Se le conoce como la crisis de las patatas fritas, aunque lo cierto es que la nueva legislación de la UE, que busca que los ciudadanos de los países miembros tengan una alimentación saludable, alcanza otros ámbitos de nuestra vida. La Unión Europea lleva años luchando contra el consumo de ultraprocesados, buscando que los habitantes de los más diversos países y regiones puedan adquirir y comer productos procesados de calidad. En España, desde hace algún tiempo, se presta mucha atención a la normativa alimentaria para evitar que los consumidores adquieran productos con aditivos potencialmente peligrosos para la salud. Y ahora todo cambiará. Sí, otra vez.
Una lucha contra los aditivos tóxicos, cancerígenos y peligrosos para la salud: las patatas fritas con sabores y los embutidos en el punto de mira
Comencemos por lo obvio. A menudo, los etiquetados de alimentos contienen nombres que resultan desconocidos o demasiado genéricos, dificultando la identificación de los aditivos presentes.
Según promueve la Unión Europea, como consumidores, debemos estar atentos a estos detalles es una forma de autocuidado, y es esencial que las autoridades eliminen las sustancias que pueden causar daños a largo plazo para ofrecer una doble protección. La industria alimentaria debe ser segura para la salud, y las normativas evolucionan conforme se descubren nuevos riesgos.
Las regulaciones varían según el país; por ejemplo, la Unión Europea es más estricta que Estados Unidos, donde ciertas sustancias permitidas están prohibidas en Europa. Recientemente, la Unión Europea aprobó una propuesta para no renovar la autorización de ocho aditivos usados para dar sabor ahumado a ciertos alimentos. Estos aditivos, empleados en productos como jamones, pavo ahumado, tocino, salchichas, quesos y algunos pescados, serán eliminados progresivamente en los próximos cinco años. Es decir, se espera que en dos años ya no se utilicen en alimentos como patatas fritas, salsas de sabor barbacoa, sopas, bebidas, helados y productos de repostería.
La decisión se tomó después de que la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) confirmara o no pudiera descartar problemas de genotoxicidad asociados a estos aditivos. La genotoxicidad se refiere a la capacidad de un agente de dañar el material genético de las células, lo que puede causar mutaciones y aumentar el riesgo de enfermedades como el cáncer. Estos aditivos, a menudo listados como 'potenciadores de sabor' en las etiquetas, representan un riesgo para la salud de los consumidores.
Hay que recordar que, en contraste, Estados Unidos tiene regulaciones más laxas. Aditivos como el bromato de potasio, utilizado para mejorar el rendimiento de la harina, siguen permitidos a pesar de sus riesgos asociados, como trastornos gastrointestinales, nerviosos y cáncer. Otros aditivos permitidos en EE.UU. pero prohibidos en Europa incluyen el dióxido de titanio (E171), aceite vegetal bromado (BVO) (E443), azodicarbonamida (E927a) y propilparabeno (E217). La pandemia de COVID-19 ha cambiado los hábitos de consumo, con una mayor conciencia sobre la importancia de una alimentación saludable. En España, la entrada en vigor de nuevas leyes refuerza la seguridad alimentaria. Estas normativas, polémicas en base y por el ruido mediático que generan, buscan reducir la obesidad y el consumo de alimentos ultraprocesados, promoviendo opciones más saludables.