Análisis de Tiny Wings (iPhone)
El iPhone y otras plataformas descargables se han convertido en los últimos años en un trampolín para desarrolladores nuevos, especialmente las pequeñas empresas y los independientes. El móvil de Apple ha supuesto el nacimiento de fenómenos como Angry Birds, Doodle Jump o Cut the Rope, por citar algunos de los últimos, y de la llegada de los videojuegos a nuevos públicos, cautivados por la sencillez del control de los juegos y por su sorprendente capacidad de adicción.
Aunque una de las últimas críticas hacia la App Store es la dificultad de lanzar cosas nuevas que triunfen, por la "tiranía" de la lista de los más vendidos, pues siempre están los mismos juegos y, como la pescadilla que se muerde la cola, por eso siempre son los más vendidos, este nuevo Tiny Wings demuestra que todavía es posible llegar, ver y triunfar en el iPhone.
Obra de Andreas Illiger, un desarrollador independiente, Tiny Wings se ha convertido en uno de los juegos más populares de iPhone gracias a una gran idea llevada a cabo con encanto.
El pájaro de Tiny Wings no está enfadado, sino que, como dice el título de juego, tiene unas alas diminutas. Es incapaz de volar pero, por suerte, el mundo del juego está lleno de montañas que subir y bajar, aprovechando la carrerilla del descenso para poder levantar el vuelo unos metros. Con esta sencilla y singular dinámica, Tiny Wings consigue ser un juego muy divertido. Nuestro pájaro, pulsando cualquier lugar de la pantalla, hará fuerza para coger carrerilla y, cuando levantemos el dedo del iPhone, intentará volar. Todo dependerá, claro está, de la velocidad que hayamos logrado coger.
La premisa está clara, y es muy sencilla, pero es el buen diseño de los niveles el que logra que el juego sea tan adictivo. Comenzamos a jugar siendo de día, y tenemos que evitar que se haga de noche, o nuestro pájaro se quedará dormido. Por ello tendremos que ir lo más rápido posible, es decir, volando, para ir avanzando con el sol sin que éste se ponga -como en un vuelo intercontinental-. Cuando vayamos muy rápido lograremos arañarle algunos segundos, y si se corta nuestra racha y tenemos que volver a coger carrerilla de nuevo, comprobaremos cada vez más estresados como el sol se va poniendo y el mundo del juego va oscureciéndose, hasta quedarnos instantáneamente dormidos cuando el último rayo de luz solar se oculte.
La clave del juego, lo que hará que los jugadores se esfuercen en dominarlo, es cómo aprovechar el escenario para coger carrerilla cuando nos convenga. Las islas por las que pasamos están llenas de subidas y bajadas, y la clave es controlar cuándo caemos a tierra para encontrarnos con una bajada, coger carrerilla y volver a volar por los aires. La clave es pulsar el botón de coger carrerilla para caer en picado y aprovechar una nueva bajada, y así volar por los aires de nuevo aprovechando la velocidad a la que hemos caído, y la aceleración que hemos logrado con esa nueva bajada. Si lo hacemos mal, es decir, si caemos en una superficie cuesta arriba, nos quedaremos casi parados, tendremos que subir la cuesta y volver a coger carrerilla de nuevo; mientras el sol avanza mucho más rápido.
A esta divertida jugabilidad se suman unos niveles con colores que cambian cada día, divididos en islas de dificultad y recompensa creciente, y un sistema de retos que te va planteando el juego para que intentes superar tus mejores marcas, cumplas desafíos diferentes cada vez (haz cinco bajadas en la tercera isla, por ejemplo), y de ese modo mejores tu nido, lo que implica una multiplicación de puntos la próxima vez que juegues. Y todo acompañado de un precioso diseño artístico, con unos bonitos efectos de iluminación (es un juego en dos dimensiones y quedan muy bien), y una música alegre y relajante.
Un juego que aúna simplicidad, diversión y una gran capacidad de adictiva, y al que la App Store, tanto puntuaciones como por número de descargas, ya ha encumbrado. Al "precio popular" de 0,79 euros lo puedes tener en tu dispositivo, sin requerir que sea un modelo reciente.