Resistance 3 llegará en septiembre de este año continuando una de las sagas que han nacido en la consola PlayStation 3. Insomniac Studios lanzó la primera parte junto con la máquina en mercados occidentales, a finales de 2006, planteándonos una lucha de la humanidad contra una extraña amenaza alienígena y mutación en unos años 50 diferentes, condicionados por la llegada, décadas atrás, de esta infección a la Tierra. La segunda parte, lanzada en Navidades de 2008, continuaba la historia y la llevaba a los Estados Unidos, único territorio por invadir por parte de la Quimera, y dejaba a la humanidad en una situación cercana al exterminio.
Esta tercera parte estará en las tiendas en septiembre de este año y nos presenta un panorama desolador. Ya no es resistencia propiamente dicha, ya que la Quimera ha ganado y exterminado toda oposición organizada, y lo que quedan ahora son vestigios de humanidad luchando por sobrevivir en un planeta que ya no es suyo. Para esta tercera parte, Insominac se ha tomado su tiempo, y ha contado con un año más de desarrollo que enseguida se notan.
El progreso visual es notable respecto a su predecesor, que lucía bien pero padilecía ante Killzone 2, lanzado solo tres meses después. En un evento celebrado en Los Ángeles, pudimos probar el modo campaña del juego, ver otro nivel jugado por gente de Insomniac, y participar en algunas partidas multijugador.
Lo primero que nos ha llamado la atención de Resistance 3 es su cambio de estilo. Sigue siendo un juego de acción en primera persona, con todo lo que ello conlleva, pero ya no intenta ser un juego de guerra contra aliens, acompañados de otros soldados, sino que parece intentar diferenciarse optando por una jugabilidad solitaria, al estilo de juegos como Bioshock, situando al jugador en escenarios peligrosos donde tendrá que enfrentarse en solitario, o casi, a enemigos que van atacándonos en los diferentes niveles, en un trayecto que nos hará recorrer buena parte de Estados Unidos, desde el Medio Oeste hasta la ciudad de Nueva York, donde aparentemente reside la única esperanza de la humanidad para poder cambiar las tornas de la guerra.
Este cambio, un intento para que Resistance deje de ser un Call of Duty para convertirse en un Doom, por resumirlo de alguna manera, lo notamos en los dos niveles que nos enseñaron del juego. El primero, jugado por Insomniac, tiene lugar en un bosque de Pennsylvania, cerca de Filadelfia, y en él tenemos que sobrevivir a una serie de francotiradores de la Quimera que intentan acabar con nosotros, mientras nos escurrimos entre los árboles para sorprenderlos. Según nos iban enseñando el nivel, nos fueron comentando algunos de los cambios en esta tercera parte. Las armas son más futuristas, habiendo más armas de la Quimera, con un aspecto más alien, y contando con nuevos e imaginativos disparos secundarios. Además, las armas van mejorando a medida que las vayamos usando, aunque no nos especificaron si este sistema de mejora de armas dejará algo de elección para el jugador, o será completamente automático.
Lo que sí nos confirmaron es que la intención de los desarrolladores es hacer el juego más variado, dando a los jugadores más opciones para resolver las diferentes situaciones que nos vayamos encontrando. Los niveles serán lineales, pero con ciertos grados de libertad dependiendo de la zona de los mismos en la que nos encontremos, permitiendo abordar a cada grupo de enemigos de varias maneras. Esto lo pudimos ver y comprobar en el nivel que nos mostraban, en el que, una vez derrotados los francotiradores, nos enfrentábamos a otros enemigos usando el variado repertorio de armas de Resistance 3, algunas de ellas completamente nuevas.
