En el presente artículo hay spoilers de aspectos fundamentales de la trama de Matrix Resurrections. Si decides tomarte la píldora roja, adelante. Si por el contrario sigues en Matrix y no has visto la película, vuelve más adelante.
Matrix Resurrections se ha estrenado en cines y HBO Max -en Estados Unidos- tras meses de rumores, filtraciones y dudas. En Vandal Random ya os contamos qué nos había parecido el filme en una crítica sin spoilers, y ahora, tras reposarla, nos adentramos en la madriguera de conejo para desentrañar algunas de sus claves, puntos fuertes, errores o ideas más interesantes. Si en 1999 nos preguntábamos qué era Matrix, ahora, a finales de 2021 nos preguntamos... ¿Qué es Matrix Resurrections?
¿Es Matrix Resurrections una secuela, un reinicio o algo completamente distinto?
Hollywood se ha rendido y abonado a las secuelas y los reinicios. Cada pocos años, una gran saga estrena una segunda, tercera o cuarta parte, se reinicia una licencia importante o se busca la manera de reestrenar un clásico de la taquilla bajo una nueva apariencia. Disney lo ha hecho con Star Wars, Marvel lo hace de forma constante y casi matemática con estudios dedicados a ello. Tras el estreno de la cinta original, piedra de toque de la ciencia ficción actual, Matrix contó con una trilogía que marcó el inicio del nuevo milenio, revolucionó el cine y cambió la cultura popular para siempre, alimentando teorías y conspiraciones, así como enalteciendo el debate filosófico sobre las elecciones, lo auténtico y lo virtual.
Matrix Resurrections comienza, precisamente, como las cintas originales y como en el filme de 1999. Un grupo de policías y agentes intenta acorralar a una mujer que parece ser Trinity. La nueva película de Lana Wachowski juega, una y otra vez, con el concepto de la repetición y del bucle, haciendo énfasis en la anomalía que trastocó la reglas del juego en este mundo virtual controlado por las máquinas y en el que los seres humanos son meros esclavos. La promoción a cargo de Warner Bros. ha destacado las conexiones con la trilogía original, y es que, de una manera u otra, esto es la cuarta parte de una historia que comenzó hace veinte años. Es un déjà vu elevado a la enésima potencia.
Es lógico pensar que tanto la major como Lana Wachowski quieran jugar en un terreno cómodo, revisitando secuencias clásicas, haciendo apología de un legado cinematográfico incalculable o incluso destacando las virtudes de una propiedad de la que muy pocos estudios de Hollywood pueden enorgullecerse. Sin embargo, y pese a que la apariencia de reciclaje sobrevuela el metraje de Matrix Resurrections, no estamos ante un caso de corta y pega como El despertar de la Fuerza y otras secuelas tardías de nuestros días. Hablamos de una película que sabe nadar dentro de la autoconsciencia y la metanarrativa, controlando su pulso durante gran parte del metraje como ningún otro producto comercial lo ha hecho en mucho tiempo. La cinta hace suya la mitología de Matrix, la regurgita, la disecciona con precisión milimétrica e intenta con ella desconcertar al espectador.
Se trata de cortocircuitar el sistema aunque eso cause la división entre el espectador, el crítico y el fandom. Rian Johnson ya lo hizo con Star Wars: Los últimos Jedi, y aunque quizás suene a ejemplo manido, supo leer las claves de los blockbusters actuales, de la propia saga a la que pertenecía e intentó entregar un nuevo legado con el sabor de siempre a las nuevas generaciones de audiencias. Lo divertido y controvertido de esto es que, al igual que las máquinas aprovechan el pasado de Neo (Keanu Reeves) para introducirlo de nuevo en el mundo virtual de Matrix -como un informático diseñador de videojuegos-, Lana Wachowski demuestra hasta qué punto quiere deconstruir el mito para levantar uno nuevo.
Este primer tercio juega con las reglas de la narrativa al presentar todos los ingredientes de éxito de la película de 1999 como un mero videojuego. Por momentos, no estamos ante una secuela al uso: estamos ante una declaración de amor, ante un auténtico ensayo sobre lo que significó la cinta que parieron las hermanas Wachowski en su día. Todos aquellos tics visuales y a nivel de guion desfilan, a veces como easter eggs, ante un espectador que duda qué esta viendo en todo momento. La sensación de desconcierto se apodera de la psique del respetable y de repente, todo cobra sentido: estamos descubriendo que, una vez más, estamos en Matrix. Vamos descubriendo aquello que el bueno de Thomas Anderson había olvidado al mismo tiempo que él. Es, sin ningún género de dudas, la parte más brillante del guion de Matrix Resurrections. La nueva versión del escenario virtual en el que los humanos deambulamos es una parodia. Es una secuela, un reinicio, una reinterpretación de la fábula ciberpunk que despertó a toda una generación.
