Ha sido el movimiento más extraño y arriesgado de todas las guerras del streaming. Hace unos meses, Netflix y HBO llegaron a un acuerdo: las grandes series de HBO llegarían al portal de Ted Sarandos de forma paulatina, permitiendo que producciones míticas de la televisión como Ballers, The Pacific, Hermanos de sangre, True Blood o A dos metros bajo tierra, se añadiesen a la biblioteca de contenidos de Netflix. Si bien es cierto que Warner tiene problemas con las suscripciones de HBO Max (Max) y ha acumulado pérdidas millonarias por la huelga de Hollywood y la fusión de la major con Discovery, esta táctica parece ir por buen camino. Os lo explicamos.
La exclusividad en el streaming, la rentabilidad de licencias clásicas y la decisión de ceder el catálogo a un servicio rival: Warner ha ejecutado un movimiento impresionante e inteligente
Warner Bros. Discovery ha decidido que la exclusividad de series clásicas no tiene demasiado sentido a día de hoy. La ejecutiva de la major ha ejecutado un movimiento comercial difícil de comprender a día de hoy, pero se trata de una suerte de golpe de efecto que pone patas arriba muchas de las concepciones clásicas que tenemos en lo relativo a los contenidos en las plataformas de streaming y que beneficia tanto a Netflix, que recibe estas series de prestigio, como a HBO y Warner, que rentabiliza producciones ya amortizadas.
A día de hoy, en un mercado saturado de contenidos, con muchas plataformas, no todo el mundo puede suscribirse a ellas. Netflix sigue siendo la plataforma líder, con más de 232,5 millones, por lo que ceder series al servicio más predominante, es interesante.
Hace unos años, las plataformas buscaban rentabilizar las suscripciones a través de licencias exclusivas de terceros, con películas o series atractivas que intentaban atraer al público. Netflix creció mucho en sus primeros tiempos de esta manera, todos recordábamos cómo jugaba con Friends, las películas de Marvel y otras series de interés. Pero pronto las exclusividades fueron más difíciles, los contenidos originales cobraron importancia y la irrupción de otras plataformas de streaming movieron el mercado y cambiaron las reglas del juego. El público se fragmentó y conseguir dinero de los abonados, así como lograr la rentabilidad, era cada vez más difícil.
El movimiento de Warner es una estrategia de posicionamiento y que busca rentabilidad. Por ejemplo, Netflix logra calidad en su catálogo, aumenta su prestigio al contar con algunas de las series más míticas de la televisión, muchas de las cuales no son el foco de atención de los suscriptores de HBO Max, más interesados en novedades más actuales que en el fondo de catálogo clásico del servicio. Y, lógicamente, sirve de escaparate para los 200 millones de personas de Netflix, que al ver los contenidos originales de HBO, pueden pensar en abonarse a la plataforma de Warner Bros. Discovery. E incluso servir de sondeo para la creación de continuaciones, spinoff y nuevas temporadas inspiradas en las ficciones de antaño.
Una fusión que, no olvidemos, ha dejado a una de los mayores entes del entretenimiento del mundo de Hollywood, con un agujero de 50.000 millones de dólares. Sea como sea, de momento, parece ir bien. En países como España, True Blood o Hermanos de sangre han contado con un apoyo del público masivo, colocándose entre los contenidos más vistos de Netflix en las últimas semanas.