La civilización de El Argar, ubicada entre las provincias de Murcia y Almería, es uno de los secretos antropológicos más fascinantes de España. Su existencia, que se remonta a entre los años 2200 y 1550 antes de nuestra era, coincide parcialmente con épocas de gran relevancia en la antigua Grecia y Egipto. Pese a su relevancia, esta cultura dejó escasos vestigios, lo que dificulta profundamente su estudio y comprensión.
Los últimos avances en paleogenética han permitido desentrañar algunos de los misterios de esta sociedad. Investigadores han analizado restos humanos del yacimiento de La Almoloya, revelando que las estructuras familiares de El Argar eran complejas y posiblemente marcadas por prácticas de exogamia, en las que las mujeres, procedentes de diversos orígenes genéticos, se desplazaban entre asentamientos al casarse, sugiriendo una sociedad virilocal donde los hombres permanecían en su localidad natal.
Polígamos que evitaban la endogamia
Este patrón de movilidad femenina y permanencia masculina local sugiere una estructura social en la que las alianzas matrimoniales se utilizaban para establecer y mantener conexiones entre diferentes comunidades, fortaleciendo la cohesión social y política a través de redes extendidas. Estas prácticas podrían haber jugado un papel crucial en el desarrollo y mantenimiento del poder dentro de El Argar, reflejado en la estratificación social y la acumulación de riquezas y poder por parte de una élite dominante.
En la Almoloya, el análisis de las tumbas dobles, donde hombres y mujeres no emparentados genéticamente eran enterrados juntos, revela una dimensión adicional sobre las relaciones familiares y sociales. A menudo, estos entierros incluían niños emparentados con el hombre, sugiriendo la existencia de prácticas poligámicas o de reorganización familiar tras viudez o divorcio.
Estas prácticas matrimoniales no eran meras tradiciones, sino que respondían a necesidades de supervivencia y prosperidad de la sociedad de El Argar. La exogamia evitaba los riesgos de la endogamia, un problema que afectó gravemente a otras poblaciones del pasado, como los neandertales. Este fenómeno sugiere que eran consciente de los beneficios genéticos y sociales de la diversidad, adoptando estrategias matrimoniales que potencialmente favorecían su estabilidad y crecimiento a largo plazo.
Liderazgo compartido entre hombres y mujeres
En la civilización de El Argar, las evidencias de mujeres en posiciones de liderazgo se han consolidado principalmente a través de los hallazgos arqueológicos en tumbas de alto estatus, como la descubierta en La Almoloya. Esta contenía los restos de una mujer enterrada con un ajuar significativo que incluía joyas de plata y oro, y una diadema de plata, indicativo de su alta posición social y posible rol gobernante. Los objetos de valor encontrados junto a ella, que eran mucho más lujosos y abundantes que los típicos en otras tumbas, sugieren que tenía un estatus especial, posiblemente como líder o figura de poder dentro de su comunidad.
Se desconoce el motivo de su desaparición
La desaparición de la civilización de El Argar sigue siendo uno de los misterios más intrigantes de la arqueología europea. Aunque las teorías varían, algunos expertos sugieren que una combinación de agotamiento de recursos naturales, desigualdades sociales extremas, y conflictos internos pudo haber contribuido a su colapso. La intensiva explotación de la tierra y los recursos podría haber llevado a una crisis ecológica, mientras que la acumulación de poder y riqueza en manos de una élite reducida podría haber generado tensiones sociales insostenibles. Estos factores, junto con posibles conflictos armados o desastres naturales, podrían haber provocado una desestabilización crítica, llevando al abandono de sus ciudades y a la eventual desaparición de esta compleja sociedad de la Edad del Bronce.
