Hace unas semanas, el término NFT no era demasiado común, ni tenía demasiada repercusión fuera de determinados círculos snobs de internet. Ahora, es la palabra de moda. Los Non-Fungible Token son la nueva revolución 2.0, piezas de arte digital únicas, que si bien no son físicas y no existen en la vida real, sí pueden comprarse, poseerse y distribuirse de forma legal gracias a los certificados digitales y una serie de pasarelas seguras que garantizar a su dueño su validez o rareza. Pero, ¿por qué han despuntado ahora? ¿Por qué youtubers como Willyrex ahora venden sus creaciones digitales? ¿Por qué Elon Musk se ha sumado a la fiebre? ¿Cómo puede venderse una imagen compuesta por píxeles por más de 69 millones de dólares?
💣💥💥 Llevo semanas preparando mis propios NFTs, ayer os prometi enseñaros una parte que llevamos avanzada... pronto sabreis mas 😈 pic.twitter.com/FrjBMw0AXt
— Willyrex (@WillyrexYT) March 22, 2021
NFT: El auge del criptoarte y la revolución digital de la posesión
¿Cómo se puede vender un gif? ¿Qué sentido tiene pagar por un cromo digital de Cristiano Ronaldo más de 300.000 euros? Si sois jugadores habituales a videojuegos como FIFA o Fortnite, tendréis una clara idea de la importancia de las compras digitales de objetos dentro de un título, ya sean skins o cromos para FIFA Ultimate. Pues bien, esto es el siguiente paso en esta escalada cibercapitalista. Todos estos productos de arte digital, cuadros, canciones, animaciones o gifs, son Non Fungible Tokens, o lo que es lo mismo, objetos digitales únicos y no reemplazables si hiciéramos una traducción digital. Es la manera de llevar el mundo de coleccionismo, las tiradas limitadas y los incunables a internet.
Por ejemplo, una carta de Messi o Cristiano Ronaldo en plataforma digital Sorare se puede producir una vez, y de esta manera, cuando la compramos, y tras certificase, sabemos que no habrá otro objeto idéntico al que hemos adquirido, teniendo un valor único y permanente en el tiempo. Casi como comprar un cuadro de verdad o una litografía de algún autor famoso. No fungible, de hecho, significa que aquello que hemos adquirido, es único, y no se puede reemplazar o transformar en otra cosa. Un NFT está asociado a casi cualquier activo digital imaginable, ya sea una imagen, un vídeo, una canción, textos o incluso partes de código. Muchos pensaréis, y es bastante lógico, qué motivo puede haber en pagar por algo que puedes conseguir gratis, y quizás incluso lleguéis a la conclusión de que todo se trata de una burbuja digital. No os falta razón, pero como todo en esta vida, hay una serie de matices a tener en cuenta.
Estos productos NFT tienen una serie de certificados y codificación especial que garantizan el origen y el historial del activo digital, permitiendo al vendedor y al futuro comprador saber cuándo se han creado o de qué manera, ofreciendo información muy valiosa que revaloriza el precio final y lo convierte en algo único. Lo explicaremos de una manera sencilla. Cuando compramos una figura de edición limitada, debajo de su peana o en un documento anexo, observaremos un número, un sello o un tipo de hoja que garantiza que nuestra copia es oficial, única y auténtica. Es como una garantía de que lo que tenemos es especial. Lo mismo ocurre con un cromo o un libro. Pues los NFT han llevado este sistema de certificación a lo digital, haciéndolo más seguro aún gracias a la tecnología blockchain.
