una aventura única e irrepetible, con una jugabilidad más orgánica que nunca. Por primera vez los puzles no tienen una única solución, y una gran parte de ellos están basados en un complejo sistema de físicas, que invita a experimentar, lo que es muy divertido. Si te gustan los acertijos, te lo vas a pasar pipa con este juego, los hay por cientos, de todos los gustos y colores.
En general es genial la cantidad de posibilidades jugables que ofrece, a la hora de combatir, de explorar, de resolver puzles, y puede que cuando lleves 15 horas descubras una nueva acción, que podías haber ejecutado desde el primer minuto, pero que desconocías que podías hacer. Luchas contra los enemigos, contra el escenario, contra los elementos, contra tus propios límites, y para salir airoso de todas estas situaciones tienes siempre múltiples posibilidades. Es lo que casi siempre debería ser un sandbox, más allá de un escenario grande o bonito.
Quizás quieras profundizar en su elaborado sistema de combate, aprendiendo a esquivar en el momento adecuado para poder realizar un letal contraataque, saber parar los golpes con el escudo para hacer un parry, o usar adecuadamente cada tipo de arma, muy bien diferenciadas en su comportamiento. Pero a lo mejor no te apetece esto, y prefieres afrontar los campamentos enemigos con sigilo, realizando golpes letales por la espalda, o utilizar el entorno a tu favor, empujando enormes rocas o prendiendo fuego a los barriles explosivos.
Todo esto no suena muy original, ya lo hemos visto en otros juegos, como el hecho tener que recoger recursos y poder cocinar, de tener que luchar contra las temperaturas, o que un mapa sea enorme. Pero todos esos elementos combinados entre sí y con el particular encanto y nivel de excelencia al que nos tiene habituados la saga The Legend of Zelda, hacen que estemos ante un juego muy especial, que partiendo de ideas previas, consigue tener personalidad propia.
Si os paráis a pensar en algunos de los mejores juegos de la historia, lo que diferencia a lo notable o sobresaliente de lo excepcional es la pasión por los pequeños detalles, y en eso Breath of the Wild no te deja de sorprender, por más horas que lleves jugadas. De hecho, después de haber superado las 40 horas, todavía nos seguíamos sorprendiendo con ciertos detalles y posibilidades que desconocíamos, o descubriendo nuevas zonas del mapa.
Es complicado hablar de la duración de este juego, porque no imaginamos un escenario en el que alguien se quiera centrar solo en la historia principal, ver el final, y aparcar el juego en la estantería. Breath of the Wild no está diseñado para eso, y es algo que descubres al poco de empezar, y de hecho si lo juegas de esa manera te podría llegar a parecer un Zelda mediocre.
Es una aventura diseñada para paladear, para jugar sin prisas e ir descubriendo poco a poco los cientos de secretos y curiosidades que esconde. Nosotros decidimos encarar el jefe final cuando llevábamos jugadas unas 35 horas aproximadamente, habiendo resuelto muy pocas secundarias, y una vez superado este trámite descubrimos que había un montón de zonas del mapa que no habíamos pisado todavía, como misteriosos bosques, comercios, templos, pequeños asentamientos y personajes que no conocíamos, que tenían divertidas misiones y retos que ofrecernos. Es un juego inabarcable, que como decíamos al principio del texto puede llegar a ser abrumador si no te lo tomas con calma.
Puedes haber derrotado al enemigo final y no haber visto una gran mayoría de las emotivas cinemáticas que cuentan la historia, ya que tienes que trabajar duro para encontrarlas, o no haber visitado aldeas enteras, y eso que no hay muchas en el juego. Es tan grande y nos dan tanta libertad, que es una aventura peligrosamente dispersa en ocasiones, y sabemos que no va a gustar a muchos jugadores, algunos de ellos los mayores aficionados de la saga.
Pero a nosotros nos gusta que nos sorprendan, que nos descoloquen, que nos saquen de nuestra zona de confort "videojueguil", y Breath of the Wild lo ha conseguido con creces, no hemos podido separarnos de la consola ni un solo minuto en la última semana, es un juego que engancha de una manera bestial si conectas con su propuesta, que insistimos no va a ser del agrado de todos. Si andabas un poco cansado últimamente de los juegos de mundo abierto, aquí vas a tener veinte tazas, con todos los vicios y virtudes del género, y de la propia saga The Legend of Zelda.
