Derry vuelve a abrir la boca. It: Bienvenidos a Derry recupera la idea más inquietante de Stephen King: hay lugares que funcionan como una herida que no cicatriza, un punto del mapa donde el mal cambia de forma —payaso, epidemia, paranoia colectiva—, pero no de intención. La serie se asoma a un ciclo anterior de la ciudad y vuelve a insistir en esa sensación de fatalidad local: en Derry, el horror no siempre llega de fuera; a menudo ya está instalado en la rutina.
La película de Lawrence Kasdan, El cazador de sueños (2003), disponible en Netflix, arranca con cuatro amigos que se reúnen en su escapada anual al bosque y arrastran un secreto de infancia: desde que salvaron a Douglas “Duddits” Cavell, comparten habilidades psíquicas (la famosa “línea”) que convierten su amistad en una especie de circuito cerrado. Ese vínculo, que en otras historias de King es refugio, aquí se convierte también en antena: cuando aparece una amenaza, el terror se cuela por el cuerpo, por la mente y por la confianza.
En la cinta, cuatro amigos se reúnen en su cabaña para la escapada anual, unidos por un secreto de infancia y por una conexión mental que les permite “sentirse” entre ellos. Cuando una amenaza de origen extraño irrumpe en el bosque, el grupo queda atrapado entre la desconfianza, la intervención militar y una presencia que invade todo, convirtiendo la amistad en su única defensa… y también en su punto más vulnerable.
Derry, el lugar al que siempre se vuelve
Lo interesante para el “puente” con It es que, en el material de origen, todo ocurre “cerca de la localidad ficticia de Derry, Maine” y la historia no tarda en volver hacia allí: Derry aparece como horizonte inevitable, como si el pueblo fuese un imán para lo que no debería existir (y, sobre todo, para lo que nadie quiere recordar). King lo deja claro desde el planteamiento: el núcleo es la amistad, sí, pero también el regreso a un lugar que no termina de soltarte.
Ahí encaja It: Bienvenidos a Derry, que funciona como precuela de las películas de 2017 y 2019 y pone el foco en un ciclo anterior de la ciudad, con Bill Skarsgård de vuelta como Pennywise (y además como productor ejecutivo). La serie se sitúa en 1962 y estira la idea de Derry como ecosistema tóxico: no solo por el monstruo, sino por la violencia cotidiana que el pueblo normaliza y que “alimenta” ese horror.
Dos historias unidas por el mismo latido
En El cazador de sueños, la amenaza adopta forma de infección y de ocupación mental; en Welcome to Derry, la serie subraya cómo Pennywise prospera en una comunidad donde el miedo y el odio llevan décadas sedimentando —el episodio que adapta el incendio del Black Spot lo convierte en un ancla emocional precisamente por eso.