Ahora estamos viviendo un proceso de expansión muy agresivo. Cualquier artista, youtuber o equipo de fútbol quiere sacar tajada. Es un poco como cuando sale una app y todas las marcas y usuarios quieren estar ahí. Es normal sentirse abrumado, quizás hastiado, de lo que se está gestando en este campo y se nos está vendiendo desde múltiples frentes. Muchos famosos van a ir a aprovecharse de los incautos, y estamos seguros de que la palabra NFT va a ser recurrente en las charlas sobre la digitalización en los congresos de turno. Es más: puede que los políticos la comiencen a usar de forma recurrente a las mínimas de cambio para demostrar que están al tanto de lo que se cuece por ahí. Y no dudamos de las ganas de Hacienda y otros organismos tributarios a la hora de buscar usuarios que limpien dinero o hagan mucha pasta en base a estos tokens. De hecho, parece que no son pocos los que ven este tipo de mercadeos alternativos como un nuevo horizonte en el que perpetrar sus pillerías financieras en base a la mala praxis o la captación de bolsillos incautos. Pero si miramos desde una perspectiva más amplia, los NFT son la punta del iceberg de un cambio que lleva años gestándose en internet. MetaKovan, el comprador de la obra de Beeple de 69 millones, llegó a decir que este tipo de productos eran el comienzo de un nuevo renacimiento a nivel creativo, tecnológico y cultural.
Crédito: NFT Generator
Otros ven a estos tokens como el final de todas las cosas. Hay personas que creen que son una trampa a largo plazo que puede llevar al colapso financiero y a la sequía de ideas originales por parte de los artistas, mientras que muchos argumentan que el impacto ecológico que se necesita para mantenerlos nos llevará al despilfarro energético más absurdo jamás visto en la historia de la humanidad. En cualquier caso, han venido para quedarse. Los NFT ya protagonizan galerías, hay comisarios que se encargan de exponerlos en lugares como museos -y en los que, a través de un código QR, podemos comprar nuestra obra y llevárnosla a casa en el teléfono móvil- y los artistas parecen volcados en ellos por lo simple de su concepto.
Sobre el blockchain y la propiedad en internet
Lo importante de todo esto es que, a diferencia del gif de Ryan Gosling riéndose que tenemos en el móvil o el clip de The Office que usamos para todo en Whastapp, estos NFT son únicos. No se pueden dividir, no se pueden copiar ni mucho menos eliminar. Su autenticidad es real, y se demuestra con la tecnología digital blockchain. Al igual que las criptomonedas son un mercado alternativo a las divisas tradicionales y a los sistemas bancarios dominantes en el capitalismo, esta forma de arte y compra y venta de objetos digitales está cambiando la manera en a que comprendemos la propiedad en internet. Es una revolución más profunda de lo que creemos, justo como remarcan en varios portales y foros especializados.
El sistema blockchain no es un sitio web, no es algo que esté localizado en un único servidor. Es la descentralización del mercado, del sistema, pues no tiene entidad central que lo regule. Es la suma de todos sus nodos, de su sistema de criptografía o codificación personal, lo que hace que sea tan importante. Digamos que no es un organismo que te acredite que tu objeto recién comprado es verídico: es algo colectivo, con un montón de nodos y partes de un todo. Es un poco complicado de entender de primeras, pero imaginad por un momento que cuando compramos un coche, la factura que certifica esa transacción, en lugar de estar únicamente en nuestra cartera, estuviese en todas aquellas carteras de aquellos propietarios de un coche. Si alguien quiere timarnos o falsificar esa factura, tendría que alterar todas las facturas emitidas hasta la fecha. Un auténtico disparate, un imposible. Es un sistema de seguridad muy robusto, aunque como todo, puede llegar a ser vulnerado. Pero en números brutos, y a día de hoy, parece poco menos que imposible.
El blockchain puede cambiar por completo la manera en la que nos movemos por internet, y tiene una capacidad de revolucionar un gran número de industrias, sobre todo aquellas que son más creativas o tienen un entorno cien por cien digital. El cine, la música o los videojuegos pueden cambiar para siempre gracias a un sistema que valora la trazabilidad del contenido y que además permite su monetización. Todo dependerá de los creadores, de la manera en la que se vuelcan en esta tecnología y en la forma en la que la recibe el usuario. Quien sabe, quizás dentro de unos años podamos cederle en propiedad a nuestro nieto una preciada skin de Taylor Swift vestida de Lagarterana para que se ponga a jugar con ella en un battle royale virtual.
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