Es un juego que nos ha ofrecido tantas horas de goce y diversión, que difícilmente olvidaremos. Hay ciertos detalles que se podrían haber hecho mejor, no es perfecto, y se puede seguir mejorando esta fórmula si la siguen explotando en futuras entregas, pero la capacidad que ha tenido para sorprendernos, para ilusionarnos con cada nuevo descubrimiento, hacía tiempo que no nos pasaba con un juego. Por momentos nos ha devuelto a nuestra infancia en los videojuegos, a cuando no éramos tan cínicos, y nuestra capacidad de sorpresa no estaba tan limitada.
Visualmente precioso, aunque con problemas técnicos
Si su propuesta jugable va a generar cierta controversia, al romper con casi todas las convenciones de la saga en los últimos años, también sus gráficos van a dar que hablar, porque gráficamente tiene fuertes contrastes. Por un lado, tenemos un juego que visualmente es precioso, a veces parece una película de animación interactiva, y el uso artístico que hace de la iluminación es genial, creando imágenes de gran belleza, que parecen un cuadro o una ilustración. Las animaciones tanto de los enemigos como de los animales y del propio Link son realmente buenas, las físicas son muy elaboradas y tienen una gran incidencia en la jugabilidad, y hay detalles muy buenos, como la manera en la que el viento interacciona con el entorno, algo que da mucha vida a todo lo que nos rodea.
Pero en el lado negativo tenemos, además de algunas texturas muy pobres, problemas de rendimiento bastante importantes, que a veces son puntuales e inesperados y no molestan, pero que otras veces se hacen notar más de la cuenta, en los escenarios más recargados, con muchos detalles. Hemos jugado en Switch, y hemos notado que el rendimiento por lo general es mejor en el modo portátil (720p) que en el sobremesa (900p). Zonas con problemas evidentes en la tasa de imágenes por segundo jugando con la consola dentro del dock, al sacarla y activar su modo portátil iban mucho mejor, algo que nos ha sorprendido.
Hay zonas en las que el framerate va perfectamente en todo momento, pero en otras muy recargadas, o por ejemplo cuando llueve, le cuesta mucho mantener los 30fps estables. No son unos problemas que nos hayan impedido disfrutarlo o estropeado la experiencia jugable, pero están ahí y afean el resultado, de un juego que por lo demás es muy bonito. También se le podría achacar que hay zonas del mapa un tanto vacías, fruto de querer hacer un mundo tan exageradamente grande, pero creemos que estos lugares ayudan a incrementar esa sensación de gran escala, de aventura inabarcable, y no nos han molestado. De hecho, se agradece que a diferencia de otros sandbox el mapa del juego no esté repleto de iconos y actividades, como si consideraran que el jugador tiene un déficit de atención, y que seas tú el que tenga que poner estas indicaciones, y que todo se sienta un poco más natural y menos intrusivo que de costumbre.
Para redondear la experiencia tenemos una ambientación sonora magnífica, en la que la naturaleza te habla y pasa a ser un personaje más, y una música atípica para los cánones de la saga, que fuera del juego no funciona demasiado bien, pero que dentro se fusiona perfectamente con los efectos de sonido y la propuesta jugable. Pequeñas notas de piano que van acompañando los pasos de Link, que se ajustan a la hora del día, a la proximidad de los enemigos, y también con momentos musicalmente más tradicionales, como cuando visitas una aldea. Tampoco faltan temas clásicos reinterpretados, y aunque quizás nos vaya a ser considerada una de las mejores bandas sonoras de toda serie (que tiene un listón altísimo), creemos que dentro del juego cumple su función de manera excelente.
El doblaje al castellano, que debuta en la saga, nos ha gustado mucho, es acorde a esa sensación de estar ante una película de animación, aunque hay que dejar claro que las voces suenan en momentos muy esporádicos, cuando aparecen cinemáticas de la historia, y que la gran mayoría de personajes no pronuncian una palabra, solo hay textos.
Una aventura salvajemente divertida
Ha mecido la pena la espera, The Legend of Zelda: Breath of the Wild es uno de los juegos más ambiciosos y sorprendentes de la amplia historia de Nintendo, con el que no han tenido reparos en poner patas arriba una saga tan querida y venerada, lo que ya de por sí es digno de elogio. Desafiante, divertido, bonito, abrumadoramente grande, Nintendo nos ha demostrado que puede haber muchas maneras de interpretar los mundos abiertos, y que queda un camino ilimitado por recorrer en este tipo de juegos. Si te gustan las grandes aventuras, en el sentido más primitivo de la palabra, te lo vas a pasar en grande con Breath of the Wild, un antes y un después en esta gran saga.
Hemos realizado este análisis en su versión de Switch con una copia final que nos ha proporcionado Nintendo.