Lo que parecía una posición de poder incontestable para Elon Musk y otros gigantes tecnológicos se ha convertido en una tormenta financiera que ya ha barrido más de 536.000 millones de dólares en riqueza acumulada. El fundador de Tesla y SpaceX ha perdido él solo unos 31.000 millones, encabezando una sangría bursátil en la que también figuran Jeff Bezos y Mark Zuckerberg.
Musk pierde pie en la tormenta financiera
La causa: una conjunción explosiva entre el desplome en bolsa y el endurecimiento de los aranceles que Estados Unidos impone al comercio internacional. En cuestión de días, la cotización de Tesla ha caído un 44%, generando una pérdida de valor cercana a los 600.000 millones de dólares.
Este colapso no solo ha sacudido los cimientos financierosde la compañía, sino que también ha obligado a Musk a alejarse —al menos temporalmente— de su implicación en el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), la polémica apuesta del gobierno de Trump para “limpiar” las agencias públicas.
El corazón del problema está en los aranceles, esos impuestos al comercio que han encarecido desde los microchips hasta los motores eléctricos. El caso de Nintendo —que paralizó las reservas de la Switch 2 en EE. UU. por miedo a los costes inflados— es solo una muestra del impacto global.
Aranceles, recortes y un imperio en jaque
La guerra arancelaria ha derivado en una escalada de precios que afecta a la producción de todo lo que necesita tecnología. Ante este escenario, Elon Musk ha comenzado a moderar su discurso, y lo ha hecho desde Italia, donde pidió “una situación de aranceles cero” para establecer una gran zona de libre comercio entre Europa y Norteamérica.

Un giro radical si se compara con su cercanía anterior a las políticas proteccionistas de Trump. Para Musk, el libre comercio no es solo una aspiración ideológica, sino una necesidad urgente para que sus compañías puedan sobrevivir a la nueva era de competencia global.
Sin embargo, los economistas advierten que un escenario sin aranceles también trae riesgos: la pérdida de ingresos públicos, el debilitamiento de los estándares laborales y de seguridad, y la amenaza de una competencia desleal por parte de países con regulaciones más laxas. El sueño de Musk —menos trabas y más libertad para el comercio— choca con una realidad más compleja.