Al sentarte en la butaca del cine para ver Venom: Habrá matanza tienes que saber a lo que vas. La cinta dirigida por Andy Serkis (que como director ha firmado Animal Farm y Mowgli: La leyenda de la selva; y como actor no requiere presentación) está repleta de clichés y lugares comunes del cine de acción palomitero, de desencuentros amorosos que hemos visto mil veces, de diálogos y puestas en escena que dejan clarísimo quiénes son los buenos y quiénes son los malos. Es una de esas películas mascaditas, una oda al entretenimiento directo que no deja ni un solo clavo al que agarrarse para el espectador que quiera ver temas amplios que les haga reflexionar sobre algo.
Simbiontes, acción y humor al estilo Marvel
La trama sigue al periodista Eddie Brock (Tom Hardy) y al simbionte con el que comparte cuerpo poco después de los acontecimientos narrados en el Venom (2018) de Ruben Fleischer. Anne (Michelle Williams) ha dejado al periodista, que lleva tiempo siendo poco más que un estorbo en su redacción, por el cliché de la responsabilidad y la estabilidad que es el Doctor Dan Lewis (Reid Scott).
Brock, con su vida patas arriba, es solicitado por Cletus Kasady (Woody Harrelson), un asesino en serie que pasa su vida entre rejas y que ha protagonizado muchas de las historias publicadas por el protagonista. Tras un encuentro entre ambos, una alteración del simbionte acaba dentro del cuerpo de Kasady, que se convierte en Matanza (también conocido como Carnage o Masacre en los tebeos). Ese poder lo utiliza no solo para escapar de la prisión, sino para cobrarse su venganza con Brock y matando a todo el que se le ponga por delante.
Sin embargo, este conflicto importa poco y es más una mera excusa para ofrecer una introducción, nudo y desenlace capaz de delimitar y envolver un conflicto más amplio, más central y que no puede cerrarse si Sony Pictures quiere seguir exprimiendo al personaje. Hablamos, claro, de la relación entre Brock y Venom, una historia que navega entre la amistad y las relaciones de pareja. Las interacciones entre ambos son el pilar que sostiene la película. Sus diálogos, sus metidas de pata, sus secuencias de acción e incluso sus guiños al slapstick tienen siempre intención humorística. Un humor que funciona mucho mejor que en el anterior filme, plagado de bromas que ya se percibían fuera de lugar en 2018. Venom: Habrá Matanza, a pesar de la intensidad del título, es una película tontorrona, que nos saca alguna sonrisa con personajes propios de una comedia de situación y con secuencias absurdas, como cuando el simbionte le destroza un artículo a Brock en plena discusión escribiendo “polla” sin cesar en el teclado.
El problema está en que la fórmula, repetida hasta la saciedad a lo largo de toda la película, se agota mucho antes de que aparezcan los títulos de crédito (con una escena postcréditos, por cierto, que ningún fan del Universo Cinematográfico de Marvel debería perderse). Y los pilares del resto de la cinta no solo se tambalean, sino que en ningún momento quedaron bien fijados. La motivación del villano, ya sea el asesino en serie o el propio Matanza, es muy poco creíble; de hecho, si uno se agarra a la motivación superficial que se presenta, lo que se muestra es, una vez más, la problemática visión de los trastornos mentales como accionador de conductas criminales. Además, la relación que tiene con Frances Barrison (Naomi Harris), aunque desata alguna escena espectacular en lo visual, ni se sustenta ni se cree, en parte por los bandazos que da. Parece que ni el propio Woody Harrelson parece tener muy claro el trasfondo de su personaje, porque su actuación aquí no va a ser de las que se recuerdan. Eso sí, no temáis con la actuación principal: Tom Hardy hace de Tom Hardy.
La mencionada falta de motivación se extiende al todo de una película que a veces parece querer poner un pie en la serie B y otras en las producciones multimillonarias de Marvel Studios, pero que se resbala en una y en otra: la acción, salvo algún plano muy vistoso, no aguanta una comparación con otras cintas de superhéroes; los momentos en los que quiere ser más cruda se quedan a medio gas para evitar una calificación por edades demasiado alta. Hay muchas acciones, decisiones, diálogos y escenas a los que es complicado encontrarles una motivación: hay mucho “esto ocurre porque sí” que en realidad es un “esto ocurre porque así dan pie a otro chiste con Venom y Brock”.
Es, en definitiva, una película que ha sabido ver lo que funcionaba de la película que llegó a las salas de cine españolas hace tres años, y que durante los primeros minutos del metraje nos tiene expectantes por la siguiente gracieta del protagonista doble, pero confía tanto, o totalmente, en ello, que no es capaz de aportar nada más que nos haga mantener el interés una vez que los chistes tontorrones y el slapstick empiezan a cansar.
Hemos escrito esta crítica tras ser invitados al preestreno de la película por Sony Pictures España.