España y Marruecos llevan casi diez años jugando una partida discreta pero tensa por un territorio que nadie puede ver a simple vista: el monte submarino Tropic. Bajo las aguas del Atlántico, al sur de El Hierro, descansa este volcán extinguido que, pese a su silencio geológico, se ha convertido en uno de los botines más codiciados del fondo marino.
El motivo es tan simple como contundente: Tropic guarda en sus entrañas minerales estratégicos -cobalto, telurio- capaces de redefinir la producción energética de las próximas décadas.
Un tesoro energético enterrado a 3 km enfrenta a España y Marruecos desde hace casi 10 años
Este gigante hundido pertenece a la cadena de las llamadas “abuelas canarias”, formaciones más antiguas que las propias islas. Su cumbre se oculta a mil metros de profundidad y su base se desliza hasta los tres mil, un coloso de 120 millones de años que algunos investigadores consideran una especie de “isla fósil”, un archivo mineral acumulado durante su larguísima existencia. Ahí reside su atractivo y el origen de la disputa.
De todos los materiales detectados, el telurio destaca como el auténtico tesoro: esencial para fabricar paneles solares avanzados y raro en la superficie terrestre. También abundan huellas de cobalto, clave en baterías y tecnologías de almacenamiento. La pugna, sin embargo, no se decide solo en términos científicos. Según RTVE, Tropic se sitúa en una franja compleja, una posible prolongación de las aguas del Sáhara Occidental. Ese matiz empuja la decisión final a Naciones Unidas, encargada de establecer de quién es realmente el fondo marino.
Pese al valor potencial de este depósito natural, cualquier intento de extraer minerales está lejos de materializarse. Los más de 3000 metros de profundidad suponen un desafío mayúsculo: presión aplastante, oscuridad perpetua y un terreno que no da tregua. Los expertos hablan de dos o tres décadas antes de disponer de tecnología viable. Además, Tropic es un ecosistema frágil, poblado por corales de aguas abisales y especies que apenas conocemos. Por eso la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos insiste en la prudencia y en no convertir la exploración en un daño irreparable.
