Elden Ring ya está entre nosotros. La nueva obra maestra de FromSoftware es un nuevo clásico instantáneo del mundo del videojuego, una nueva aventura llena de enemigos imposibles, personajes memorables y anécdotas gamers que compartir en redes sociales y con nuestros amigos y familiares. Hidetaka Miyazaki, el responsable de joyas atemporales de lo lúdico como Dark Souls, Bloodborne o Sekiro: Shadows Die Twice lo ha vuelto a hacer. Sin embargo, para muchos, la dificultad sigue siendo una dura barrera. Pero no hay que temer. Si un manco como yo ha sido capaz de explorar las Tierras Intermedias y reconstruir el Círculo de Elden, hay esperanzas.
Jugando a nuestro ritmo: Elden Ring tiene la seña de identidad de FromSoftware
La primera vez que me sumergí en el mundo de Dark Souls, descubrí que era tan difícil como absorbente. Me costó horrores encontrarle el punto, entender cómo había que afrontar según qué situaciones y de qué manera combatir sin perecer en el intento. Cada monstruo era un desafío, y cada jefe, una pequeña condena. Sufrí mucho, pero el videojuego estaba diseñado para ser así. Fueron varios días de aclimatación, de ensayo y error, y si os soy sincero, a veces era un tanto frustrante.
Y lo abandoné. Pese a las sucesivas secuelas, los nuevos ajustes de la fórmula y los múltiples imitadores, no había adquirido la experiencia suficiente durante este camino lleno de muertes y reintentos, siempre acaba encontrándome con un muro el cual no siempre me veía capacitado para subir o sortear. Era como si no hubiese aprendido la lección. Quizás ese género no estaba hecho para mí.
Y entonces llegó Elden Ring. Elden Ring guarda mucho en común con sus predecesores jugables, pero también ha cambiado. Lo justo como para que muchos jugadores que hayan acabado hastiados en intentonas previas con los juegos de FromSoftware, decidan probarlo o darle una oportunidad. Miyazaki y su equipo han introducido una serie de sistemas para que los jugadores asuman los retos del videojuego a su ritmo, sin pausa pero sin prisa, buscando la manera de afrontar las dificultades que vayan surgiendo por el camino. Y creednos, como podéis comprobar en nuestra guía, no son pocas. Decir que Elden Ring es un juego fácil es mentir, porque este estudio no diseña sus títulos con eso en mente, pero sí creemos que es más accesible y las nuevas mecánicas son capaces de permear rápidamente en las primeras horas de juego.
Sí, es un juego que a los mandos resulta familiar para cualquiera habituado a los soulslike de FromSoftware, pero que nos invita a abordar encuentros, combates y jefes de manera algo distinta a la habitual. Por ejemplo, ahora tenemos un caballo -me encanta Torrentera, un bicho con forma de cabra gigante- con el que desplazarnos por las Tierras Intermedias, gozando de mayor movilidad y libertad en el mundo abierto del juego, y que nos presenta la posibilidad de huir o salir cabalgando como alma que persigue el diablo -y nunca mejor dicho- de algunos de los enfrentamientos contra las criaturas que pueblan el escenario del título.
Eligiendo mis batallas, mis rutas y mis estrategias
En mi primera partida, tras conseguir a mi montura, me pasé horas -sí, horas-, deambulando por el derruido, decadente y peligroso mundo del juego. Visité iglesias en ruinas, bosques llenos de seres con antorchas, campamentos de caballeros caídos en desgracia y llanuras pobladas por gusanos de piedra y gigantes peludos. Elegía cómo combatir, con quién y en qué momento. Mi compañero y amigo Jorge Cano me dijo que me tomase el juego como una aventura de rol en la que yo decido qué hacer y de qué manera afrontar mis propias batallas. Como una especie de lienzo en blanco en la que yo tengo que rubricar mi propia historia. Y así fue.
Me di cuenta que, en comparación a otros Souls y juegos similares, Elden Ring hay mejoras muy notorias en las cajas de impacto o hit boxes, algo que se nota cuando golpeamos o atacamos a un enemigo, incluso cuando recibimos nosotros el hachazo de ese monstruo que no parecía gran cosa. No hay enemigo pequeño, no hay que subestimar a ninguna criatura -me encontré con unos seres negros que gritan y saltan como condenados y eso que eran diminutos-, y hay que pensárselo muy bien antes de blandir la espada o lanzar un hechizo. Pero se puede ganar. Hay muchas herramientas, combinaciones y estrategias para ello.
En Elden Ring todo el juego cuenta con un puntito extra de agilidad, que nos permite rechazar, saltar, esquivar o movernos con más velocidad. Creedme, yo lo he agradecido. Hacerse una build con el equipo y las armas es fundamental, claro, equiparse es un paso esencial en todos los juegos de rol, pero el título te ofrece libertad para jugar como queramos y de la forma que queramos. En mi caso me hice una Astróloga, llamada Taylor, a la que nadie le tose. Sí, hay clases más de melee y otras más true gamers, pero yo estoy cómoda y feliz con esa.
A eso hay que sumarle las invocaciones que luchan junto a nosotros. Cuando las descubrí, gracias a la Campana de Invocación, sin abusar de ellas en todas las situaciones, se transformaron en mis mejores aliados. La primera que recibí, la de unos lobos fantasmas muy aguerridos, me permitió entrar en una fortaleza, distraer a un gigante pantagruélico y gritón, y pasar desapercibido entre sus piernas con mi fiel Torrentera para apuñalarlo en reiteradas ocasiones como si me fuera la vida en ello. Eso tenéis que tenerlo en cuenta: hay decenas de caminos alternativos. Si antes en otros Souls debíamos pasar sí o sí por un sitio, con ese monstruo guardián que nos hacía temblar antes de cruzarnos con él, ahora tenemos más opciones, invitándonos a plantear rutas, explorar o dilucidar por dónde nos es más conveniente tirar. Es decir, un reto no nos supondrá un obstáculo insalvable en la partida, ni el muro con el que antaño me encontraba -y que era capaz de hacerme aparcar el juego durante semanas-: será un problema que tendrá solución.
La muerte no es el final: es el principio de un nuevo intento
Cuando me pongo a los mandos en Elden Ring, percibo que la victoria no es algo demasiado lejano ni al alcance de unos pocos. Sí, se necesita práctica. Y algo de suerte. Pero el hábito hace al maestro, y ahora me siento en la senda correcta. Sé que ganar -entiéndase como vencer a ese jefe imposible o abatir a ese monstruo que se nos atraganta- es un hito alcanzable. Miyazaki concibe sus juegos como experiencias que versan alrededor de la muerte y el renacimiento, del intento constante y de la superación del propio jugador. Son ciclos indivisibles a la experiencia de un Souls, llámese Dark Souls, Bloodborne o Sekiro. La muerte es algo horrible, un punto final en la existencia de la aciaga realidad que nos ha tocado vivir. Pero en estos videojuegos, y en concreto en Elden Ring, es el principio de un nuevo intento.
Hemos escrito este artículo con un código que nos ha proporcionado Bandai Namco.