Análisis de Rayman Raving Rabbids (Wii, GameCube, Xbox 360, Xbox)
Como tantas otras mascotas populares en el mundo de los videojuegos, Rayman nació vinculado a las plataformas, todavía bidimensionales, en 1995. Su primera aventura visitó consolas como PlayStation, Saturn, Jaguar, Game Boy Color, y PC, incluyendo una versión en 2001 para Game Boy Advance. El salto a las tres dimensiones se dio en la segunda entrega, que hizo aparición también en Nintendo 64 (y se relanzó con una conversión para Nintendo DS que salió a la venta junto con la portátil), y desde entonces, la creación de Michel Ancel ha estado vinculada al género hasta hoy. Y es que Rayman no se ha prodigado mucho en otros géneros, con excepción de Rayman Arena, de ingrato recuerdo, o algunos juegos para móviles en torno al golf o a los bolos, siendo siempre su labor más destacada la clásica de saltar de un lado a otro para enfrentarse a sus enemigos, hasta ahora, en el que se estrena en el cada vez más populoso sector de los minijuegos.
Es, por tanto, Rayman Raving Rabbids, la primera apuesta seria de la compañía para lanzar un título de este personaje alejado de su tendencia principal, por lo que no es extraño, por un lado, que se descartase el nombre provisional de Rayman 4 para dar el salto a uno mucho más simpático y con personalidad y, por otro, que sea una apuesta tan firme que sea, en efecto, la cuarta entrega de la serie. Y es que en algún momento del desarrollo, como se comentó desde Ubisoft varias veces durante la realización del juego, el equipo se encontró con múltiples ideas para integrarlas en el título que estaban preparando (recordemos, además, que la compañía francesa ha mantenido una relación bastante estrecha con Nintendo durante la configuración de lo que sería Wii, su nueva consola de sobremesa) hasta tal punto que decidieron dar el paso definitivo hacia el cambio de género. Habrá quien lamente profundamente no tener un nuevo plataformas de Rayman, y es normal, pues la calidad de la serie es muy elevada, pero no por eso debería rechazar este Rayman Raving Rabbids. Veamos qué nos ofrece este juego de lanzamiento para Wii.
Su principal problema reside en que los recopilatorios de minijuegos están teniendo una fuerte presencia en la consola de Nintendo y se les augura una todavía mayor. Así, a bote pronto, tenemos Wii Play y es cuestión de unos meses que llegue a territorios occidentales la nueva entrega de la serie Wario Ware, o Bomberman Land, que también se suma al género. Claro que la competencia no es algo a temer, si hay un buen fondo o un rasgo diferencial relevante. En Rayman Raving Rabbids, por ejemplo, estamos ante una serie de minijuegos que están orientados ante todo al jugador único, y no al multijugador intensivo, como los Mario Party, por poner uno de los ejemplos más populares. Así, la mayoría de los 70 minijuegos incluidos están pensados casi por exclusiva para un único jugador, de manera que en sus versiones multijugador (hasta cuatro) se disfrutarán por turnos.
Estos minijuegos giran en torno a los diferentes usos que puede proporcionar el mando de Wii, en concreto la tecnología de detección de movimiento del mando remoto, aderezando su desarrollo con un toque de humor fresco y absurdo que va recorriendo un camino pendular entre el sutil guiño (a lo que sea, incluido Sam Fisher) y el chiste de sal gorda, conformando una personalidad única para el videojuego, que se mantiene siempre hilarante.
Ya el principio del juego es peculiar, cuando un temblor perturba la apacible sesión de ocio de Rayman y compañía, un temblor del suelo que se debe a la perforación del suelo por los conejos (blancos, dentudos y mentalmente inestables) que han vivido en el subsuelo hasta ahora, momento en el que deciden reclamar su soberanía sobre el mundo. Rayman acaba secuestrado y su trabajo como esclavo no es otro que el de ejercer de gladiador en una suerte de circo romano que se montan los conejos, necesitados de divertimentos varios. Ésta es la premisa a través de la que se nos irán introduciendo todos los minijuegos del título, mientras Rayman prepara su huida de la prisión en la que le han alojado.
A diferencia de algunos de los juegos que hemos enumerado antes, en Rayman Raving Rabbids el uso del nunchuk será esencial, ya que, por ejemplo, en uno de los minijuegos tenemos que cerrar las puertas de unos aseos en los que hay conejos haciendo cosas que preferimos ignorar apuntando con el mando remoto para señalar qué puerta cerrar y mover el nunchuk para hacerlo. Del mismo modo, en el minijuego en el que Rayman está en la discoteca y es acosado desde los lados por hordas conejiles (el sueño de todo seguidor de Tony Manero) tendremos que seguir una secuencia musical usando el mando remoto y el nunchuk a modo de baquetas para marcar el ritmo con el que nos deshacemos de los conejos bailarines que van a por nosotros. Otros juegos, por el contrario, optan por un uso centrado en el remoto, ya que, por ejemplo, tendremos que perfilar sobre la pantalla el trazo de un dibujo, un alimento, con el que cebar a algún conejo.
