Análisis de Rogue Legacy (PC)

Antes de entrar en detalles, lo mejor que podemos decir de Rogue Legacy es que es muy adictivo, peligrosamente incluso. Es de esos juegos, de partidas intensas y cortas, en los que cuesta saber cuándo parar, ya que te descubres engañándote a ti mismo y diciendo "venga, solo una más", y cuando te has querido dar cuenta ya ha pasado más de una hora. Meted en una coctelera Dark Souls, The Binding of Isaac, Spelunky, Castlevania y Ghosts'n Goblins, y os podréis hacer una ligera idea de lo que ofrece este divertido juego independiente.

Nuestro objetivo es entrar a un castillo y vencer a los cuatro jefes de las correspondientes zonas, y así desbloquear el enfrentamiento contra el jefe final. Este se encuentra tras una puerta que es lo primero que vemos cada vez que entramos al castillo, y que nos recuerda en cada partida cual es nuestro objetivo, aunque pasarán muchas horas hasta que la hayamos abierto y podamos afrontar este desafío.

Un botón de salto, otro para atacar, enemigos bastante duros y numerosos, todo tipo de trampas, en nuestra primera incursión al enorme castillo-mazmorra con suerte sobreviviremos un par de minutos, pero en las siguientes ocasiones esto no cambiará demasiado.

La muerte de cada héroe es permanente, y nos llevará a la pantalla de título. En nuestra siguiente intentona, podremos encarnar a uno de sus tres hijos, que tendrán diferentes características, y así sucesivamente, avanzando por una línea temporal infinita. La gracia está en que conservamos el oro obtenido de la anterior partida, que tendremos que utilizar para adquirir todo tipo de mejoras permanentes y equipamiento, que heredarán todos los descendientes. Mayor salud, fuerza, resistencia, cantidad de mana, probabilidad de críticos y un montón más de mejoras, que al principio no constarán mucho oro, pero que según desbloqueemos, nos irán pidiendo mayores cantidades.

Por tanto una vez conscientes de nuestras limitaciones, de que no podremos matar ni al primer jefe con el personaje por defecto, nos centraremos en ir adquiriendo mejoras, a través del oro que podemos conseguir de distintas maneras en el castillo. Matando enemigos, destruyendo objetos, abriendo cofres –aquí encontramos las cantidades más suculentas-, nos obsesionaremos por conseguir cada moneda de este preciado metal, ya que será lo que nos permita progresar en la aventura.

De manera inteligente, como tantas de las decisiones de diseño de Rogue Legacy, no podemos acumular oro de una partida a otra. Esto se debe a que cada vez que entramos al castillo, le tenemos que dar todo lo que tenemos a Caronte, el guardián de la puerta, por lo que más nos vale haberlo gastado en mejoras o equipamiento, o si no la anterior partida no habrá valido para nada. Un detalle muy importante es que el castillo se genera aleatoriamente cada vez que entramos, así que de nada servirá aprendérselo o familiarizarse con sus salas, cada nueva internada es una aventura nueva. Aunque esto suene desalentador, pronto desbloqueamos a un tipo que se establece en la entrada, y que a cambio de un porcentaje del oro que obtendremos, permite que el castillo permanezca exactamente igual que en la anterior partida, algo muy útil en determinadas circunstancias.

El castillo-mazmorra está compuesto por un montón de salas distintas, que en cada partida se conectan de distinta manera. Cuando lleves jugadas bastantes horas, se empiezan a repetir las salas, y muchas te las sabes de memoria, pero hay tantas que esto nunca llega a ser un grave problema. Pasaremos mucho tiempo en la primera localización del castillo hasta que nos podamos meter con garantías en las siguientes zonas, como las catacumbas, el bosque o la torre, lugares de los que saldremos despavoridos en las primeras horas al descubrir que los enemigos son capaces de matarnos casi con un solo golpe.

