Análisis de Catherine (PS3, Xbox 360)
Ya en nuestras primeras impresiones de Catherine en su lanzamiento en Japón os advertimos que lo nuevo de Atlus y del equipo de Persona era un juego que no dejaba indiferente: se convierte en uno de los favoritos de tu colección o lo dejas aparcado a las pocas horas. A nosotros, como a cualquier fan de los puzles y las aventuras gráficas –aunque sea de una manera muy ligera- nos ha encantado. Pero ¿es Catherine lo que buscas o deberías dejar pasar la oportunidad y seguir con lo que ya tienes?
Si no has seguido el desarrollo del título, sus noticias, o simplemente has vivido en una piña debajo del mar durante todos estos meses, debes saber que Catherine es una aventura con una premisa un poco disparatada pero que en el fondo toca temas mucho más adultos y serios que ningún juego había tratado hasta ahora. De vez en cuanto aparecen aventuras como Heavy Rain que hacen de lo cotidiano una gran historia, pero en el juego de Quantic Dream la familia y el sentimiento de paternidad del protagonista ya está formado desde el inicio –el tema es su pérdida por el secuestro-. En Catherine, Atlus se atreve con el tema de la infidelidad, la decisión del matrimonio y la responsabilidad, y aunque en algunos momentos puede parecer que lo hace de una manera un poco graciosa o forzada, como en las situaciones inspiradas en series de comedia americanas tipo Friends –tienes a Catherine en tu cama y tu novia de toda la vida llama a la puerta-, en el fondo te hace reflexionar más de lo que podías esperar en un principio.
Esta historia está divida claramente en dos partes muy diferenciadas. Una es la parte realmente jugable y que es la que debería decidir tu compra o no: los puzles. A ella se suma otra no menos importante que añade interés, emoción y dudas morales entre las pruebas, similar a una aventura gráfica en la que avanzan los acontecimientos del protagonista, Vincent Brooks, un chico normal de 32 años que está en uno de los momentos decisivos de su vida, un cambio de ciclo a punto de alterar su despreocupada existencia centrada únicamente en su trabajo y sus amigos.
Vincent conoce desde hace tiempo a Katherine, su novia actual, que lo presiona a dar el paso del matrimonio, algo con lo que Vincent no está demasiado contento. Ama a Katherine, pero está satisfecho con su situación tal y como están las cosas, y no quiere atarse al modo de vida de casado, pero todo se acelerará ante acontecimientos inesperados que no queremos desvelar. En el cacao mental del protagonista, producido también por los comentarios de sus amigos, cada uno con una opinión al respecto, se añadirá un peligroso ingrediente: Catherine, una chica que es el tipo ideal de Vincent, que además se siente atraída por él desde el primer momento. La noche acabará en una infidelidad, y ese será el inicio de más y más problemas. Paralelamente, en la ciudad aparecen unas misteriosas muertes que parecen afectar a hombres jóvenes, todos encontrados en su lecho con una horrible expresión. Los rumores irán creciendo, la gente hablará de muertes que suceden en los sueños con efectos reales. Poco a poco, Vincent encontrará sorprendentes conexiones entre estos casos y sus recurrentes pesadillas, que no han cesado de atormentarlo desde que conoció a Catherine. Lo único que sabe, es que si muere en el sueño, será la siguiente víctima en aparecer en las noticias.
Las fases "en el mundo real" transcurren en The Stray Sheep, un local de copas en el que se reúnen Vincent, sus amigos y otra gente que está de paso, que entra y sale al poco rato. En este lugar se desarrollan las conversaciones, basta con dirigirse a una de las personas que están tomando una copa para escuchar lo que dicen o qué nos tienen que contar, como un periodista, un policía fuera de servicio o viejos conocidos de Vincent. Aunque no deja de ser un espacio reducido y nos habría gustado contar con algo más de esta parte aventurera con otras localizaciones, el dinamismo de la gente hace que merezca la pena escuchar a todos antes de que se marchen, porque pronto llegarán otros nuevos con sus historias. Los objetivos de estas conversaciones son muchos, el principal descubrir más detalles de los misteriosos asesinatos y la opinión de la gente, pero también conocer la personalidad de los amigos y oír sus consejos sobre la relación con Katherine o la nueva "amiguita" Catherine. Luego que hagas caso o no a lo que dicen, es cosa tuya. Por suerte, el juego está traducido al castellano y de una manera muy coloquial –tal y como hablan los personajes en inglés-, aunque hemos visto algunas frases sin subtítulos al entrar en las pesadillas y en una ocasión el texto salía de la pantalla cortándose, nada grave de todas formas.
