Análisis de Worldless, la exigente magia del parry por turnos (Switch, PC, Xbox One, Xbox Series X/S, PS5, PS4)
Worldless engaña. El primer juego del equipo barcelonés Noname Studios se presenta con un estilo gráfico minimalista, en el que los personajes son prácticamente esbozos y siluetas formados por líneas que raramente logran tocarse. Los preciosos fondos de los escenarios son degradados y nubes en los que a veces podemos atisbar entramados que aportan algo de profundidad, todo con una importancia de los puntos de luz que tiene un fuerte sentido en la estructura del juego.
¿Qué es Wordless?
Sin embargo, tras esa sobria fachada se esconde un exigente sistema de combate que mezcla acción directa con turnos a un nivel que pocas veces hemos visto en el videojuego reciente. Es un juego denso, que requiere precisión y paciencia, ojo fino para detectar oportunidades y pericia en los mandos para ejecutar los golpes cuando debemos.
Junto a todo eso, aunque a otro nivel de refinamiento, Worldless también ofrece un enigmático mundo 2D que podremos recorrer como si fuera el de un metroidvania, backtracking incluido.
Pero aunque exista una potente faceta de exploración, que va ganando posibilidades a medida que avanzamos en la abstracta historia del juego (que dura unas 8-10 horas, dependiendo mucho de cada persona), nadie puede dudar que el combate es lo que estructura el eje central de Worldless: no es un boss rush aunque podría serlo; tiene momentos interesantes de exploración del mapa, ciertos desafíos plataformeros, pero el esfuerzo a nivel de diseño se concentra en la acción y aunque no se deja de lado el resto de elementos sí es en esas facetas donde más lugares comunes encontramos.
Combate híbrido entre turnos, acción directa, coreografía y puzle
El combate es otro cantar. Si ves un gameplay de Worldless difícilmente vas a descubrir que se trata de un juego por turnos a menos que te fijes en las pequeñas barras de tiempo que se colocan bajo cada contrincante. En cierto sentido eso es lo único que tiene de combate por turnos: que limita las acciones de cada personaje a una ventana concreta, ya sea defensa o ataque. No hay tiempo infinito para tomar decisiones, sino que debes ejecutarlas rápido y sobre la marcha antes de que se agote la barra.
Claro, que eso no significa que tengas que hacerlo sin pensar. La falta de estrategia es lo que más penaliza en Worldless, juego que por otra parte es bastante benevolente con el fallo (no mueres al perder, por ejemplo, sólo te empujan hacia atrás y puedes volver a intentar el combate inmediatamente); en las batallas hay que pensar, leer al enemigo para descubrir sus debilidades, acatar con el ritmo que propone cada uno de ellos (no hay dos iguales, por cierto). Si le pillas el rollo es una experiencia verdaderamente satisfactoria, pero si no te hace click se puede volver un juego muy frustrante.
Profundo y denso no-mundo abstracto
Cada enemigo de Worldless ofrece un combate casi coreográfico en el que los turnos dinámicos se diluyen hasta convertirse casi en un duelo en tiempo real: hay un momento de defensa y otro de ataque que pueden solaparse gracias a los parrys, de modo que al final no difiere mucho de un hack'n'slash pausado y pesado como puede ser un Dark Souls o un Sekiro. De hecho comparte mucho con este último por la manera en la que nos invita a profundizar en las nuevas mecánicas que vamos aprendiendo, así como por lo gratificante que resulta conseguir dominarlas.
Porque sí, a lo largo de la partida vamos a ir obteniendo nuevas habilidades que podremos desbloquear. A veces las conseguiremos mediante exploración y otra derrotando a ciertos enemigos a través de un curioso sistema de absorción que con barras de cargas y QTE conforma una nueva manera de acabar con los contrincantes sin la necesidad de bajarle la vida a cero. Además, esos enemigos quedan en un punto concreto del mapa donde podemos ir para repetir batallas bien porque nos hayan gustado, bien porque queramos practicar nuevas técnicas.
Sí, pero
Si fuera por el combate, Worldless sería uno de los juegos más recomendables del año. Sin embargo, todo lo que hay alrededor provoca ciertas reservas a la hora de hablar de él. A Worldless le cuesta transmitir información, y es fácil perderse tanto en la exploración física del escenario como en las bases de sus sistemas jugables. Esa falta de claridad puede encantar a determinado público, por supuesto, probablemente al mismo que disfrute de sus exigentes combates, pero su conjunto resulta una experiencia algo abrupta a la que hay que entrar con muchas ganas y dedicación.
Con todo esto no queremos decir que sea un mal juego, en absoluto, sino más bien que es uno poco accesible y orientado a audiencias hardcore. Eso es algo que queda patente nada más empezar a jugar y ver cómo funcionan sus sistemas de ataque, defensa e incluso exploración, y que se acentúa más a medida que descubres todo lo que tiene que ofrecer, incluyendo secretos convertidos en desafíos todavía más exigentes que los que encuentras durante la aventura. En definitiva, es café para los muy cafeteros.
Conclusiones
El minimalismo estético de Worldless contrasta con la profundidad de su sistema de combate, que es lo que vertebra la experiencia de juego: este aspecto está medido al dedillo para ofrecer batallas tensas, dinámicas y muy exigentes en las que la línea entre el turno y la acción directa se diluye hasta formar una coreografía enigmática. Aquí no vale sólo con saber qué hacer, sino que también hay que saber cómo hacerlo, convirtiéndose en un rompecabezas que requiere paciencia y pericia a partes iguales. Lo que tiene de metroidvania y plataformas no consigue arrebatarle protagonismo al combate, aunque tampoco lo intenta por mucho que su presencia ocupe una parte importante del total del juego: esas son las peores facetas de una obra densa que parece idónea para convencer a quienes busquen desafíos de alto nivel.
Hemos realizado este análisis en Switch con un código proporcionado por Plan of Attack