Análisis de Rayman Origins (Xbox 360, PC, PS3, Wii)

Se ha hecho esperar, nada más y nada menos que ocho años, pero el regreso de Rayman podemos ya decir sin ninguna duda que ha sido por todo lo alto, con un excelente plataformas en dos dimensiones que encantará a los amantes de este tipo de juegos. En el género que le vio nacer en 1995, y tras un par de incursiones en los saltos tridimensionales con su segunda y tercera entrega, el reducido equipo de Michel Ancel, el creador del personaje, nos ofrece un título que brilla en todo lo que se propone, tanto en la parte jugable como en su delicioso y atractivo diseño artístico, derrochando simpatía por los cuatro costados.

Planificado en un principio como un título dividido en episodios para ser distribuido por las plataformas digitales de descarga, finalmente nos llega en formato físico, para alegría de los más clasistas, precisamente muchos de los amantes de los plataformas 2D. Lo primero que llama la atención de este título es su llamativo apartado gráfico, gracias al motor UbiArt Framework.

Una herramienta que permite a los artistas crear y diseñar contenidos a mano para luego pasarlos fácilmente a un entorno interactivo, dedicando más tiempo y esfuerzos al propio arte que ha preocuparse de otros aspectos técnicos. Esto se traduce en la sensación de estar viendo ilustraciones o arte en movimiento, y gracias a la alta resolución de las consolas actuales –a 1080p y moviéndose a 60 fotogramas por segundo-, estamos ante uno de los juegos 2D más bonitos que hemos visto nunca, gracias también a su acertado diseño artístico.

Pero como bien sabéis solo un poderoso apartado visual no hacen bueno a un juego, y por suerte su perfecto control y su gran diseño de niveles también acompañan, y junto al divertido cooperativo para cuatro jugadores, hacen de este un producto totalmente redondo. A lo largo de más de 60 fases repartidas en diez mundo distintos, tendremos que ir superando retos cada vez más complicados, en una dificultad muy progresiva, hasta que sin darnos cuenta nos veamos inmersos en los complicados niveles finales, quizás un poco más difíciles de la cuenta para un jugador no muy experimentado, pero que a nosotros nos han encantado. Por diversos motivos, tanto estéticos como jugables, este título nos ha recordado y mucho al genial Donkey Kong Country Returns de las pasadas Navidades, de hecho hay hasta momentos en los que creemos le homenajean deliberadamente, y si os gustó aquel, no deberíais dejar pasar este.

Volviendo a los orígenes

El título de este nuevo Rayman es toda una declaración de intenciones, volviendo a las plataformas bidimensionales que le vieron nacer, un género que muchos creíamos ya perdido hace unos años, pero que en esta generación de consolas en diversas propuestas de calidad ha vivido una pequeña segunda juventud. Si algo demuestra Rayman Origins, es que tan divertidos eran los plataformas 2D en los tiempos de Mega Drive y Super Nintendo a principios de los 90, como lo pueden ser ahora, aprovechándose además de la tecnología actual para deleitarnos los sentidos.

Los orígenes no solo jugables del personaje, sino también estéticos y argumentales, con multitud de guiños y homenajes a aquel complicado plataformas para PlayStation y Atari Jaguar, que luego llegaría a otro tantos formatos. En su genial y humorística introducción, ya nos queda claro que el humor va a predominar la obra, y a lo largo de las numerosas horas que estaremos pegados al mando no serán pocas las veces que nos haga sonreír, tanto por sus situaciones como por su excéntrica y simpática música, con momentos épico-humorísticos, difíciles de narrar.

En un sencillo mapa veremos los distintos mundos que desbloquearemos poco a poco, y dentro de estos los niveles, generalmente unos cinco o seis por mundo. El control es tan sencillo, natural, precioso e intuitivo que nos sobrará cualquier tipo de tutorial, y a los pocos segundos estaremos controlando al personaje y sus acciones sin problemas. Empezaremos con la capacidad de correr y saltar, pudiendo rebotar en las paredes y agarrarnos a los salientes, pero poco a poco según superemos los primeros mundos, conseguiremos importantes habilidades. Primero la de golpear con nuestros puños, y realizar patadas voladoras, más tarde la capacidad de planear dejando el botón de salto pulsado, y luego nos permitirán bucear, correr por las paredes, o incluso encoger de tamaño para poder meternos por sitios reducidos. Todas estas acciones van haciendo la jugabilidad cada vez más compleja y profunda, pero también nos facilitan las cosas al contar con más posibilidades de no caernos, pero como la dificultad de los niveles va creciendo exponencialmente, no notaremos ni muchos menos que el juego se va haciendo más fácil, sino todo lo contrario.