Durante nuestras charlas o paseos por el bar llevamos nuestro teléfono móvil. En él está la imprescindible función de guardado pero también recibimos mensajes de texto y llamadas de otros personajes, principalmente de las dos chicas. Lo curioso es que la comunicación va en las dos direcciones, y a los SMS que nos llegan podemos contestar con una respuesta –si queremos-. ¿Cómo? Está claro que no iba a ser tan fácil como abrir un teclado virtual y escribir lo que quisiéramos. Automáticamente nos aparecerá una línea de texto, que si no nos gusta, borraremos y cambiaremos por al menos otra –en ocasiones hay más opciones-. Una vez elegida, pasamos a una segunda frase, con sus alternativas, y generalmente, por último una de despedida más o menos cariñosa.
Según nuestras reacciones, mensajes de texto y respuestas, en la pantalla se mostrará un indicador de nuestra tendencia, hacia quién nos inclinamos más, Katherine o Catherine. Nos habría gustado que estas decisiones se hiciesen a ciegas para evitar "guiar" nuestros comentarios hacia una u otra chica, porque gran parte de las decisiones morales del juego tienen más gracia si respondes con sinceridad. En tu primera partida esperamos que así sea para descubrir el final que te corresponde –hay varios-. No sólo eso, también las reflexiones internas serán diferentes si tienes total confianza hacia Katherine o estás más a favor de poner cuernos con Catherine.
Más cosas que hacer en un bar: beber. Hay varios tipos de bebidas alcohólicas que probar, cuyo efecto más importante es el de mejorar la rapidez de Vincent en sus sueños, aunque también seremos aleccionados por la voz del narrador sobre curiosidades de la bebida elegida, como cerveza, whisky, cóctel o sake. La animación de Vincent cambiará ligeramente si vamos como una cuba, además de llevar una delatora cara enrojecida. No hay efectos negativos, así que cuando tengas oportunidad, no dudes en empinar el codo, nadie te hará un control de alcoholemia de camino a casa.
En The Stray Sheep hay también dos máquinas. Una de ellas es la del hilo musical, donde desbloqueamos temas musicales originales y alguno de otro juego de Atlus; no tiene más misterio. Lo que sí es relevante es una recreativa de Rapunzel –el famoso cuento de la chica en la torre con larga melena-, que viene a ser una versión breve y directa de los puzles que aparecen en las pesadillas. Cada día que pasamos en el bar tenemos tres intentos para ir subiendo niveles, es algo adictivo porque a diferencia de los sueños, aquí son rompecabezas más cortos, sin tiempo límite –aunque sí de movimientos-, que sirven para aprender nuevas estrategias que luego podremos usar en las fases más duras de las pesadillas. Además son un montón de nuevas pruebas, no fáciles precisamente y completamente opcionales. Y mientras le das al arcade, no pasa el tiempo para los clientes –no se marchan-, no hay motivos para no encender el juego dentro del juego, todo un Inception.
De todas formas, queremos dejar claro que no deberías adquirir Catherine por el interés que puedas ver en su trama. Se va desarrollando en dosis breves que representan un porcentaje muy pequeño del tiempo que te llevará terminar el juego, seguramente más de 10 horas. Tampoco la interactividad que puedas tener con el móvil es tan radical como para producir grandes cambios más allá del final. Si alguna vez Atlus decide realizar una secuela –aunque lo tendrán complicado para sorprender con una historia como esta-, nos gustaría que se profundizase mucho más los aspectos de aventura gráfica, hay un gran potencial desaprovechado.
La parte de la historia transcurre en horas diurnas, pero en algún momento llegará el cierre del bar y tendremos que marcharnos a dormir, a nuestra temida cama. En ella, Vincent sufre unas pesadillas que son la parte fantástica del argumento. Él es un posible candidato a ser el siguiente joven fallecido encontrado en su habitación, lo único que sabe es que debe escalar unas torres de cajas para esquivar a la muerte una noche más. En estas pesadillas, hay dos posibles escenarios: uno, el puzle propiamente dicho y entre medias de estas fases, los "campamentos base" para guardar la partida y hablar con otros personajes convertidos en carneros, al menos a nuestros ojos –ellos dicen que se ven normales y a nosotros como otro carnero-. Resulta gracioso ver que muchos de los clientes del bar aparecen aquí como estos animales, los reconocemos porque hablan de su trabajo o por alguna prenda de vestir, como una corbata o sombrero, así que poco a poco vamos conectando hilos y conociendo las infidelidades o traumas de cada uno de ellos, aunque Vincent apenas recordará estos encuentros al levantarse.
