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Alemania acusa a Rusia de un gran ciberataque que afectó al tráfico aéreo y de manipular sus elecciones generales

Los vídeos falsos sobre papeletas destruidas, supuestos complots contra determinados partidos o rumores no solo erosionan la confianza en el árbitro electoral: pueden disuadir de ir a votar.
Alemania acusa a Rusia de un gran ciberataque que afectó al tráfico aéreo y de manipular sus elecciones generales
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Actualizado: 16:05 12/12/2025
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Alemania ha decidido pasar al contraataque diplomático. El Gobierno de Berlín ha acusado formalmente a Rusia de orquestar un gran ciberataque contra el control del tráfico aéreo alemán y de desplegar una amplia campaña de desinformación durante las elecciones federales de febrero de 2025.

Como respuesta, el Ministerio de Exteriores ha convocado al embajador ruso, Sergei Netschajew, y advierte de que, en coordinación con sus socios europeos, adoptará “contramedidas” para que Moscú “pague un precio” por lo que califica de acciones híbridas dirigidas a dividir a la sociedad alemana y minar la confianza en sus instituciones.

En el centro del caso está el ataque informático contra la agencia de control aéreo Deutsche Flugsicherung (DFS) en agosto de 2024. Aquel incidente afectó a los sistemas de oficina y comunicaciones de la entidad —sin llegar a provocar choques de aviones, pero sí obligando a activar protocolos de contingencia— y ahora se atribuye oficialmente al grupo de hackers APT28, también conocido como Fancy Bear, vinculado a la unidad 26165 del servicio de inteligencia militar ruso (GRU). Este grupo es un viejo conocido: agencias europeas y estadounidenses lo responsabilizan de ciberataques contra el Bundestag en 2015, el Partido Demócrata en 2016 o campañas de intrusión contra empresas logísticas implicadas en el envío de ayuda a Ucrania.´

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De los radares a las urnas: el rastro de APT28

El segundo frente es informativo. Berlín acusa a Moscú de intentar torcer las elecciones de febrero mediante la operación de desinformación “Storm-1516”, activa desde 2024. Según el Gobierno alemán y distintos organismos europeos de monitorización, esta red de páginas web y cuentas coordinadas difundió vídeos manipulados, falsos escándalos de corrupción y supuestas filtraciones médicas para desacreditar al entonces candidato conservador Friedrich Merz y al aspirante verde Robert Habeck, al tiempo que alimentaba narrativas victimistas en torno al partido ultraderechista AfD. Informes técnicos franceses sobre Storm-1516 apuntan, además, a individuos y estructuras ligados al ecosistema del GRU y a figuras próximas al Kremlin, lo que refuerza la tesis de una operación estatal y no de un simple enjambre de simpatizantes.

Para los servicios de inteligencia alemanes, todo encaja en una estrategia de presión a largo plazo. El jefe del BND, Martin Jäger, ya alertó en otoño de que Europa vive, “en el mejor de los casos, una paz fría que podría derivar en choques calientes”, y que Moscú está sondeando de forma sistemática los límites de la OTAN mediante sabotajes, espionaje, ciberataques e intentos de manipular la opinión pública. El uso combinado de ataques contra infraestructuras críticas —aeropuertos, puertos, redes ferroviarias— y campañas digitales basadas en deepfakes, webs clonadas y bots automatizados encaja con el patrón descrito también por aliados como Estados Unidos, que en mayo ya condenó públicamente la “actividad maliciosa” de APT28 contra Alemania y otros socios europeos.

Respuesta europea y pulso geopolítico

El Gobierno de Olaf Scholz primero y ahora el de Friedrich Merz buscan mostrar que no se trata solo de un rifirrafe bilateral. Berlín trabaja en respuesta conjunta con la Unión Europea, que ya discute cómo blindar mejor los procesos electorales, sancionar a individuos implicados en campañas de desinformación y reforzar la ciberseguridad de infraestructuras críticas. En paralelo, Bruselas baraja usar parte de los activos rusos congelados para financiar a largo plazo la defensa y la reconstrucción de Ucrania, lo que añade otra capa de tensión a unas relaciones ya marcadas por sanciones, expulsiones de diplomáticos y acusaciones cruzadas. Moscú, por su parte, niega sistemáticamente cualquier implicación y tacha las pruebas presentadas de “acusaciones infundadas”.

Muchos expertos insistan en que la respuesta no puede ser solo tecnológica o policial: además de rastrear a grupos como Fancy Bear, la defensa pasa por alfabetización mediática, transparencia institucional y una ciudadanía capaz de detectar cuando, detrás de un vídeo viral, lo que se agita no es solo el algoritmo… sino los intereses estratégicos de una potencia extranjera.

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