Análisis de Reality Fighters (PSVITA)
Si unes el género de la lucha versus, tan popular hoy día, con la realidad aumentada, una de las características de PS Vita que el estudio barcelonés Novarama tan bien conoce por su trabajo en Invizimals para PSP, tenemos Reality Fighters, o lo que es lo mismo, lucha desenfadada, personajes estrambóticos, movimientos poco ortodoxos y el mismísimo Señor Miyagi de las películas Karate Kid –interpretado por el fallecido Pat Morita- citados en este curioso aunque no demasiado profundo título de lanzamiento de PlayStation Vita.
El principal reclamo de Reality Fighters es aprovechar las dos cámaras de la portátil, una en la parte posterior y otra en la anterior. Al estar incorporadas en la máquina, esta vez no necesitarás adquirir otro accesorio como sucedía en PSP, algo que limitaba el público potencial de Invizimals –pese a lo que consiguió buenas ventas en España-. Desde el principio, se nos animará a crear a nuestro luchador, al menos uno, editando los parámetros típicos: aspecto muscular, accesorios para la cara, manos, pies, ropa o estilo de lucha. No todas las opciones están disponibles desde el inicio, al contrario, parte de la gracia del juego está en ir consiguiendo nuevos objetos y desbloquear más de una docena de artes marciales –algunos estilos como el ballet quizás no encajaría con esta denominación- incluyendo muay thai, break dance, kárate o "superhéroe".
Por supuesto, también debemos dar nombre y poner cara al personaje, y lo hacemos sacando una fotografía nuestra que el juego se encargará de animar. Quizás te ronde una pregunta: ¿Y si no quiero que el luchador lleve mi cara? Nosotros hemos sacado una fotografía a una imagen de Bruce Lee que encontramos en un buscador y no da ningún problema, es más, gracias a ello podrás crear parodias de actores, políticos, deportista, tertulianas de televisión o cualquier famosillo al que tengas especial cariño -o tirria-. Sabemos que ahora mismo estás pensando en un duelo entre el inmortal Jordi Hurtado, estilo boxeo, y una versión travestida de Silvio Berlusconi, experto en el estilo zombi.
Tras perpetrar tu engendro carnavalesco, llega el momento de comenzar la historia principal para un jugador, en el que encontraremos al citado Señor Miyagi, al auténtico maestro que daba lecciones a Daniel Larusso. En esta ocasión somos nosotros el alumno que desea aprender todos los secretos de las artes marciales, y para ello Miyagi primero nos pondrá a prueba con ejercicios y duelos que servirán para aprender el control del juego. No es que sea un guión de película, sólo es una forma de hilar combates uno tras otro, pero cumple su función para ir presentando rivales de todo tipo que además nos recompensarán con nuevos accesorios y puntos.
Antes de empezar el combate, debemos elegir escenario. Aquí llega la chispa del juego, la realidad aumentada. Tenemos la opción de utilizar la cámara, un escenario predefinido –hay varios que vamos desbloqueando- o fotografías tomadas por la consola. Si elegimos la realidad aumentada, jugaremos sobre la mesa del escritorio, el suelo de nuestra habitación o lo que veas tras la ventana, con los luchadores superpuestos desplazándose por ella. PS Vita actúa como si fuese una cámara de fotos o vídeo y estuvieses mirando el combate con ella: puedes moverla libremente -¡aunque eso significa que dejarías de ver el combate!-, acercarte o alejarte de la acción.
Es un efecto curioso, más que nada porque la mayoría de juegos que utiliza la realidad aumentada tienden a ser más estáticos y no un título de lucha. La integración con las superficies se hace con tarjetas AR, aunque sin ellas también funciona bien –de hecho, hemos jugado con la versión en distribución digital y sin estas tarjetas el efecto de superposición no queda mal-. Si tu entorno no es demasiado fotogénico o la iluminación es mala, puedes tirar de los escenarios que Reality Fighters guarda en sus opciones, como parques y monumentos de todo el mundo. El fondo ha sido guardado de manera esférica en todos los ángulos, así que puedes girar la portátil arriba, abajo, y en dirección opuesta, que te sentirás como si estás allí.
Las luchas en sí son básicas y muy tradicionales: marcadores de vitalidad, de combos, una barra de movimientos especiales, lanzamientos y ataques sencillos. Hay una buena ración de golpes por cada estilo de lucha, aunque lamentablemente la técnica de aporrear botones suele ser muy efectiva y acaba por producir que no sientas demasiado interés en estudiar las artes marciales ni en profundizar las posibles cadenas de ataques encadenados. Al menos los estilos están muy bien diferenciados y acaban dando personalidad a cualquier obra del editor, por horripilante que sea.
No esperes un serio competidor de Ultimate Marvel vs. Capcom o del próximo Street Fighter X Tekken, hay mucha improvisación y el control no es lo suficientemente preciso o rápido que el purista de la lucha pide. Además hay muchos movimientos "traicioneros" como el zombi que se mete y sale de la tierra o el samurái con su espada y los rayos demoledores, así que la suerte tiene un pequeño papel que no siempre es bienvenido. Lo que sí admitimos es que es fácil de jugar y que no necesitas un largo tutorial o cursillo para controlar medianamente bien a un personaje. Además de los combates a mano desnuda hay varios tipos de armas para equipar. Como la ropa, estos objetos son variados y humorísticos, desde guitarras eléctricas hasta fregonas. Su uso no tiene misterio, pulsas R y luego uno de los botones de ataque.