En el lugar intermedio que representa una iglesia con confesionario, campana y bancos para meditar, hay un vendedor para adquirir ítems de ayuda con el dinero que vamos consiguiendo en los puzles. Lo más útil, guardado aparte, es que algunos carneros investigan estrategias con los cubos que nos explicará el narrador mientras vemos un vídeo a modo de ejemplo. Son estrategias básicas, muchas de ellas las descubriremos por nuestra cuenta, pero otras nos sorprenderán. No olvides hablar con todos antes de entrar en el confesionario, donde seremos interrogados con una pregunta indiscreta sobre nuestra opinión en un tema amoroso polémico con de dos posibles respuestas, que inclinarán nuestro indicador hacia Catherine o Katherine. En la pantalla de carga al verdadero infierno –el puzle- cotillearemos las respuestas de los jugadores a esa misma pregunta en la estadística online.
Entrando en materia, y lo que realmente es la parte jugable de Catherine, llegan los puzles de escalada. A estos momentos de tu vida como jugón sabrás que los cubos son tus mejores amigos si te gustan los rompecabezas: Tetris, Kurushi, incluso Portal. Con Catherine seguramente vas a tener tantas pesadillas como el propio Vincent, porque llegan en cantidades ingentes y apilados en torres que deberás escalar. Pero no todo podía ser fácil, nuestro protagonista sólo puede subir de uno en uno, formando escalones. Por suerte, los menos pesados se dejan mover y arrastrar, y existe una serie de normas especiales que conviene aprender cuanto antes, como que los cubos se mantienen en su posición si uno de sus bordes está en contacto con otro –con las leyes de la gravedad esto no sería muy creíble-. ¿Simple? Endiabladamente complejo. En cuanto veas lugares estrechos en los que no tienes espacio –aparentemente- para maniobrar, empezarán los sudores fríos. Y Vincent no tiene muchos más movimientos salvo quedarse colgado para rodear las cajas y poco más. Lo problemático es que por la parte inferior van rompiéndose pisos cada pocos segundos, y si no subes a buen ritmo, te caerás perdiendo un intento.
A medida que avanzamos, aparecerán más y más tipos de cubos. Hay algunos pesados que tardan más en moverse, otros son completamente inmóviles. Lo bueno de Catherine y sus puzles, son dos cosas: que son difíciles –moderadamente difíciles, al menos- y que cuando crees que ya dominas las normas y los trucos, te topas con otra prueba que te descoloca completamente y te hace exclamar que es imposible, hasta que en un momento de desesperación te salta la chispa y lo ves claro. No puedes decir que eres bueno hasta que al menos has terminado la historia, siempre descubres una de esas estrategias nuevas que los carneros llaman técnicas. Puedes ascender por la torre de muchas maneras, unas más pulidas que otras, con menos movimientos o pérdida de tiempo. Luego llegarán las cajas que se resquebrajan, las de afilados pinchos, de hielo, rebotadoras o explosivas entre otras que afectan drásticamente a la jugabilidad. En definitiva, cada noche de Vincent es un nuevo reto más complicado que te mantiene en guardia.
Durante el ascenso por las torres hay objetos y unos competidores. En cuanto a las ayudas, hay de varios tipos como creadores instantáneos de bloques, puntos para continuar o almohadas, que proporcionan nuevas continuaciones: en fácil tres, en normal dos y en difícil una. Si elijes normal o fácil, esto supone que por muy difícil que sea una fase, seguramente la termines con muchas continuaciones -¡incluso con más de las que llegaste!-. La explicación es sencilla: cerca del inicio de los niveles o de los puntos de continuación suele estar una de estas almohadas; si mueres y en el siguiente intento vuelves a conseguirla, estarás aumentando tu reserva de intentos hasta que consigas superar el nivel, una forma inteligente de animar al jugador progresivamente a seguir incluso ante la adversidad. Las diferencias entre las dificultades afectan principalmente a la velocidad de rotura de la torre, los multiplicadores de puntos y ligeros cambios en las fases. Te recomendamos que empieces por "normal", donde sufrirás en la justa medida, pero si te animas a difícil, prepárate para no poder retroceder tus últimos 10 movimientos, disponer de menos tiempo y una arquitectura más enrevesada.
Respecto a los competidores, hablamos ni más ni menos que de otros carneros que intentan hacer lo mismo que nosotros, huir del abismo. La mayoría no suelen suponer un grave problema, lo peor que pueden hacer es entorpecen el camino –no puede haber dos personajes en la misma casilla- , y siempre tiene preferencia el que está situado en una posición más alta. Ya en la recta final habrá otro tipo de enemigos más insistentes y mortales pululando por los puzles pero preferimos que lo descubráis por vosotros mismos. Lo que siempre podemos hacer es, si contamos con el ítem necesario –representado por un libro- acabar con los que están cerca de nosotros, algo necesario a partir de la sexta noche cuando estos rivales empiezan a obstaculizar mucho y retrasar tu ascensión.
