The Mandalorian ha concluido su tercera temporada por todo lo alto. La serie, que comenzó invocando todos y cada uno de los elementos clásicos de Star Wars ha dado por finiquitado, de momento, el viaje de Din Djarin (Pedro Pascal) y su adoptado discípulo e hijo, Grogu. Muchos han considerado que los capítulos paridos por Jon Favreau no han estado a la altura, algo que se ha notado en las audiencias, mucho menores de las esperadas por Lucasfilm y Disney+. ¿Qué ha fallado? ¿Merece la pena? Analizamos la temporada en un artículo especial.
El camino de Din Djarin y Grogu ha sido atribulado: ¿es la tercera temporada de The Mandalorian buena o mala?
Han sido ocho episodios, cargados de acción, misterio y reivindicaciones culturales, los que han llevado a Din Djarin y Grogu vivir una de sus aventuras más complejas hasta la fecha. Con todo lo malo y bueno que eso implica. La gran parte de la tercera temporada de The Mandalorian ha decidido apartarse de lo que hacía e hizo especial a esta ficción en el pasado, la relación de un lobo solitario y su cachorro en una galaxia atribulada tras la caída del Imperio Galáctico, apostando por las ambiciones de Bo-Katan Kryze y su conquista de Mandalore. Sí, esto ha dado pie a tramas y capítulos muy inspirados, pero ha servido para que muchos espectadores desconecten con las ambiciones de Kyrze de cara a la reunión de las más variadas facciones de Mandalorianos en su lucha por recuperar su devastado planeta natal, pensando que estamos ante un traspiés tras dos temporadas que habían rozado el notable.
El complejo mundo de Star Wars, algo que no nos pilla de nuevas -y que no debería pillar de nuevas a nadie a estas alturas-, se basa, principalmente, en la relación de los personajes con la vasta galaxia plagada de personajes y planetas que los rodea. La narrativa galáctica está muy ramificada, siempre lo ha estado desde los años del Universo Expandido -ahora Legends-, apostándose en novelas, cómics, videojuegos y otras series para construir una historia entrelazada, en forma de colosal puzle, de la que no siempre tenemos todas las piezas. Favreau, que ya apuntaba maneras, como showrunner de The Mandalorian, se tiró a la piscina con un tercer episodio muy arriesgado en este aspecto, que decidía apartarse totalmente del pequeño verde y su plateado y brillante tutor, ahondando en las vicisitudes de la Nueva República, su aparato político y las aspiraciones secretas del Imperio Galáctico y sus remanentes tras la derrota de la batalla de Endor y la destrucción de la segunda Estrella de la Muerte.
Aquello, que en nuestra opinión es un síntoma de madurez, fue criticado por un buen número de espectadores como un paso en falso. Y no les faltaba razón.
La tercera temporada de The Mandalorian ha sido objeto de una constante vivisección por parte de youtubers y expertos en la saga, apuntando a que, si Favreau se mete en estos terrenos, podría perder el foco de lo que hacía única y especial a la serie que salvó Star Wars en 2019, cuando estaba en uno de sus momentos más bajos y controvertidos a raíz del estreno de El ascenso de Skywalker y los malos resultados en taquilla de cintas como Han Solo: Una historia de Star Wars o de la división en el fandom por Los últimos Jedi. Aquel show en Disney+ lo cambió todo.
The Mandalorian comenzó con una historia sólida e independiente, sin complicaciones, que recuperaba el sense of wonder de Una nueva esperanza y las enseñanzas de George Lucas a la hora de digerir y crear algo nuevo con los elementos propios del género cinematográfico japonés y el western norteamericano. Pero el show de Din y Grogu, independiente y especial, se ha ido transformando poco a poco en una historia más dentro del arco de los mandalorianos y su éxodo tras la Gran Purga y la Noche de las Mil Lágrimas. Sí, tiene sentido, no obstante hablamos de un cazador de recompensas que vive bajo el Credo y que forma parte de una escisión un tanto fanática de esta interesante cultura, es normal que el episodio más traumático de los suyos esté arraigado en su corazón y sus aventuras o decisiones. Pero reconozcámoslo: no es del todo interesante para el gran público, y menos cuando se pone demasiado énfasis en algo que hay que traer sabido de casa o interiorizado tras series con un número de episodios como Clone Wars o Rebels.