Matrix Resurrections como continuación y algo completamente nuevo: el poder de la ficción en nuestra mente
Una vez las bases se asientan, y comprendemos cómo la cinta juega con sus propios personajes, Lana Wachowski continúa su crítica demostrándonos hasta qué punto quiere contar una nueva historia reestructurando los momentos más totémicos de la cinta germinal. El primer encuentro de Neo con Morfeo (Yahya Abdul-Mateen II) es el epítome perfecto de sus intenciones. Se pasa de un hotel abandonado, con truenos, lluvia y un mobiliario lleno de polvo escogido al milímetro a un cuarto de baño en unas oficinas, jugando de nuevo con el recuerdo, el déjà vu y la parodia. La idea de que nuestros ojos sean los de Neo en todo momento, fusionándose nuestro punto de vista con el del otrora Elegido, cristaliza en la que es una de las mejores secuencias de toda la película. Se rompe la cuarta pared de la mejor de las maneras.
Pero Lana Wachowski, más allá de las reinterpretaciones de sus personajes o de la entrada de un nuevo Agente Smith -ojo con esto-, escribió Matrix Resurrections como una oda al amor derivada su terapia de cara a afrontar el duelo a sus padres. Es importante recalcar esto -la propia historia lo deja claro-: el amor es la génesis de todo. Hace unos meses, os contábamos los motivos por los que Lilly Wachowski no quiso dirigir esta entrega de Matrix junto a su hermana. Lilly Wachowski consideró que no tenía sentido volver a la historia, y tras la muerte de sus padres, se propuso hacer otras cosas y dedicarse a otros menesteres. "No quería volver a recorrer el mismo camino que ya había hecho", llegó a declarar. Lana decidió filmar la cuarta entrega junto al novelista David Mitchell (El atlas de las nubes) y Aleksandar Hemon, dos de sus más cercanos allegados en el aspecto creativo tras Sense8, y esa fuerza creativa, en la que el amor es el motor de absolutamente todo -¡incluso la propia nueva versión de Matrix-, está más que patente.
El discurso crítico hacia la trilogía original está en el código fuente de la película, indudablemente, pero se quiere contar algo distinto, con un cambio de estilo y en la propia dirección del filme que es evidente. No es tan estéticamente pulcra como Matrix Reloaded o Matrix Revolutions, y por momentos, demuestra que las secuencias de acción han evolucionado más en películas como John Wick -también con Keanu Reeves- que en esta cuarta entrega de Matrix. Ya sea queriendo o no, Resurrections se desliga bastante del tiempo bala, de las coreografías y tiroteos extraídos del cine de Hong Kong y se abona a una nueva broma alrededor de estos conceptos que fueron un baluarte en el pasado. El cariño con el que se ha confeccionado esta película es más que evidente en cada fotograma, y aunque el montaje pueda ser apresurado y torpe antes de llegar a su último tercio, el filme sabe perfectamente qué quiere contar.
Y aquí no queda otra que aplaudir la idea de incluir a Neil Patrick Harris, un Analista o Terapeuta, una figura a medio camino entre el Arquitecto y el Oráculo, una nueva encarnación de la tiranía de las máquinas que busca controlar a Neo y garantizar la seguridad de la nueva versión de Matrix construida alrededor del Elegido y Trinity (Carrie Ann Moss). La pareja es el ejemplo perfecto del legado de la ficción en nuestra cultura. Si bien las tres primeras películas de la saga han sido elogiadas por sus imágenes creativas e innovadoras, muchas de ellas muy relevantes dentro de la ciencia ficción y el cine en general, así como por sus temas filosóficos, también nos contaron una notable historia de amor entre Neo y Trinity, ejes del argumento principal. Esa historia de amor, inconclusa y trágica, fue una de las principales razones por las que las estrellas decidieron volver a sus queridos papeles. Y se nota. Su salto al vacío cuando se ven acorralados por las máquinas y los bots que los asedian, enfatiza esa sensación ya presente en otras obras guionizadas por la cineasta como la citada El atlas de las nubes.
El mundo ha cambiado -tanto el virtual como el real de Io, la nueva ciudad en la que sintientes y humanos libres conviven en armonía-, pero ellos han permanecido intactos. Son hijos de un tiempo diferente, de un pasado idolatrado. Pero ambos, como se explica en el final de la película, cuentan con la capacidad de reescribir el mañana. Lana Wachowski conjuga el código de su nueva historia con una brillantez inusitada. Pasa de criticar, reinterpretar o derrumbar los mitos del pasado a abrazarlos, otorgarles fuerza y cariño, llevándolos a un nuevo capítulo de sus vidas de ficción. Es una obra de arte y ensayo revestida de blockbuster. Dejando claro que no habrá una continuación, Matrix Resurrections puede considerarse un epílogo atípico de una saga venerada y mitificada, y pese a su irregular calidad cinematográfica, es una cinta a reivindicar. Un ejercicio catártico tan arriesgado como inteligente.