Luego pudimos jugar nosotros, pero no en ese nivel, sino en otro ambientado en una parte anterior del juego, en las marismas cercanas al río Misisipi, acompañados del doctor Malakov, el que aparentemente tiene la clave para acabar con la Quimera. A grandes rasgos es lo que podemos ver en el vídeo que acompaña a estas líneas. Vamos en un barco camino del río Misisipi, y nos enfrentamos a enemigos que van surgiendo de un lado y otro del camino, desde las casas anegadas o desde otras ruinas. Para acabar con ellos contamos con una escopeta de cañones recortados modificada, que Malakov nos enseña a usar, y con otras armas que debemos aprender a compaginar para hacer frente a las diferentes amenazas, desde enemigos simples, que saltan hacia nuestro barco desde los lados, hasta otros más complicados como "piernas largas", capaces de perseguirnos por el escenario mientras el barco avanza, o incluso drones voladores.
El barco discurre lentamente por las aguas mientras nosotros tenemos que salvaguardar su integridad y, especialmente, la nuestra. De vez en cuando se queda atrapado entre bloques de hielo, que tendremos que destruir. A medida que el nivel avanza y nos vamos enfrentando a diferentes peligros, la embarcación va deteriorándose, pero todo dentro del plan predefinido del nivel, en el que hay sitio para algunas desagradables y gigantescas sorpresas.
Este nivel tan solitario y tan predefinido, pero aun así divertido, parece ser el ejemplo perfecto para resumir este cambio de estilo del juego. De las batallas, en una época de resistencia, a la lucha desesperada y en solitario, en unos momentos donde solo queda la supervivencia. De hecho, vuelve la barra de vida que, aunque se recupera hasta cierto punto como en el primer Resistance, necesita de vez en cuando de botiquines para que vuelva a un estado completamente saludable.
Luego está el multijugador, como de costumbre imprescindible en los juegos en primera persona, que pudimos probar en varias partidas por equipos: Quimera contra humanos. El armamento de los dos es el mismo, pero cambian sus poderes especiales y, claro está, el aspecto que tienen. El ritmo más pausado del juego se nota en el multijugador también, donde no nos moveremos tan rápido como en otros títulos, y la existencia de una barra de vida larga (que se va recuperando poco a poco) hace que las muertes sean un poco más lentas, que tengamos que disparar bastante a los enemigos para acabar con ellos, aunque, claro está, los disparos a la cabeza aceleran el trabajo.
En media hora y en un modo de juego tan visto como el deathmatch por equipos no se puede sacar demasiado en claro de la modalidad, salvo comentar que vamos ganando experiencia muerte por muerte, que las muertes a las que hayamos contribuido también puntúan (y están clasificadas como "asistencias"), y que los ítems le dan un toque diferente al juego. Los Chimera pueden crear, por ejemplo, un doble (doppelganger en el juego), lo que hace que estén siempre acompañados por otro bicho exactamente igual a ellos, situado a un metro a su izquierda o derecha, lo que hace más difícil darles, por supuesto. El ítem por excelencia de los humanos es un escudo protector esférico desde el cual podemos disparar a salvo, aunque los enemigos, obviamente, pueden entrar dentro de él y acabar con nosotros. Muy divertido, pero no demasiado diferente a otros juegos en primera persona tan divertidos. Habrá que ver qué modos extra se les ocurre incluir.
A nivel visual el juego ha crecido como era de esperar tras tres años de desarrollo, y muestra un aspecto visual muy mejorado respecto a Resistance 2, un juego que se quedó desfasado pronto. Aunque no hemos visto demasiado, los niveles que pudimos ver tenían un gran aspecto y, sobre todo, llamaban la atención por su diseño artístico, con una ambientación decadente y oscura, transmitiendo esa sensación de desamparo y supervivencia que encaja a la perfección con la idea del juego.
Resistance 3 nos ha dejado muy buenas sensaciones. En vez de intentar competir con los cada vez más habituales juegos de acción bélica en primera persona, apuesta por ser un shooter tradicional, solitario, planteándonos una misión de supervivencia contra un enemigo muy superior, en escenarios llenos de iconos americanos devastados por la Quimera. En septiembre llegará a las tiendas contándonos cómo hace la humanidad, o lo que queda de ella, intenta inclinar la balanza de nuevo a su favor.