La adicción de Catherine y donde está parte del encanto de la jugabilidad es que es un puzle que pide pensar rápido. Mientras que en juegos como Portal tienes todo el tiempo del mundo para meditar con tranquilidad, mirar el entorno y probar cien mil experimentos de posiciones con los portales, en el juego de Atlus el tiempo apremia y según avanzas en las noches se vuelve sádicamente divertido. Empiezas, encuentras un primer problema en el que no sabes cómo sacar la mágica escalera que te permite subir y entonces te alcanza el foso; repites la operación, vuelves al mismo punto y repites hasta que encuentras la forma, y entonces sigues hasta otro punto conflictivo para volver a morir. La siguiente partida harás rápidamente todo el tramo anterior, incluyendo aquel puzle que te había causado tantos problemas, en parte porque lo tienes ya automatizado mentalmente y no necesitas volver a pensar la solución, pero también porque de esta manera conseguirás sacar más ventaja a los cubos que se caen de la parte inferior. En este sentido, podemos decir que este juego es frenético y que tu victoria no depende únicamente de tu rapidez mental, también de la coordinación y reflejos.
Es increíble el número de formas posibles de terminar las fases. Esta es otra característica de Catherine que lo diferencia de otros títulos en los que sólo existe una única forma de hacer las cosas: la correcta. No es que puedas hacer lo que te plazca, y si cometes alguna locura te quedarás bloqueado sin posibilidad de continuar –si te dedicas a lanzar cubos que necesitas al vacío- pero te sorprenderá el número de "técnicas" existentes para un mismo problema. Hemos comprobado que fases que nos habían llevado hora y media –contando el tiempo de los reintentos- y mucho sufrimiento se resuelven en menos de cuatro minutos sabiendo que hacer sin dar rodeos o complicarse la vida. Catherine es muy rejugable, y su sistema de puntuaciones te permite perfeccionar tu habilidad para picarte y sacar todos los trofeos de oro en la evaluación final.
Cada dos o tres fases de puzles normales –torre con tiempo- nos enfrentaremos a un jefe, una visualización de la pesadilla que atormenta al protagonista durante el día. Como tienen relación con el argumento, no vamos a dar detalles, pero sí que nos han dado algunos de los momentos de más tensión que recordamos en los últimos años, y no por el miedo que provoquen: son rápidos, mortales y juegan sucio. Las misiones de estas fases que ponen fin al sueño tienen el mismo objetivo de una normal: escala hasta arriba antes de que el suelo desaparezca. Pero, y aquí está lo complicado, aparece un enorme y agresivo personaje que intentará acabar con nosotros si no vamos a un ritmo mucho más rápido del habitual, y no dudará en usar alguna habilidad traicionera, como por ejemplo provocar aludes de nieve que nos harán resbalar muchos pisos –casi siempre supone nuestra muerte- o soltar cuchillas móviles que recorren el muro. Un jefe temprano en cambio nos invierte el control de las direcciones temporalmente, verás que desagradable sorpresa al pulsar derecha y ver que Vincent se dirige a la izquierda. Lo bueno de estas secciones es que la sensación de éxito al sobreponerse in extremis y llegar a la puerta de salida tiene una recompensa moral comparable a derrotar a un enemigo poderoso en Dark Souls, por ejemplo. A mayor reto, más satisfacción.
El modo principal de Catherine, el cual por cierto se desarrolla como si fuese una serie de televisión con el logo del Teatro Dorado como marca de agua, no es excesivamente largo en cuanto a número de fases, aunque tampoco diremos que es un juego corto. La duración del argumento tiene la duración justa, realmente alargar más los giros de la trama sería contraproducente, y gracias a que sabemos los días que faltan para el desenlace tenemos ganas de avanzar para ver cómo acaba la historia. Lo que nos llevará un buen tiempo son los puzles de la recta final –más largos y complejos-, en la que pasaremos tardes reintentando la misma prueba sin avanzar nada. Es por eso que ver guías de estos rompecabezas acaba con el verdadero espíritu de Catherine y no te lo recomendamos salvo que realmente te des por vencido.
