Análisis de Bloodbath (PS3, Xbox 360, PC)
Hay juegos que por mucho que nos esforcemos, nos resulta imposible comprender cómo han sido capaces de apañárselas para llegar al mercado, y menos todavía cómo es posible que alguien haya podido llegar a pensar que era una buena idea lanzar semejantes engendros con ciertas expectativas de venta. Este es el caso de Bloodbath, un juego desarrollado por los españoles de Freedom Factory Studios que hace aguas por todas partes, tal y como iréis viendo a lo largo de este análisis.
Un baño de sangre para nuestros sentidos
Lo primero de todo es comentar que nos encontramos ante un título de lucha con tintes de hack and slash pensado exclusivamente para el modo multijugador, por lo que olvidaros de encontraros ningún tipo de modo campaña, arcade o similar con el que "disfrutar" (nos sentimos obligados a entrecomillar dicha palabra cuando hablamos de este juego) de una experiencia offline. Como mucho tendréis un modo entrenamiento bastante pobre con el que luchar contra bots, los cuales, por cierto, hacen uso de una IA que a su lado los demonios del primer Doom parecen todos unos expertos en física cuántica.
Entrando ya en materia jugable, el título nos propone un sistema de combate basado en dos botones: ataque flojo y ataque fuerte. Combinando las pulsaciones de ambos podremos conseguir realizar hasta la "increíble" cantidad de tres combos especiales diferentes por personaje. Si los ejecutamos adecuadamente, el último golpe tendrá unas consecuencias u otras, como más daño, aturdimiento, etcétera, aunque por la experiencia que hemos tenido, una vez encuentras uno que resulte más o menos efectivo, todo consiste en repetirlo hasta el infinito.
Las arenas son en 3D, así que tendremos un movimiento más o menos libre por ellas y podremos fijar a un enemigo para movernos alrededor suya y no perderlo de vista, aunque el sistema de apuntado es de lo peor que hemos visto en mucho tiempo, por lo que os las veréis y desearéis para fijar al blanco que queráis, especialmente cuando haya más de un luchador en vuestro campo de visión.
A los dos botones de ataque que hemos mencionado antes también hay que sumarle una habilidad especial única de cada personaje, que por lo general son aumentos temporales de ciertas estadísticas, aunque hay algunos que en vez de esto realizan una técnica demoledora, lo que provoca que los seis luchadores que hay disponibles (sí, ni siquiera llegan a la decena) estén muy descompensados entre ellos.
Además de la clásica defensa y del movimiento de esquiva de rigor, hay que sumar un último ataque que podremos ejecutar cuando rellenemos nuestra barra de rabia, algo para lo cual tendremos que matar a muchos enemigos. Gracias a él, podremos matar a un rival de un solo golpe y sin que tenga opción a defenderse, por lo que lo suyo es usarlo contra el que va ganando la partida cuando tiene la vida más o menos llena.
Finalmente, con el fin de darle un cierto toque de estrategia a estas batallas, tendremos que administrar nuestra energía para no cansarnos y subir nuestras estadísticas comprando mejoras a medida que avanza la partida. No es que aporten mucho, ya que a fin de cuentas nos pasaremos todas las batallas luchando contra el sistema de fijación de blancos y realizando los mismos movimientos una y otra vez, lo que hace de cada combate un auténtico e insípido aburrimiento que nos hará preguntarnos qué clase de motivo nos ha llevado a estar gastando nuestro tiempo de vida torturándonos ante semejante desastre.
Por si su jugabilidad no fuera ya lo suficientemente mala, también hemos detectado ciertos problemas con la detección de impactos entre luchadores, lo cual sumado a los largos tiempos de levantamiento de los luchadores del suelo (en los que son inmunes), no hacen más que entorpecer el ritmo de los combates y provocar que aumente el caos.
En cuanto a modos de juego tenemos cuatro distintos: el clásico todos contra todos para cuatro jugadores, Judgement, en el cual tendremos que luchar por equipos de 2 contra 2 o 3 contra 3 para cumplir diferentes objetivos, The Wagon, en el que nos tocará empujar una vagoneta hasta la base del equipo contrario, y Domination, donde nos propondrán controlar algunos puntos del escenario y mantenerlos todo lo que podamos.
Lo mejor es que cada modo tiene sus propios escenarios disponibles y estos pueden ser normales o incluir trampas y diversos peligros que le den algo más de vida al asunto, aunque esto no consigue compensar ni por asomo todos los defectos que arrastra el título.
Dada la calidad del juego y los 20 euros que cuesta (un precio altísimo a todas luces para el producto que es), el online del título anda prácticamente desierto y encontrar otros jugadores humanos contra los que combatir es algo así como una especie de utopía. Por ello, para no tenernos esperando hasta el infinito, si pasado un tiempo el sistema de emparejamientos no nos encuentra a otros jugadores, rellenará el resto de huecos con bots, por lo que al menos podremos jugar.
Gráficamente el título tampoco mejora demasiado y nos "regala" un apartado visual digno de la primera época de PlayStation 2, con unos modelados de personajes irrisorios, unas animaciones que os harán conocer el auténtico significado de la palabra "espanto" y unos escenarios bastante pobres, a todo lo cual hay que sumarle un apartado artístico para olvidar. En cuanto al sonido, tenemos más de lo mismo, con una banda sonora machacona que os obligará a bajar el volumen, unos efectos realmente malos y un doblaje en inglés que deja mucho que desear.
Conclusiones
Bloodbath es un juego que si se hubiera lanzado hace 15 años lo mismo habría podido tener hasta algo de gracia, pero a día de hoy no deja de ser un auténtico desastre. Uno de esos títulos que es mejor evitar y que resulta imposible de recomendar incluso a precio de oferta. Pocos contenidos, un apartado audiovisual de risa y una jugabilidad que consigue aburrir antes de terminar la primera partida son sus cartas de presentación, así que si os atrevéis a adentraros en este baño de sangre, luego no digáis que no estabais avisados.