Ver durante horas a docenas de mandalorianos sin rostro y ataviados con cascos muy parecidos hablando entre sí con cortantes monosílabos no es la mejor manera de construir una serie. La temporada 3 se ha centrado especialmente en la forma en la que Din pierde perdón a los suyos por sus pecados del pasado y se reincorpora al Credo, bañándose en las aguas vivas de Mandalore y siendo parte de los grandes mitos de su planeta y cultura. En este ámbito, nos encontramos con un problema capital, y es que algunas de las decisiones de Din y sus actos, se han visto en otra serie, El libro de Boba Fett, que aunque triunfó en audiencias en sus primeros capítulos, no fue tan bien recibida ni seguida como The Mandalorian. Volvemos a lo mismo: hay que estar atentos a varios productos audiovisuales para tener la imagen completa y eso, si no se plantea bien, es un error de bulto. No cuentes cosas esenciales para entender la trama en otras series si luego no vas a recordarlas en el show principal al televidente.
The Mandalorian ha construido un escenario perfecto para lo que ha venido y está por venir, arrojándonos migajas y trozos de pan, afianzándose en su condición de parte fundamental de algo mayor, de un todo que se irá comprendiendo cuando pasen unos años y tengamos la tan ansiada big picture. En la season finale, especialmente en los dos últimos capítulos, hemos visto cómo Bo-Katan y su destino se cumplía, reuniendo a dos facciones enfrentadas en la lucha por Mandalore, derrotando a Moff Gideon (Giancarlo Esposito) un villano un tanto desaprovechado en esta tanda de capítulos, y eso que en esta ocasión se ha enfundado en una atractiva armadura de beskar y que dirigía en secreto a uno de los remanentes imperiales mientras muchos creían que había sido ajusticiado por la Nueva República.
Los episodios han tenido momentos espectaculares, con guiños a las dogfight de naves espaciales que tanto impactaron a las audiencias cuando se estrenó en 1977 la cinta germinal a cargo de George Lucas, así como combates en el aire con cientos de soldados imperiales y mandalorianos ataviados con jetpacks. Dave Filoni y Favreau, los ángeles custodios de Star Wars en estos momentos, describían a The Mandalorian como la experiencia más cercana a eso de jugar con los juguetes de Kenner cuando eran críos en la intimidad de sus respectivos dormitorios. Y sí, ese sentimiento está -¿quién no ha fantaseado con recrear nuevas películas, aventuras o series de Star Wars en la soledad de su habitación?-, y a veces es absolutamente embriagador. Los dos últimos capítulos tienen mucho de ello, con barcos que se deslizan por lagos de cristal con una tripulación de soldados aguerridos, combates espaciales, Pretorianos carmesíes, bases secretas y, una vez más, clones encerrados en urnas de cristal. A veces, como explica Filoni, hay que olvidarse un poco del canon y ponerle corazón.
Corazón que, tenemos que decir, late en los últimos planos de la temporada a pleno rendimiento. Cuando Din se declara a sí mismo como el padre adoptivo de Grogu y éste como su aprendiz mandaloriano, es difícil no emocionarse. Favreau parece que corta lazos con la atribulada historia de Mandalore y devuelve al personaje a su casilla de salida, prometiendo nuevas aventuras alejadas de Katan y sus tramas interminables de tronos, legados y exilios. En este momento, cuando el show de Disney+ reafirma su premisa original, nos parece muy inspirado. Es inevitable pensar en John Ford y la eterna figura de John Wayne tras haber cumplido su objetivo en Centauros del desierto, con el pistolero mirando al horizonte en Nevarro mientras su hijo, Grogu, practica la Fuerza.
En cualquier caso, The Mandalorian y su tercera temporada no nos ha parecido un desastre ni algo aburrido. Simplemente, es otra cosa distinta a lo que se podría esperar. La producción de Favreau ha abrazo su concepto de pieza dentro de un puzle mayor, y ha ido allanando el terreno a lo que veremos en Ahsoka, que se estrena el próximo agosto en Disney+, introduciendo guiños a Star Wars Rebels, y mencionando una y otra vez a Thrawn, el Gran Almirante encarnado por Lars Mikkelsen y que tiene una larga trayectoria en series, novelas y cómics. Favreau ha prometido que seguirá escribiendo capítulos si encuentra la manera de hacerlo, pero Star Wars está planteándose otros caminos. Al menos, de momento. tenemos tres nuevas películas, nuevas series y horizontes. De momento como Din en su silla, nos toca esperar.