Análisis de Tales of Xillia (PS3)

Las mazmorras propiamente dichas, ya sean fortalezas, minas o similares, disponen de varias rutas y en estos casos sí echaremos mano del mapa para ver las diferentes opciones, aunque más que para evitar perdernos sea para explorar todos los rincones, recoger los muchos recursos dispersos o derrotar a enemigos con la intención de subir nuestra experiencia. Hay mazmorras y jefes opcionales, y también hay localizaciones que tienen mucho más que explorar que lo estrictamente necesario; un ejemplo: encuentras tu objetivo y tienes la elección de volver sobre tus pasos y seguir con la historia o adentrarte más en la mazmorra y recolectar extras.

Si lo deseamos, la mayoría de enfrentamientos se pueden evitar despistando a las criaturas con rodeos –excepto en las últimas mazmorras, en las que notamos pasillos muy estrechos-, pero no es aconsejable evitar mucho los enfrentamientos pues de vez en cuando aparece un jefe que pondrá a prueba todo lo aprendido hasta el momento y quizás nos haga volver atrás para ganar más experiencia. Superada la mitad del juego, el ritmo de aparición de los jefes se vuelve más intenso y perdonan poco los errores, ya que tienden a utilizar artes demoledoras que, si no son interrumpidas, dejarán tiritando nuestra salud en un instante, o incluso la muerte instantánea de todo el grupo.
No nos olvidamos de la larga colección de títulos para conseguir –una especie de trofeos internos del juego-, que se obtienen por objetivos de la historia o por acciones, tales como ver un número de diálogos opcionales. Un registro guarda todas las misiones pendientes listo para ser consultado siempre que deseemos ver los encargos aceptados que quedan por ser completados. En definitiva, la duración es muy variable, y si yendo exclusivamente a la historia –y sin subir de nivel más que los encuentros fortuitos- rondaría las 30 horas, cifra que puede multiplicarse por dos y por tres si decidimos probar todo lo que se nos ofrece, además de la segunda partida con el otro personaje que no hemos seleccionado en la primera vuelta que para nosotros es el mayor incentivo para seguir con el juego tras los títulos de crédito de la primera ronda.
Tales of Xillia es un juego precioso, con un diseño de los personajes en general muy bueno –excepto quizás el vestuario de Presa, que deja poco a la imaginación-. Tenemos escenarios amplios y en nuestra opinión un apartado artístico mucho más acertado en el uso de colores que el visto en Graces F o Vesperia y unos personajes con proporciones más realistas que otras entregas –por lo menos, no se enfoca tanto al público exclusivamente japonés-. El motor es notablemente más potente que el visto en la remasterización de Graces, no hay lugar a dudas, pero tampoco hay un abismo de diferencia y está lejos de exprimir a PlayStation 3: es fácil ver aristas en los modelados y aparece ligero pop-up en algún objeto durante la exploración de ciudades –las carrozas, por alguna razón, tardan en aparecer más que otros elementos-.

Algo que no nos ha gustado demasiado es que la captura de animación es prácticamente inexistente, y eso se traduce en que la mayoría de cinemáticas los movimientos robóticos, rígidos, están a la orden del día. Lo que sucede cuando se intercala alguna animación capturada –ocurre en contadas ocasiones- es que el contraste es bien visible. Esto también afecta a los gestos faciales, cuya expresividad se basa en mover la boca y ocasionalmente mejillas sonrojadas. Nada grave y menos en la serie Tales –que nunca ha sido estandarte de gráficos punteros-, de hecho esta es visualmente la mejor entrega a falta de probar Xillia 2, pero es una pena ver algunos pequeños flecos que no han evolucionado demasiado respecto a la generación 128 bits –todos recordamos cómo Kingdom Hearts tenía diferenciadas "las cinemáticas de calidad y las hechas por becarios"- entre sus virtudes artísticas, que las hay.

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