Análisis de Shogun: Total War (PC)
Todos los países han tenido una etapa negra en su historia. Y Japón no iba a ser menos, así que al igual que en Europa nos estuvimos peleando por cada pedazo de tierra durante cientos de años, y cuando descubrimos el nuevo mundo cometimos muchísimas atrocidades, los japoneses también hicieron de las suyas. Y no hablo de la segunda guerra mundial, antes de que los japoneses aprendiesen a hacer minicadenas y televisores y se divirtiesen dibujando mangas y exportando pokemon, tenían otra forma de pasar el rato: Pelearse por ser el mandamás de Japón. Y en esto consiste Shogun: Total War, en acabar con todos los clanes y convertirte en el Shogun de Japón.
El juego, con vericidad histórica, se desarrolla en el periodo de guerra civil de Japón: El Sengoku Jidai (Era del país en guerra). Shogun: Total War es sobre todo un juego de estrategia en tiempo real, ya que el plato fuerte del juego son las batallas.
En las batallas manejarás a un ejército con lanceros, campesinos, arqueros, caballería, samurais, mosqueteros, monjes guerreros, najinata... Y es que si algo tiene Shogun: Total War es diversidad de unidades y, por supuesto, unas ganan a otras, como si se tratase del piedra-papel-tijera.
Los arqueros tienen ventaja sobre las unidades de a pie, sobre todo con los lanceros, la caballería vence a los arqueros gracias a su velocidad, y los lanceros acaban con los caballeros gracias a sus lanzas. Claro que no todo depende de esto, también está el factor habilidad de un grupo de soldados, que es el honor. El honor se consigue ganando batallas y realizando actos valerosos, como sabéis, el honor era algo muy importante de aquella, no como ahora que son las apariencias lo que cuentan (de todas formas, lo del honor era una chorrada).
El modo batalla carece de pausa, por lo que tendrás que ser muy hábil moviendo a todo tu ejército a la vez, para lo cual tendremos un sistema de juego muy intuitivo.
La otra parte del juego consiste en administrar tu clan, conquistando provincias enemigas, construyendo infraestructuras que te permitan producir unidades más poderosas y recogiendo los impuestos de tus provincias. El koku es la moneda, y tu riqueza dependerá siempre de tus cosechas: algunas veces serán buenas, otras malas. El modo campaña consiste en conquistar TODO Japón, lo cual te llevará tiempo, pero que se acortará si resuelves las batallas automáticamente (algo positivo si no se te da bien pelear en tiempo real). Esto se realizará mediante turnos en los que tu y tus enemigos pensais simultaneamente, así que puede darse la posibilidad de que tu invadas una provincia enemiga y que el enemigo te invada una a ti.
Además de las unidades de batalla, también podrás entrenar emisarios, ninjas (asesinarás generales, emisarios, etc... enemigos), shinobis (espías), sacerdotes (si te alías con los portugueses, para expandir el cristianismo) y hasta la Gheisha Legendaria, una superasesina.