No queremos entrar en detalles sobre cómo son los minijuegos incluidos, ya que dado el estilo propio del género consideramos que buena parte de las sorpresas vienen dadas por sus sorprendentes mecánicas de juego, pero creemos que con los ejemplos expuestos no pueden quedar demasiadas dudas sobre la amplia variedad de los planteamientos jugables que se desarrollarán a lo largo de las partidas. Estos minijuegos son, como marca el género, cortos pero intensos, requiriendo incluso un uso francamente intenso del mando en unos, frente a la precisión de otros. Es cierto que algunos minijuegos pueden resultar breves en exceso, de manera que fracasan como "píldoras" de diversión al ser apenas apreciables como merecerían por esa brevedad. Por suerte, es algo bastante marginal, y la inmensa mayoría de los minijuegos del título son no sólo divertidos y graciosos, sino que cuentan con la intensidad y duración acertadas.
La mayoría de los minijuegos se pueden clasificar con mayores o menores concesiones en dos grupos: disparos y carreras. Un tercer grupo sería completamente heterogéneo, y es muy posible que algunos de nuestros juegos favoritos (o, cuando menos, los más sorprendentes, entren en esa categoría.) En su conjunto, los más sólidos son los de disparos en primera persona, ya que la mecánica de juego está bien implementada y, al mismo tiempo, el desarrollo y propuesta de los minijuegos consigue que no tengamos la sensación de estar jugando a lo mismo una y otra vez con diferente aspecto... y es que no es así, pese a que en los últimos tramos del juego sí puede percibirse que algunas fórmulas son quizás demasiado recurrentes.
La historia se va desarrollando según progresamos en los videojuegos, con una estructura fija un tanto repetitiva pero que funciona bastante bien. Cada sección del juego está dividida en cuatro minijuegos, de los que tenemos que superar satisfactoriamente al menos tres para acceder, así, al quinto y último minijuego. Esto se repite una y otra vez hasta el final del título, por lo que no tenemos muchas dudas con respecto a cual ha sido el foco del equipo de desarrollo. Queda algo descompensado en su conjunto, por la sensación de repetición que transmite, pero pese a todo es algo que se puede sobrellevar sin demasiados esfuerzos gracias al contenido de los minijuegos. En cualquier caso, según avanzamos y desbloqueamos los juegos, no tendremos razones para volver a este modo de juego, ya que la salsa de Rayman Raving Rabbids estará en rejugarlos para mejorar nuestros resultados o en competir contra unos amigos.
Como ya hemos dicho, no todos los minijuegos estarán disponibles para el modo multijugador de manera simultánea, ya que, de hecho, muchos están diseñados para ser jugador por turnos para superar la puntuación de los otros jugadores. Otros minijuegos, pensados para ser jugados simultáneamente, no llegan a la cifra máxima de cuatro jugadores al mismo tiempo, y se queda en dos, que tampoco está mal. Del conjunto, los más divertidos son, claro está, los de juego simultáneo con otras personas, ya que funcionan muy bien y representan uno de los aspectos más fuertes del juego de Ubisoft.
Artísticamente, Rayman Raving Rabbids hace de la fuerte plasticidad del simplón diseño de los conejos su mayor virtud, siendo sus rostros unos estupendos lienzos para presentar en ellos un catálogo de expresiones fascinante que ayuda a conformar el tono hilarante que envuelve a toda la producción. Su diseño, su histerismo, y sus voces hacen de los conejos los auténticos protagonistas del juego, no sólo por número, sino también por su personalidad. No en vano se han convertido en los protagonistas de los vídeos promocionales que llevamos viendo desde hace meses por la red, en detrimento de Rayman. Todo lo que rodea a estas criaturas es absurdo o presenta alguna intertextualidad con películas, videojuegos e incluso libros que nos hará sonreír, y es que, desatascador en mano, son peligrosos para la salud de Rayman y también para las ternillas de nuestras sufridas mandíbulas. En la vertiente técnica, como otros tantos juegos del lanzamiento de Wii, se nos antoja un pelín insuficiente, ya que se mantiene en la línea técnica de buen juego de la anterior generación, aunque sin despuntar. Toda su fuerza en este aspecto se basa en el elaborado trabajo de diseño, que suple la carencia técnica. Esperamos, eso sí, que en los próximos meses empiecen a surgir títulos que hagan justicia en el apartado gráfico a lo que la nueva consola debería ofrecernos.
El apartado sonoro mantiene una línea similar, ya que sin ser espectacular en sus composiciones y efectos, resulta igualmente cómica y entretenida, incluyendo del mismo modo música licenciada del tipo La Bamba. El conjunto es sobresaliente, pese a algunos efectos sonoros algo repetitivos y alguna composición ocasional no tan acertada como las otras.