El megaproyecto para construir un túneles submarinos que conecten España y Marruecos a través del Estrecho de Gibraltar sigue ganando impulso, perfilándose como una de las obras de ingeniería más complejas y visionarias de la historia moderna. Con 42 kilómetros de longitud, de los cuales 27,7 serían bajo el agua, esta infraestructura busca transformar la relación entre Europa y África, facilitando el comercio, el transporte y la conexión cultural entre ambos continentes.
Una alianza estratégica para un proyecto sin precedentes
Durante una reciente visita oficial a Marruecos, el ministro español de Transportes, Óscar Puente, destacó la importancia estratégica de esta obra y el interés de las empresas españolas en participar en su construcción. La reunión incluyó la planificación de la próxima sesión del Comité Mixto Hispano-Marroquí, donde se definirán las fases del proyecto y se establecerá un Plan de Comunicación común para mantener informada a la ciudadanía.
El diseño contempla tres galerías
: dos para transporte ferroviario de pasajeros y mercancías, y una tercera destinada a servicios y seguridad. La ruta elegida, conocida como “Umbral del Estrecho”, aprovechará la zona menos profunda entre Punta Paloma (España) y Punta Malabata (Marruecos). Este trazado no solo reducirá costes, sino que también minimiza los riesgos asociados a las corrientes marinas y la actividad sísmica del área, desafíos clave que descartaron la opción inicial de un puente.Fechas tentativas y expectativas a largo plazo
Aunque todavía no hay una fecha concreta para su finalización, se estima que el proyecto podría estar operativo entre 2030 y 2040, dependiendo del avance en los estudios preliminares y de la financiación internacional que se logre. A pesar de especulaciones que apuntan al Mundial de Fútbol de 2030 como fecha inaugural, los responsables consideran que ese objetivo sería poco realista dado el alcance de la obra.
Más allá de los plazos, este túnel promete convertirse en un punto de inflexión para la integración económica y social entre Europa y el Magreb. Con la posibilidad de conectar directamente ciudades como París, Madrid, Rabat y Casablanca, la infraestructura no solo fortalecería el comercio internacional, sino que también impulsaría el desarrollo regional, abriendo una nueva era de colaboración y progreso entre dos continentes históricamente separados por el mar.