Análisis de Shadow of the Beast (PS4)

¡Aarbron está de vuelta! Han tenido que pasar más de 20 años desde Shadow of the Beast III para poder decirlo bien alto. El original, creado por Reflections Interactive en 1989 para Commodore Amiga –y luego a más sistemas con adaptaciones- es un clásico de la época que muchos recordarán por su dificultad y sobre todo el apartado audiovisual, uno de los más sobresalientes de su tiempo. Basta dar un vistazo a vídeos -o jugarlo con la versión incluida como extra en esta reinvención de PlayStation 4-, para ver cómo el equipo logró un derroche de planos de profundidad –una docena de fondos- coronados por la atmosférica música de David Whittaker. Hay que mencionar hasta la carátula, obra de arte de Roger Dean.
Queda más que claro que con en su regreso en distribución digital y a cargo de un estudio casi desconocido -Heavy Spectrum Entertainment Labs-, en esta ocasión no se trata de una producción a la altura de la leyenda. También es cierto por otra parte que estas largas vacaciones han deteriorado la fama de Shadow of the Beast y que una gran mayoría de jugadores apenas habrá oído hablar de él. Lo último que necesitaba el juego es una reinvención con exploración 3D que nadie ha pedido –alguno todavía sigue con las pesadillas de Golden Axe: Beast Rider-.

Lo bueno de esta especie de reinicio –no es un remake- para aquellos que apunten bajo con sus expectativas es que puede sorprender. Se trata de un juego de acción 2D, con una pizca de plataformas y puzles. Pero sobre todo, lucha. Parecido al original, este Shadow of the Beast no destaca especialmente en la parte de saltos ni por su abundancia ni por el control –un poco durillo-, aunque esto nunca supone un gran problema porque está lejos de ser uno de los pilares fundamentales de su jugabilidad.
Los desarrolladores no pretenden cambiar la filosofía de la serie ni convertirlo en lo que no es; recordemos que algunas fases de la saga consistían en avanzar por un plano derrotando monstruos y esquivando trampas, sin más. Heavy Spectrum Entertainment Labs ha pulido la fórmula para añadir complejidad al diseño de fases y profundidad al sistema de combate, pero todavía se reconoce la idea de Reflections.
La historia nos presenta a Aarbron, una bestia que antaño fue humano. Durante los primeros minutos somos esclavos del brujo que nos ha hechizado, y como tal realizamos una matanza contra guerreros y aldeas. Algo verá nuestro protagonista que despierta su consciencia y recuerdos lo suficientemente fuertes para romper el maleficio y perseguir a su captor, Zelek. Ahora Aarbron continuará desatando su furia, esta vez en una misión de venganza contra las criaturas más retorcidas de Karamoon, un reino de fantasía oscura.

En apariencia el juego no da mucha importancia al argumento porque podrías terminarlo de principio a fin sin mucha idea de lo que sucede. Los personajes hablan idiomas ficticios y para leer la traducción hay que comprar ese lenguaje con nuestros puntos. Sin embargo eso no quiere decir que este mundo no tenga una mitología muy interesante; podrás desbloquear fichas de cada personaje, modelos de las criaturas y breves secuencias animadas con narración de lo que sucede tras cada capítulo. Para desbloquear todas las cronologías debes encontrar una serie de coleccionables dispersos por los escenarios.
¿Es este Shadow of the Beast una especie de God of War en 2D? No del todo, aunque un breve vistazo lo pueda parecer por la brutalidad de las muertes, con amputaciones y chorros de sangre, o por la estupenda coreografía en las animaciones con cada golpe de garra de Aarbron. En primer lugar hay que mencionar esa incómoda verdad del original: como juego, no era una obra maestra. Sus detractores criticaron mucho la precisión que requería para los golpes: bien ejecutado, matabas a un demonio con un puñetazo; una equivocación y recibías un golpe que consumía un punto de salud.
Últimos análisis de PS4





