Parece algo más que natural que el hijo de Anthony Perkins, el Norman Bates de la Psicosis de Alfred Hitchcock, fuera un máquina en esto del terror, y su última propuesta no hace más que consolidarlo. Osgood Perkins irrumpió con fuerza en el panorama del terror con Longlegs, una película que elevó el nivel del género con su atmósfera opresiva y su dominio del suspense. Por eso, The Monkey llega con el peso de unas expectativas colosales. Sin embargo, en lugar de reafirmarse como maestro del horror psicológico, Perkins decide cambiar radicalmente de registro con un híbrido entre el terror y la comedia grotesca. Y aunque pueda no ser del gusto de todos, lo cierto es que se erige como una propuesta gamberra, divertida y ultraviolenta, con un ritmo endiablado y un sentido del humor que roza la autoparodia.
Una adaptación completamente libre
Puede parecer que en muchos puntos pierde la brújula narrativa y termina siendo un batiburrillo de ideas sin cohesión, pero es parte del registro y si se va con la idea de disfrutar de una película de terror y comedia, es perfecta. La historia, inspirada en el relato homónimo de Stephen King, toma grandes libertades con respecto a su fuente original, pero lo hace con la intención clara de ofrecer un espectáculo de muertes creativas y exageradas. De hecho, el propio director reveló que King había visto la película y no le había puesto ni un pero a pesar de las múltiples licencias narrativas.
Perkins juega con la premisa de un juguete maldito que provoca muertes cada vez que suena y la convierte en un festín de situaciones inesperadas y violencia cómicamente excesiva. La película sigue a los gemelos Hal y Bill, quienes descubren un misterioso mono de juguete en los trastos de su padre. Cada vez que el artefacto suena, alguien muere de forma inesperada, lo que da pie a una serie de asesinatos espectaculares y casuales estilo Destino Final con el punto exagerado y a veces, fuera de contexto, al estilo de Quentin Tarantino.

Una película sinvergüenza
Uno de los aspectos más destacables de The Monkey es su tono irreverente. Desde el primer momento, la película deja claro que no se toma a sí misma demasiado en serio. El prólogo, protagonizado por un Adam Scott en un cameo memorable, establece el tono desenfadado y exagerado que define el resto del metraje. A partir de ahí, Perkins despliega un carrusel de muertes absurdas, personajes estrafalarios y diálogos cargados de sarcasmo que funcionan como un homenaje al cine de terror más autoconsciente.
Visualmente, mantiene un estilo que oscila entre lo grotesco y lo estilizado. La cinematografía de Nico Aguilar logra capturar tanto la crudeza de las escenas más sangrientas como la energía casi caricaturesca del conjunto. La paleta de colores y la iluminación dramática refuerzan la sensación de estar viendo un espectáculo macabro, casi como si se tratara de una historieta de terror de la vieja escuela, al estilo Historias de la Cripta. En este sentido, la película encuentra su propia identidad, alejándose del tono opresivo de Longlegs y apostando por un enfoque más dinámico y lúdico.
Humor negro y puro sarcasmo
En cuanto al guion, es evidente que Perkins intenta inyectar un subtexto sobre el trauma, la culpa y la inevitabilidad de la muerte, pero estos temas quedan enterrados bajo un aluvión de gags y muertes arbitrarias. The Monkey coquetea con la idea de que el juguete maldito no solo es un asesino en serie sobrenatural, sino un símbolo de las cargas emocionales. Pero lejos de sumergirse en el drama, la historia utiliza estos elementos para potenciar su naturaleza absurda y descontrolada.
El reparto está a la altura de la propuesta. Theo James brilla en su doble papel de Hal y Bill, logrando diferenciar a los gemelos con carisma y un toque de locura. Tatiana Maslany destaca con su interpretación exagerada pero en el punto perfecto, mientras que Elijah Wood se divierte a lo grande con un personaje que roza lo grotesco. Christian Convery, en su papel infantil de los gemelos, ofrece una actuación sólida que establece bien las bases del conflicto central.
Al final, The Monkey, disponible en los cines desde el 21 de febrero, no es una película de terror tradicional, ni pretende serlo. Es un delirio cinematográfico lleno de energía, sangre y humor negro, un espectáculo pensado para aquellos que disfrutan del terror con un toque gamberro y sin complejos. Puede que no sea tan redonda como Longlegs, pero es una prueba de que Perkins no teme experimentar y divertirse con el género. Es una montaña rusa de caos, muerte y sarcasmo. Si se acepta su propuesta paródica y su tono juguetón, es imposible no disfrutarla. Pero ni es la sucesora de Longlegs ni pretende tomarse en serio en ningún momento.