Nintendo lo llamaba "simulador de amistad". En nuestro análisis lo describimos como "uno de los juegos más originales, locos y desconcertantes que hemos jugado nunca". Era complicado de definir en 2014, y lo sigue siendo en 2024, una década después de su lanzamiento en Nintendo 3DS. Tomodachi Life es uno de los títulos más extravagantes de la compañía de Mario y Zelda, y también un éxito que se veía venir en Japón, pero no en España y el resto de Europa, donde también triunfó.
Con 6,72 millones de copias vendidas en todo el mundo, Tomodachi Life es el décimo juego publicado por Nintendo más vendido de la portátil con 3D estereoscópico, tan solo por detrás de las entregas principales de Pokémon, algunos Mario, Super Smash Bros. y el fantástico Animal Crossing: New Life.
De hecho, hay algo del simulador de vida con animales antropomórficos en Tomodachi, y también del rey del género, Los Sims: se ven trazas del sistema de economía del primero y de los sistemas sociales del segundo. Pero en el cóctel hay un tercer ingrediente que hizo que Tomodachi Collection ya triunfara en Japón en Nintendo DS y que apelara a un público más amplio del que se podía prever en su sucesora: el tono de WarioWare que, por cierto, también está desarrollado por Nintendo SPD.
Porque Tomodachi Life es un juego gracioso, excéntrico, impredecible y hasta un poco gamberro; cargado con un humor muy japonés que conquistó a millones de jugadores de todo el mundo. El título lleva a nuestros Mii a una isla, con distintos espacios, comercios y habitaciones, en las que estos personajes se relacionan casi sin nuestra interacción.
La clave de su humor: los Mii que habitan la isla
Su humor, su gracia, su capacidad para generar historias hilarantes, procede precisamente de quiénes sean esos personajes: nuestros amigos o familiares, pero también Mii de otras personas que hayamos escaneado previamente con códigos QR, e incluso personajes famosos, de películas, de series de televisión o de cualquier otro lugar que hayamos creado previamente o recogido de internet.
Pero no son Mii "normales", pues su personalización va más allá de la apariencia física. Son personajes con cierto trasfondo psicológico, pues al generarlos se les atribuye información como la expresividad, el carácter, la forma de hablar o el tono de la voz (está doblado al español, lo que contribuye a la gracia de la experiencia).
Que se tenga cierto apego a esos Mii es importantísimo para disfrutar de Tomodachi Life porque, aunque hay minijuegos simples y algunas actividades básicas, se centra en ver cómo se relacionan e interactúan entre ellos, habitualmente de manera absurda y tronchante. La cosa es que cada Mii, con su hogar correspondiente, es una especie de Tamagotchi, lo que lo hace todo aún más delirante.
A veces hay que darles de comer o cambiarles de ropa, y al jugar por la noche (la hora del juego está sincronizada con la hora real de la consola) es normal pillarlos durmiendo, momento en el que podemos adentrarnos en sus disparatados sueños. Así, por un lado tenemos el objetivo de prestarles atención, cuidarlos teniendo en cuenta sus gustos para que suban de nivel, lo que tiene dos funciones: personalizar más su comportamiento y el apartamento en el que viven, y conseguir dinero con el que comprar ropa y decoraciones.
Por otro lado, atender, como espectador (que toma algunas decisiones) a su vida, a cómo se relacionan entre ellos: hacen amigos, se enemistan, se cuentan cotilleos, se enamoran, se casan y hasta tienen hijos; por todo esto, quienes habiten la isla, quiénes son los Mii que hayamos creado o invitado, es parte fundamental de que la experiencia sea divertida y absurda.
Tomodachi Life, al igual que los Animal Crossing previos a New Horizons, es un videojuego diario para jugar en sesiones breves de un puñado de minutos. Es una rutina del chiste, como asomarse cada día a una página de 13 Rue del Percebe, el tebeo de Francisco Ibáñez, donde los vecinos son tus amigos, tu familia y tus famosos favoritos; una comunidad disparatada donde pueden ocurrir todo tipo de disparates.