No es tan popular como The Elder Scrolls, ni como los Souls, ni como otra saga de Capcom, Monster Hunter. Pero Dragon’s Dogma es un RPG de acción en mundo abierto para un jugador muy querido por todos aquellos que le dieron una oportunidad, que fueron muchos más con Dark Arisen y que en los últimos años, gracias a las recomendaciones de los fans y de las ofertas agresivas, se ha ganado un hueco en el corazón de los aficionados al rol. No es de extrañar: es un título diferente en su género, incluso un poco raro.
Han pasado más de 11 años desde su estreno, un periodo en el que Hideaki Itsuno, el director de los Devil May Cry a excepción del primero, ha aguantado las preguntas de esos fans acérrimos sobre si habría una secuela. Un Dragon’s Dogma 2 que, tras su anuncio el año pasado, por fin hemos podido probar durante algo más de una hora. Es una de esas segundas partes que en un primer contacto parece "de manual", de querer mejorar en todo a ese predecesor que bebía a la vez de los juegos de acción, de los MMO y del rol clásico de Dragones y mazmorras. Y ya os adelantamos que nuestras primeras impresiones no podrían ser más positivas.
Una aventura centrada en la libertad
No hemos tenido la oportunidad de comenzar la historia desde el principio, el momento en el que accedemos a un editor de personajes, que se promete completísimo (Capcom ya tiene experiencia en esto; que le pregunten a Street Fighter 6), para crear al Ascendente, el protagonista silente humano o Beastren (una raza de rasgos de felinos), y también al Peón que nos acompañará durante toda la aventura. Tras ese primer contacto despertaremos en una cárcel subterránea como un héroe, o heroína, sin recuerdos, pero en cuya cabeza resuena la voz de un dragón.
No es la premisa argumental más emocionante ni profunda, pero tampoco lo pretende: es tan solo un punto de partida argumental para que cada jugador cree su propia historia con libertad, según sus acciones a lo largo de decenas de horas. En la partida tienen tanto peso las misiones principales en las que se van rescatando recuerdos (como una vistosa batalla contra el que parece ser el dragón que escuchamos al despertar) y que no sabemos qué nos deparará; como la inmensa cantidad de secundarias que nos ofrecen los personajes que encontramos, más o menos trabajadas según el caso, pues hemos visto encargos que nos llevan a cavernas atestadas de goblins y amenazas aún peores, pero también tareas que nos solicitan encontrar una flor, por ejemplo.
El interesantísimo sistema de Peones
Si no habéis jugado a Dragon’s Dogma os preguntaréis qué es eso del "Peón" que hemos mencionado más arriba. Es, ni más ni menos, que una de sus principales señas de identidad. Ese personaje que nos acompaña desde el principio está controlado por la inteligencia artificial, y además de ayudar en los combates y de poder darle órdenes, aprenderá paulatinamente de nuestra manera de jugar, lo que se reflejará en su comportamiento. Además, podemos llevar otros dos peones adicionales y cambiarlos en cualquier momento.
Pueden ser personajes que encontramos en las ciudades, en las aldeas y en los caminos, cada cual con su vocación (clase). O bien un Peón de otro jugador que reclutamos a través de internet: si en la partida del otro usuario ese ayudante ha completado una misión que nosotros aún no conocemos, o ha descubierto un cofre, o conoce cierto secreto, nos guiará hasta todo eso, lo que supone una especie de multijugador asimétrico muy interesante. Además, se podrán votar los peones más interesantes para que los vean más aventureros, lo que sin duda creará una comunidad con interés por desarrollar compañeros útiles.
Un mundo enorme que muta al caer la noche
Así, aunque sea un título para un jugador, en nuestras aventuras por Vermund, el reino de la humanidad, siempre estaremos acompañados. Un mundo, por cierto, que da la sensación de ser enorme, tanto por lo que vimos en el menú del mapa como por el vasto horizonte que teníamos frente a nuestros ojos. Es un mundo frondoso, de naturaleza exuberante, repleto de ciudades, aldeas, bosques, montañas, desniveles y cuevas; un entorno variado donde los PNJ viven sus propias vidas, y en el que nunca sabemos qué sorpresa o amenaza nos encontraremos tras cruzar un puente o al hablar con un carretero —a no ser que sea una de esas carretas de bueyes que sirven como viaje rápido—.