¡Pero aún hay más! Si ya te conoces de arriba abajo la recreativa de Rapunzel y has terminado la historia, tienes a tu disposición Babel, un modo para uno o dos jugadores en local centrado exclusivamente en los puzles. Para acceder a uno de sus cuatro mundos debemos ir consiguiendo trofeos de oro en la historia, así que no olvides hacerlo bien o repetir un sueño para exprimir todo el juego. El diseño de estas fases cambia cada vez que comienzas la partida, no es que sea completamente aleatorio, pero sí hay un número generoso de diseños que se van entremezclando para que el jugador tenga la sensación de ver algo nuevo siempre y deba improvisar, las combinaciones son miles –quizás millones-. Además el aspecto de las fases de Babel está menos guiado, es más desconcertante que en el Teatro Dorado. Jugando con otro usuario, salvo que nos destroce nuestra estrategia por descoordinación, se hace más fácil, y el número necesario de "pasos" que hay que dar para ganar se reduce. Ambos jugadores deben conocer muy bien los tipos de movimientos para superar los mundos, en concreto el último de ellos, Axis Mundi. La recompensa por todo este trabajo es descubrir más detalles de la historia del juego.
Por último, además del modo cooperativo, al terminar la historia desbloqueas el modo Coliseo, una escalada con fases inspiradas en el modo principal pero donde competimos con otro jugador –también en local- como carneros. Aquí las carcajadas están aseguradas, porque los piques son continuos y no siempre se trata de jugar bien, puedes empujar al rival, destrozar sus torres de cubos y hacer todo lo que se te pase por la imaginación para que el primero en caer sea tu oponente. Aquí es cuando más en falta echamos una opción online, porque haría el juego completamente redondo y facilitaría jugar con cualquier amigo independientemente de su localización.
Aunque a nivel gráfico no hay nada que destaque en Catherine, sí podemos decir que la originalidad del diseño de los puzles y las fases de historia nos han gustado mucho. Concretamente el cel shading en el bar, mezclado con fondos más realistas, hace que las cinemáticas y la exploración del lugar sea muy parecida a la de las secuencias animadas. Los gestos de Vincent en los momentos peliagudos también son muy del estilo japonés, con gotas de terror y muecas exageradas. Así que en definitiva, es un juego de puzles bonito, aunque en el fondo cualquier adorno visual sea innecesario. Incluso con los gráficos de Q*bert seguiría siendo uno de los mejores juegos del género en la última década junto con Portal 2.
Shoji Meguro, habitual de la saga Persona, elije para la ocasión música de ambientación para el local que visita Vincent, donde como ya hemos comentado, podemos elegir nosotros la música que queramos entre muchas alternativas, pero todas de estilo jazz o similar. Para los puzles, Meguro realiza revisiones de temas de música clásica con algo de electrónica –y no nos referimos a que realice una remezcla a lo Chemical Brothers-. Si estás frunciendo el ceño por la elección, te aseguramos que escuchar Pequeña fuga en Sol menor de J.S Bach mientras te atenaza la angustia por buscar el orden correcto de las cajas, te pondrás más nervioso que todas las guerras mundiales e intergalácticas que hayas vivido con los juegos de tu consola. Los actores de doblaje –en inglés- son sobresalientes.
Conclusiones
Catherine es una de las primeras "compras obligadas" del año, aunque no es para todos los públicos, ni por su historia ni por los puzles. El argumento se entiende a muchos más niveles a partir de cierta edad, y las torres de cubos desde luego que no son accesibles para cualquier jugador, y eso a pesar de recibir una versión ligeramente más fácil que la original japonesa –en la dificultad normal no se podría retroceder movimientos-. Lo que debe decidir si realmente Catherine es para ti debería ser la parte jugable, y si te gusta el género, descubrirás que lo nuevo de Atlus es una verdadera joya. Sí, a ratos es desesperante, te hará maldecir la consola y puede que acabe con tu paciencia hasta el punto de dejarlo aparcado un tiempo hasta que lo retomes con más tranquilidad, pero ya sabes a lo que te enfrentas: a tus mayores temores.
La ausencia de juego en red en los modos multijugador, y algún detalle menor como el control cuando Vincent se descuelga en la cara opuesta a la cámara –las direcciones se invierten, algo desesperante si andas muy mal de tiempo-, la presencia del indicador de la tendencia Catherine/Katherine –que hace más transparentes tus decisiones- o la brevedad de los momentos en el bar de copas, son los únicos pequeños defectos que hemos encontrado, y que no empañan el gran trabajo de la desarrolladora, que aún tiene más mérito al tratarse de su primer proyecto en alta definición y además alejado de su habitual rol. Sencillamente, conocer a Catherine ha sido lo mejor que te podía pasar esta noche.