Tan importante como conseguir todo el oro que podamos, es abrir ciertos cofres especiales, que nos desbloquean el equipamiento y las runas en las tiendas. Para abrir estos cofres nos piden ciertos requisitos, como acabar con todos los enemigos de la sala, que no nos dañen, hacerlo en un tiempo determinado, u otros desafíos más peculiares, como no saltar, no atacar, o no mirar al cofre directamente hasta conseguir abrirlo. Una vez hayamos desbloqueado este equipamiento o runa, habrá que comprarlo mediante oro en la entrada del castillo.

Espadas –es la única arma que tenemos durante todo el juego-, yelmos, corazas, brazaletes y capas, con distintas estadísticas e incluso propiedades, como el vampirismo. Las runas dan mucho más juego, y desbloquean habilidades especiales, como el imprescindible doble salto, las embestidas laterales, el recuperar vitalidad al dañar a los enemigos, o el obtener más oro al vencerlos. La gracia es que podemos llevar hasta cinco runas equipadas, y si las hemos desbloqueado, podemos llevar varias del mismo tipo, y nada nos impediría tener un triple o cuádruple salto, aunque tendríamos que renunciar a otras ventajas. No lo hemos comentado, pero casi tan importante como la acción son las plataformas, ya que el castillo está repleto de todo tipo de trampas que exigen mucha precisión y habilidad.

Pero claro los protagonistas absolutos son los héroes, y aquí es donde el juego resulta muy original. Hay distintas clases de personajes –tenemos que desbloquear las clases avanzadas con oro-, cada una con sus propias magias y características, que hacen que primero, tengamos que elegir bien entre los tres hijos que nos ofrecen en cada partida, y luego jugar en consonancia a nuestra elección, teniendo en cuenta sus debilidades y fortalezas.

El Paladin puede protegerse con un escudo, el único personaje que lo puede hacer, pero en cambio no puede usar magias. El Assassin tiene bajas estadísticas, pero se mueve muy rápido, se convierte en niebla, y hace ataques aéreos muy potentes. El Barbarian es muy fuerte, y puede lanzar un grito de guerra, Fu-ro-dash!, que desplaza a los enemigos, aunque no es tan bueno con las magias. El Lich obtiene salud cada vez que vence a un enemigo, pero por el contrario empieza con muy pocos puntos de vida, y es muy vulnerable. El Spelunker desvela todos los cofres en el mapa, y además puede encender una linterna en las catacumbas. Estas son solo algunas de las clases, porque hay más, que en su estado más avanzado nos constarán una buena suma de oro desbloquear.

Las diferencias entre los personajes no solo las marca su clase, también por ejemplo el objeto que llevan equipado. Al igual que en Castlevania, podemos llevar hachas, bolas de pinchos, cuchillas, murciélagos, cuchillos y todo tipo de armas arrojadizas que consumen mana al lanzarlas. Pero lo más gracioso viene porque cada héroe puede tener ciertas "particularidades", desde enfermedades a rasgos peculiares de la personalidad. Gigantismo, siendo un personaje el doble de grande de lo normal, enanismo, lo que nos permite acceder a sitios secretos, miopía, que no nos permite ver demasiado bien a unos pocos metros, visión en blanco y negro, un problema de flatulencias, síndrome de Tourette, por lo que soltamos todo tipo de improperios cada vez que nos golpean, psicosis, viendo enemigos donde no los hay, y un larguísimo etcétera.

Estas características de cada héroe no siempre afectan a la jugabilidad, por ejemplo las flatulencias solo las escucharemos, sin ninguna otra consecuencia jugable, y muchas veces encarnaremos a un personaje gay o que no tiene visión en 3D, algo anecdótico, pero la combinación de la clase del personaje, su equipamiento más estas singularidades, consigue que cada partida sea distinta a la anterior. Entre los tres personajes que podemos elegir a veces estará nuestra clase favorita, pero no compensará elegirla por algún hándicap, como la miopía, o incluso tener que jugar del revés, algo que está bien experimentarlo una vez por hacer la gracia, pero que no es muy práctico.

