Análisis de Demon Gaze (PSVITA)

De los muchos juegos de rol que recibe PS Vita –y que por suerte gran cantidad llegan a Occidente-, no habíamos encontrado ninguno que siguiese los pasos del mítico Wizardry –de los clásicos, no del octavo capítulo-: un RPG que simula primera persona, explorando mazmorras con movimientos por casillas y luchas por turnos. Ver un juego de este tipo, además acompañado de un apartado técnico muy discreto, lo hace automáticamente un lanzamiento para un público muy minoritario aunque venga acompañado de coloridos y alegres diseños manga. Que no te engañe su aspecto, tampoco es un juego fácil.
La primera impresión, si no estás acostumbrado a este rol, es de extrañeza. Experience Inc. tampoco facilita mucho la introducción a los novatos porque empieza pronto con la acción y los tutoriales, que los hay, pasan bastante rápido. En menos de una hora estarás pensando en pagar un alquiler, exploración de laberintos y obtención de demonios. La base no es tan compleja como aparenta, pero digamos que no es el RPG con mejor curva de aprendizaje. Añade que el idioma de los textos, por supuesto en inglés, será una traba para muchos jugadores, y tienes un peculiar e interesante RPG no apto para todos los gustos.
La historia nos presenta a un joven especial, Oz si no decidimos cambiarlo, con capacidad de obtener demonios y domesticarlos. Es un demon gazer. Tras la breve introducción llegaremos a una posada que será el centro de operaciones del juego. Esta parte se desarrolla al estilo de novelas visuales, con diálogos de personajes –preciosas ilustraciones, aunque prácticamente sin animación- y podemos explorar los diferentes pisos del edificio con sus establecimientos, habitaciones, la recepción de nuevas misiones, fortalecimiento de equipamiento y otras tareas esenciales mediante menús.

El héroe es configurable físicamente escogiendo uno de los muchos retratos disponibles, incluso cambiar de raza y sexo, si bien Demon Gaze ya nos avisa que esto no tendrá efectos en los textos y se seguirán refiriendo a nosotros como varón humano –eh, ¡pero la imagen cambia!-. Una primera impresión positiva la tenemos en que el argumento y los secundarios son moderadamente entretenidos, por encima de la media de los dungeon crawler que, normalmente, prefieren centrarse sólo en la parte estrictamente jugable.
El progreso en general es el siguiente: exploras una mazmorra eliminando enemigos, obtienes recursos –experiencia, equipo, dinero,-, regresas a la base, te equipas mejor y vuelves a elegir otro mapa. Una vez decidimos pasar a la acción entrando en una de las localizaciones nos encontramos con exploración en primera persona. El impulso natural es jugarlo como si se tratase de Skyrim o incluso un viejo Doom, pero no se controla tal y como imaginas, de hecho basta usar únicamente la palanca izquierda para avanzar por las catacumbas, pasillos, salas o ruinas.

Como en el citado Wizardry, un ligero paso adelante nos hace avanzar una casilla en la cuadrícula imaginaria –no se ve, pero muchas veces se intuye por la textura del terreno-. Podemos girar en 90 grados e interactuar en el escenario por ejemplo rompiendo algunas paredes que ocultan pasadizos o activando mecanismos que abren puertas. Una vez asumimos que la recreación del mundo no es la de Killzone: Mercenary no cuesta demasiado entrar en esta ambientación tan esquemática y añeja, y si no fuese porque muestra un mapa en pantalla sería uno de esos RPG que habría que acompañar de una hoja cuadriculada para hacer nuestro propio plano.
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