Algo que nos ha gustado mucho que es cuenta con diferentes capas de dificultad, esto significa que a lo mejor terminar una fase no es especialmente complicado, pero bien distinto es hacerlo de manera notable o sobresaliente, recogiendo todos los lums posibles –unos bichitos amarillos clásico de la saga-, y encontrando sus zonas ocultas. No contamos con vidas, y con un solo toque moriremos, aunque volveremos al último punto de control, bastante numerosos. Si recogemos uno de los corazones repartidos por los escenarios, muy abundantes, tendremos un segundo toque, como cuando en Super Mario hemos recogido una seta y aumentado de tamaño, pero ni esto nos librará de que tengamos momentos verdaderamente complicados en los que moriremos muchas veces, ya en la recta final del juego.

Al finalizar una fase liberamos de su cautiverio, encerrados en una jaula, a un grupo de electoons, unas criaturitas rosas que "son la poderosa sustancia de la que se alimentan los sueños". Reunir la mayor cantidad de estos será nuestro principal objetivo para seguir avanzando, existiendo 246 en total, ya que necesitamos cierta cantidad para acceder a un nuevo mundo, o desbloquear algunas fases concretas, así como más personajes. Aunque siempre se consigue un electoon al completar un nivel, todas las pantallas tienen al menos un mínimo de tres a seis por conseguir. Cuando superamos una fase, nos hacen un recuento de todos los looms amarillos que hemos recogido, y si superan por ejemplo 150, nos darán un electoon más, si conseguimos más de 300, nos darán otro, y si llegamos a tener 350, lo que sería hacer la partida "perfecta", nos premiarán con una medalla de oro, aunque no un nuevo electoon.

No solo se consiguen estas criaturas al pasar un fase o conseguir un número concreto de looms, también hay electoons escondidos dentro de los niveles. Ocultos tras la vegetación y otros elementos, y en lugares aparentemente inaccesibles o más difíciles de encontrar, nos topamos con unas puertas que si cruzamos nos dan acceso a salas ocultas. En estas hay que acabar con una serie de enemigos para poder abrir el cofre, llegando a ser situaciones bastante originales, y así conseguir un nuevo electoon. Estos momentos nos recuerdan poderosamente a la salas secretas del ya mentado Donkey Kong Country Returns, aunque en este Rayman bastante más inspiradas, y hay que patearse los escenarios con mucho cuidado y estando muy atentos para encontrarlas.

Además también hay en todos los niveles un electoon que se consigue terminado la fase en modo contrarreloj superando un tiempo. Es aquí cuando nos damos cuenta de lo bien diseñados que están los niveles y de cómo se pueden superar a toda pastilla, estando todos los saltos medidos al milímetro para que nos podamos pasar una fase sin pararnos ni un momento. Aunque en los primeros niveles conseguiremos batir los tiempos sin despeinarnos demasiado, más adelante se vuelve realmente complicado, sobre todo teniendo en cuenta que tenemos que superar toda la pantalla sin que nos maten. Para los más jugones, además del tiempo necesario que hay que superar para conseguir un electoon, hay un segundo tiempo a batir mucho más complicado con el que nos dan una copa, y os aseguramos que es realmente difícil terminar todos los niveles batiendo esta exigente marca.

En cada mundo hay una fase bloqueada con un número concreto de electoons, y esta consiste en perseguir un cofre con patas a toda velocidad sin poder pararnos ni un segundo, unos niveles realmente difíciles que tendremos que repetir mil y una veces hasta superarlos. Si lo conseguimos, nos darán uno de los dientes-diamante rojos, habiendo un total de diez, que junto a los 246 electoons, son el objetivo para completar el juego al 100%, algo que ya os decimos no será fácil y requerirá una gran inversión de horas.

Y esto no es todo, ya que en cada mundo hay al menos una fase montados a lomos de un mosquito, volviéndose la acción un matamarcianos. Aunque al principio da la sensación de que van a ser unos momentos anecdóticos y sin mucho peso en el desarrollo, luego descubrimos que estas fases son cada vez más difíciles y complejas, y son realmente buenas. Es sorprendente el grado de inspiración que demuestra este juego en todos sus aspectos, ya que lo que en otros títulos de aventuras y plataformas, incluir momentos que den variedad a su desarrollo, muchas veces se realiza con torpeza y menos brillantez que el género que predomina la obra, aquí se convierten en una oportunidad para dar frescura y más diversión todavía al conjunto.

Algo similar ocurre con los jefes finales, que en vez de deslumbrarnos con su espectacularidad y gran diseño desde el comienzo, en los primeros mundos, van y se los guardan todos para el tramo final y las últimas horas de la aventura. Como demostrando estar tan seguros de su trabajo que no sienten la necesidad de mostrar todas sus cartas desde el principio, y esto deriva en un tramo final realmente genial, con momentos muy, muy complicados, y duplicándose o triplicándose la dificultad respecto a los primeros compases del juego.