Como curiosidad, mencionar que tras el combate, si giras la PS Vita 90º, se activa un modo fotografía en el que los luchadores, ganador y perdedor, aparecen posando de manera humorística. Hay muchas posturas y puedes cambiar el gesto de la cara, y así tomar una imagen para guardarla e incluso publicarla automáticamente en Facebook –si tienes cuenta en la red social-. La gracia como es de imaginar, está en que los luchadores tengan la cara de sus dueños, y así aparecer dando un puñetazo a tu amigo o familiar.
El interés en el modo solitario recae en desbloquear extras y superar el modo historia, así como jugar a la práctica, lucha rápida, supervivencia o contrarreloj, modos de sobra conocidos por los aficionados al género que no necesitan más explicación. Cuando tengas a punto tu estrafalario personaje y dominado el estilo elegido, será el momento de dar el salto al multijugador online y adhoc. No hemos podido encontrar ninguna partida en el momento de realizar el análisis –todo indica a que los servidores no están funcionales-, pero sí hemos visto que cuenta con funciones básicas como lista de amigos o mensajería. Aun así, echamos de menos algo más completo como posibilidad de crear torneos o modos de espectador, porque está claro que dar a conocer a tu luchador en la red es el punto fuerte de Reality Fighters. Además también hace uso de Near para compartir con jugadores cercanos ítems conseguidos.
El juego cuenta con buenas ideas, algunas funcionan, pero otras no. Por ejemplo, la integración de los luchadores con el escenario, sea real o prefijado, es buena. Las animaciones están bien siempre y cuando lo tomemos como lo que es, un juego que no se toma muy en serio –no busques perfecta captura de movimientos ni nada de eso-, y te acostumbras al estilo de lucha en pocos minutos.
Hay logrados efectos de distorsión del escenario en un intento de mezclar aún más la fantasía del juego con la realidad. Por el lado de los fallos, tenemos algunos que forman parte de la naturaleza misma de la realidad aumentada, como que al tratarse de un género de acción, movemos constantemente la consola, y eso significa que la cámara del juego –lo que ves- también se mueve. Es más, si los personajes saltan o se van hacia un lateral del escenario, tienes que girar la portátil para enfocar ese lugar, y dependiendo de tu postura igual eso no es cómodo –por ejemplo, sentado en un concurrido metro-. Jugar tumbado tampoco es buena idea, y en definitiva, a veces el caos de la lucha y el control de la consola hacen que estés más pendiente por apuntar a tu personaje que en defenderte o atacar. De vez en cuando hemos visto que la cámara se vuelve "algo loca" y los luchadores se descentran, y en una ocasión nos apareció un aviso de interferencia.
En aspectos más achacables a Novarama, están los gráficos. Los personajes tienen un detalle aceptable y no hay ni un diente de sierra –todo es nítido-, pero podrían estar mejor teniendo en cuenta la potencia del sistema y que realmente no está generando polígonos en el escenario, sólo se centra únicamente en dos modelos poligonales, aunque no olvidamos que utiliza un editor, que siempre supone limitaciones. Tampoco hace demasiado uso del micrófono, pues aunque podemos grabar frases para la presentación del combate y la victoria, nos habría gustado personalizar aún más a nuestro clon virtual con insultos, gritos y cosas así. Y tenemos que el Señor Miyagi es un invitado muy desaprovechado, aunque contar con él es una baza inesperada, al final se limita a ser una cabeza parlanchina que repite el mismo esquema durante el –corto- modo historia: nos dice que debemos mejorar, nos presenta rival prometiendo que será durísimo, ganamos, y se burla –sin demasiada gracia- del perdedor, y vuelta a empezar. La dificultad del juego tampoco parece muy equilibrada, tan pronto ganamos diez combates sin perder una ronda y apenas usando ataques básicos como una patada, como llegamos a un rival que juega sucio y no nos da ni una opción. Finalmente, la elección de objetos de personalización influye en los parámetros de defensa o ataque, algo que suena bien para un juego de rol, pero aquí se traduce en ventajas o desventajas según la decoración deseada –quizás no quieras poner sombrero a tu personaje, pero eso le daría más defensa-.
Además de la voz de Miyagi, doblada en castellano, y las frases de los personajes predefinidos –estos sin doblaje-, el resto del sonido lo ponen las músicas, variadas e inspiradas en esos luchadores, así que encontramos de desde música rock a clásica remezclada. No hay melodías memorables pero tampoco desentona y es alegre.
Conclusiones
Desde la misma interfaz del juego –más sobria imposible-, apreciamos que el presupuesto o los medios del equipo desarrollador no son comparables, por ejemplo, a los de Bend Studio con Uncharted: El abismo de oro. Esto no sería un problema si el juego fuese divertido, que lo es siempre y cuando sepas lo que vas a encontrar, pero no tanto como cabía esperar.
Agradecemos que Novarama siga experimentando con una tecnología que aún tiene mucho que decir, y más que intenten acercar la realidad aumentada a un género más "jugón" que otros títulos, aunque el resultado falla en aspectos fundamentales: los combates se hacen innecesariamente más engorrosos de lo deseable, la duración para un jugador es escasa y el efecto sorpresa de la realidad aumentada no dura eternamente. En la otra balanza está la diversión para jugadores no muy exigentes con luchadores peculiares, así que si quieres sacar todo el partido a Reality Fighters, asegúrate de jugar en compañía y preferiblemente con conocidos.