Es un mundo (en realidad, mundos, pues también visitaremos Battahl, el reino de los Beastren) con su propio ciclo de día y noche que transcurre paulatinamente, y que también podemos forzar al descansar, si tenemos el objeto consumible requerido, en alguna de las fogatas que encontramos en el viaje, donde se puede hablar con los peones sobre las actividades importantes que estamos llevando a cabo en ese momento, y también charlar sobre pequeñas cosas; eso sí, no esperéis un sistema de conversaciones profundo, sino un menú para elegir una cosa o la otra. Pero volvamos a la noche. Cuando el sol deja de brillar, Vermund es un lugar muy diferente. Prácticamente no vemos más allá de nuestros pies, por lo que más nos vale llevar un farol y combustible para el mismo.
En la oscuridad acechan otros peligros, más intensos si cabe que cuando hay luz: las arpías, los trasgos, los animales salvajes y los cíclopes dan paso a esqueletos vivientes, a fantasmas, a peligrosos invocadores y toda clase de enemigos que intentarán darnos matarile. Aquí está otra de las claves de Dragon’s Dogma frente a otros juegos de su tipo: es un RPG de acción donde la parte de "acción", abundante, tiene más peso que la de "RPG". Y por suerte, el sistema de combate es genial. En primer lugar, como ya hemos dejado entrever, porque el bestiario es amplísimo, y el comportamiento de cada criatura, muy variado.
Un combate divertidísimo que muta según la clase
En segundo lugar, porque las Vocaciones o clases distinguen totalmente a un personaje de otro. Hemos podido jugar con tres de las seis clases que han anunciado por el momento, y a los mandos cada una se percibía tan diferente como satisfactoria, algo que no es de extrañar teniendo en cuenta los antecedentes del director. Es un control propio de un hack and slash (tenemos un ataque débil y otro fuerte, cuatro habilidades o magias, salto, esquiva, el bloqueo o el apuntado…) y que se mueve como tal: es ágil, dinámico y gustoso a los mandos. Tanto si damos espadazos y realizamos desvíos con el escudo del Luchador como si danzamos con las dagas y las teñimos de electricidad con el Ladrón, y también si nos dedicamos a lanzar flechas de distintas maneras con la Arquera, dejando que los peones acompañantes les infundan magia elemental.
En esa cooperación constante entre el jugador y esos NPC que saben valerse por sí solos está la importancia de formar un equipo de peones con sinergias, algo que será clave para salir victorioso de los combates. Por cierto, al combatir a los más grandes, ya sea un cíclope o un minotauro enfurecido, se rescata una idea que ya estaba en el original y que parece heredada de Monster Hunter: la posibilidad de agarrarnos a ellos, si utilizamos con cabeza la verticalidad de los escenarios, para poder asestarles un buen puñado de golpes antes de que nos derriben.
Físicas y entornos reactivos con el RE Engine
Como veis, los combates de Dragon’s Dogma nos han dejado más que satisfechos, y eso que no hemos tenido oportunidad de trastear con uno de los elementos más interesantes del título: la reactividad de los entornos gracias a un sistema de físicas muy desarrollado, que promete permitirnos resolver enfrentamientos sobre un puente colgante destrozándolo, o asediar una fortaleza aprovechando que está resquebrajada para derribarla, por poner un par de ejemplos.
Es algo muy prometedor y con posibilidades que seguramente no salgan a relucir con partidas breves como la que hemos tenido, y también algo muy demandante en lo técnico: la consola o el ordenador tiene que calcular todas esas físicas, todas esas interacciones entre elementos, toda la inteligencia artificial de los personajes, en un mundo abierto amplísimo. Por eso no nos ha chocado que en esta ocasión el RE Engine de los Resident Evil y de Street Fighter 6 no luzca tan espectacular a pesar de ser un juego de última generación; eso sí, si alejamos la vista de los detalles, si en lugar de prestar atención a los rostros de los personajes nos paramos un momento en observar el horizonte que nos rodea, el título muestra su músculo técnico.
Llegará "próximamente" a PC, PS5 y Xbox Series
Dragon’s Dogma 2, como apuntábamos antes, lo tiene todo para maravillar a los fans del primero, pues es una de esas secuelas que mejoran cada uno de los pilares de su predecesor. Se percibe como un RPG de acción ambicioso, diferenciado del resto de los títulos del género. Una aventura repleta de acción y de libertad con un montón de sistemas interesantísimos tanto en concepto como en ejecución. En definitiva, un mundo en el que ansiamos perdernos durante semanas cuando llegue próximamente a PC, PlayStation 5 y Xbox Series X/S.
Hemos realizado estas impresiones tras probar una versión preliminar para PlayStation 5 invitados por Plaion.