Análisis de El Shaddai: Ascension of the Metatron (PS3, PC, Xbox 360)

De todas formas, si tuviésemos que quedarnos con algo del juego por lo que sí se le recordará, es el apartado gráfico. Deslumbrante, original, innovador, más cerca de un juego de autor o experimento visual que de un título de mamporros como este. Materiales iridiscentes, superficies pulidas, siluetas, texturas y colores cambiantes, cielos surrealistas, rayos cegadores, colinas abstractas, escaleras de cristal y toda una serie de apuestas arriesgadas por convertir el juego en una experiencia onírica provocadora que no habíamos visto tan llevada hasta el límite desde Rez o Child of Eden. Con una diferencia, El Shaddai fusiona mejor una jugabilidad clásica y conocida con este mundo imposible, animando al jugador a avanzar por los lineales escenarios para ver qué nueva localización encontrará unos pasos más adelante. La música ayuda a este viaje psicotrópico con coros, algún que otro ritmo étnico y sonidos más acelerados u orquestales cuando lo requiere el momento.

La verdad es que es difícil explicar las imágenes con palabras. Las capturas que hemos podido ir viendo durante los últimos meses dan una pequeña idea de lo que esconde el juego, porque no muestran las animaciones de las nubes, los brillos imposibles de las rocas y otros muchos efectos inéditos que no se habían utilizado. Si intentamos fijarnos en los aspectos puramente técnicos, El Shaddai no funciona en un motor de última generación ni la carga poligonal justifica alguna leve ralentización, pequeños defectos que están completamente disimulados por todas esas ilustraciones superpuestas, los cambios día y noche a medida que saltamos entre plataformas, batallas contra jabalíes enormes con ojos que lagrimean sangre bajo un aguacero, las distorsiones de la imagen, el diseño de los enemigos –y los jefes-, los homenajes velados a Yoshi's Island, y toda una explosión de colores y degradados que habíamos olvidado en una generación obsesionada principalmente por buscar el mundo más gris y realista posible. Las herramientas de Ignition no son tan avanzadas como las de otros estudios, pero se demuestra, por si había alguna duda, que muchas veces vale más la imaginación que la colección de texturas de más definición que podamos poner en pantalla.
A la citada banda sonora que acompaña a la perfección cada mundo de ensueño, hay que añadir las voces en inglés. Son buenas, aunque no se ha prestado demasiada atención a coordinar labios y frases, se da alguna situación en la que el personaje habla con la boca cerrada. El juego está traducido al castellano, así que la historia es perfectamente entendible, y nos hará gracia ver las conversaciones telefónicas de Lucifel al guardar la partida, o las intenciones de cada ángel caído. Los sonidos son algo genéricos y poco variados, quizás no se les dedicó la misma atención que a otros aspectos.
Conclusiones
Aunque es fácil caer en la tentación de decir que el juego merece la pena sólo por contemplar los escenarios del juego, no es del todo cierto. Es un juego divertido, cuyos mayores defectos son la repetición de enemigos –o de sus estrategias, que viene a ser lo mismo-, las pocas novedades que pone en la mesa en la jugabilidad y que no hay incentivos para una segunda partida –ya que el juego es extremadamente lineal-, exceptuando volver a disfrutar de los gráficos o subir la dificultad. Sencillamente, hay juegos más depurados.

Lo que raramente encontraremos en el catálogo de cualquier sistema, y ofrece El Shaddai, son presentaciones como esta, esa manera única de contar historias de muchos juegos japoneses que no se toman en serio a sí mismos, una mezcla desenfadada de géneros que tan pronto te pone en un duro combate contra un jefe como en un mundo bidimensional de estética infantil propia de LocoRoco. Un delicioso sinsentido muy bien planificado.
En resumen, estamos ante una obra con sus defectos pero con mucho encanto. Si buscas desesperadamente un regalo para tus ojos, diversión directa sin complicaciones, y unas diez horas de mundo mágico, tus súplicas han sido escuchadas y cumplidas con El Shaddai: Ascension of the Metatron. Un viaje del que tardarás en olvidar sus imágenes.
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