Pero si jugando solos ya resulta sobresaliente, es a la hora de jugar en multijugador hasta para cuatro jugadores cuando la diversión se dispara, siendo más divertido, pero también mucho más alocado. Cada uno de los jugadores puede ser Rayman, Globox o dos tipos de diminutos, y según avanzamos y conseguimos electoons vamos desbloqueando distintas apariencias, con otros colores y aspectos, numerosos y variados. Aunque con los cuatro tipos de personaje se juega básicamente igual, sus sonidos y animaciones son distintas, todas muy simpáticas, la manera de golpear es diferente, y todos son tan graciosos que nos costará decidirnos cuál controlar. El desarrollo es exactamente el mismo jugando solos que acompañados, y para que lo entendáis perfectamente, su multijugador es igualito al de New Super Mario Bros. Wii.

Vamos avanzando por las fases en tropa, con cuidado –o no- ya que nos podemos golpear entre nosotros, y si alguno muere se convertirá en una esfera que se puede desplazar por toda la pantalla, y si es golpeada por otro compañero volverá a la vida, por lo que el juego se vuelve mucho más fácil, ya que casi siempre alguien nos podrá revivir, sin necesidad de tener que volver al último punto de control. La cámara se adapta muy bien modificando el zoom para mantener todo el tiempo posible a todos los personajes en pantalla, y si alguno se queda muy rezagado, lo "vaporiza" trasladándole a la posición del jugador más adelantado. Además y lo que es una gozada, en cualquier momento un jugador se puede unir a la partida simplemente pulsando un botón, sin necesidad de iniciar sesión y hacer nada, solo teniendo el mando conectado. Aunque superar las fases es cooperativo, cuando terminamos una vemos un recuento de cuántos looms ha recogido cada jugador, por lo que el pique está garantizado.

Arte en movimiento

El genial apartado visual se debe, además de por supuesto a la enorme creatividad de los artistas que hay detrás, al motor gráfico creado para la ocasión, el UbiArt Framework. Una tecnología que incluso ha recibido una subvención del gobierno francés por parte del ministerio de cultura, apoyando el desarrollo de herramientas para la creación del arte, y del que uno de sus responsables, Michel Ancel, ha declarado que quiere compartir con todo el mundo para que evolucione y ver qué pueden llegar a crear con él. No podemos esperar el momento de volver a ver un juego hecho con este motor, ya que este nos ha parecido una gozada para los sentidos.

Por su colorido, la enorme fluidez con la que se mueve, las excelentes animaciones, y un diseño artístico siempre original y preciosista. Jugando con los cambios de plano, con la luz en momentos en los que solo vemos la sombra de Rayman y sus enemigos, con efectos como el viento o el fuego muy conseguidos, en mundos muy variados y distintos entre sí, y como si no fuera suficiente lo que entretiene su jugabilidad, el mero espectáculo visual nos empuja a seguir superando sus fases. Por ejemplo, y como hemos dicho antes, los jefes no aparecen hasta las últimas pantallas, y es increíble su tamaño y lo bien hechos que están, siendo todo un despliegue de fuerza. Ya lo dijimos en nuestras impresiones de hace unas semanas, pero los vídeos que podéis ver en internet nos le hacen justicia, y verlo en una buena tele a su resolución de 1080p y a las 60 imágenes por segundo a las que se mueve, son todo un placer. Por poner alguna pega, tan solo hay cinco o seis temáticas, duplicándose la de algunos mundos, dando la sensación en ocasiones de ser pocas ambientaciones para tantos niveles , y nos hubiera gustado ver algún universo más.

Y el trabajo visual no sería el mismo si no fuera por la genial y simpática banda sonora que acompaña a las imágenes. Sin voces interpretando los personajes, solo con sonidos, estos nos trasmiten perfectamente su carácter, en una historia anecdótica y casi inexistente, que se narra a través de sus poderosas imágenes. Cuenta con melodías muy pegadizas, alegres y graciosas, e incluso hay temas vocales (uno hasta nos recuerda al famoso "trolololo", y nos quedaremos con la incertidumbre de saber si ha sido casualidad…). Muchas veces excéntricas y alocadas, nos parecen todo acierto para ese tono alocado y extremadamente desenfadado que nos intentan transmitir a lo largo del juego.

¡Vivan los plataformas!

Si os gustan los saltos, sobre todo bidimensionales, no os deberíais perder este título. Visualmente soberbio, jugablemente impecable, nos cuesta encontrarle pegas o defectos, si acaso no hubiera estado mal alguna sorpresa en su planteamiento, o algo más de variedad, sobre todo en su tramo final, en el que se vuelve una loca y apasionada declaración de amor a las plataformas, lo que simplemente nos encanta, pero comprendemos que a más de uno le pueda saturar. Su exquisito control, el divertido multijugador para cuatro, la fuerza con la que ha vuelto Rayman es sorprendente, en un título tremendamente inspirado en todos sus apartados. Esperamos que haya sido un regreso para quedarse, y ya sea en 2D, 3D, o en una dimensión que se inventen, Ubisoft nos pueda proporcionar en un futuro no muy lejano más plataformas tan buenos como este, que los que amamos el género engullimos como agua de un oasis en el desierto.