La progresión en Rogue Legacy es muy lenta, un arma de doble filo, positivo a corto y medio plazo, negativo a largo plazo. Entraremos una y otra vez en el castillo, con partidas que en la gran mayoría de las ocasiones no alcanzan ni los 5 minutos, pero poco a poco iremos progresando, sobreviviendo más tiempo, y encontrando más cantidad de oro y todo tipo de secretos. Esto produce una gran satisfacción, ver cómo tu personaje aguanta mejor los golpes y es capaz de matar de un solo golpe, y de recorrerse casi todas las estancias de la primera zona sin mayores problemas. Pero es tan lento este avance, que es fácil caer en la monotonía y que se haga un poco repetitivo.

Cada vez las mejoras cuestan más monedas de oro, y si bien lo normal en este tipo de juegos es que el inicio se haga cuesta arriba y sea muy difícil progresar, para llegar a un momento en el que nos volvemos muy poderosos y el ritmo de progresión se acelera, en Rogue Legacy esto no varía en casi todo el resto de la aventura. Hay que echar muchas horas para adentrarnos en las otras tres zonas y vencer a sus respectivos jefes finales, eso o ser especialmente habilidosos, unos virtuosos del mando. Lo que en la primera decena de horas es pura diversión y nos parece un título redondo, a partir de cierto momento empieza a mostrar ciertas carencias y síntomas de agotamiento en la fórmula, debido a la repetición de los enemigos, poco variados para la cantidad de veces que te tienes que enfrentar a ellos, o a la repetición de salas, que te llegarás a conocer.

Tampoco el sistema de combate ayuda, solo contamos con una espada y un tipo de golpe, y todo consiste en aprenderse las rutinas de ataque de los enemigos, esquivarles, y asestarles un espadazo. Si quizás llegado el ecuador del juego la progresión cogiera velocidad, y nos adentráramos en las distintas zonas a mayor velocidad, esta sensación de monotonía se habría evitado. Pese a esto, en ningún momento deja de ser adictivo, siempre hay un motivo para adentrarte una vez más en el castillo, es puro vicio. Y estamos hablando de una aventura bastante larga, que tranquilamente puedes tardar en completar más de 20 horas. Por cierto, casi obligatorio jugarlo con mando, tiene un componente plataformero muy marcado, no son pocas las veces que exige saltos de mucha precisión, y que mejor para esto que un pad.

Como podéis ver en las imágenes técnicamente no estamos ante ninguna maravilla, y el diseño artístico tampoco es demasiado original o inspirado, aunque a los amantes de los sprites seguro que os encanta, más si cabe si os gustan clásicos como los antiguos Castlevania o Ghosts'n Goblins, a los que homenajea de muy diversas maneras, desde armas a enemigos. Unos gráficos funcionales, prácticos y nítidos, que nos permiten seguir la acción sin problemas, y que tienen cierto encanto. El apartado sonoro se da la mano con la dirección de arte, de la vieja escuela, y sale airoso en ofrecer composiciones musicales pegadizas, que pese a escuchar decenas de veces, una y otra vez, no se llegan a hacer demasiado pesadas.

Uno de los juegos del verano

Si te gusta la acción y plataformas en 2D, los juegos de mazmorras, y no te asustan los retos, Rogue Legacy es más que recomendable. A simple vista puede parecer un juego independiente más en 2D, hecho a base de píxeles como está tan de moda, pero es cuando te internas en su complicada y medida maquinaria es cuando descubres que el pequeño estudio que lo ha realizado, Cellar Door Games, tiene mucho talento. Consigue lo que muy pocos, engancharte sin remedio y hacerte perder la noción del tiempo, y esto durante muchas, muchas horas. Su único pecado es que llegado cierto punto puede hacerse repetitivo, algo un tanto subjetivo, y se lo perdonarás por todas las horas de diversión que te habrá ofrecido a cambio.