Análisis de Trash Panic PSN (PS3)
Un puzzle sin nada desechable.
Tetris es considerado uno de los juegos más adictivos y emblema (junto quizás Pacman) de toda una generación de jugadores, desde que Alekséi Pázhitnov lo crease en 1985. Las conocidas bases del juego –unas piezas que caen y pueden ser giradas, para formar líneas con el objetivo de eliminar contenido y obtener siempre espacio- han dado lugar a multitud de estudios, algunos de los cuales achacan esa adicción al impulso que sentimos de ordenar cualquier estructura, huyendo del caos.
Numerosos juegos han intentado emular con mayor o menor fortuna la popularidad de Tetris, añadiendo nuevas reglas o modificando piezas. Algunos de los más célebres quizás sean Columns, que utilizaba joyas de colores para realizar cadenas, Puyo Puyo y los protagonizados por personajes emblema de Sega y Nintendo, Dr. Robotnik's Mean Bean Machine y Dr. Mario, aunque Tetris sigue siendo considerado el referente del género de los puzzles, hasta el punto que otros puzzles son denominados "tipo Tetris".
Trash Panic (cuyo nombre japonés es Gomi Bako, "cubo de basura) es uno de estos juegos de puzzles que intenta aportar un nuevo punto de vista respecto a los juegos sin apartarse de algunas normas básicas que suelen ser comunes a todos ellos. La aportación más novedosa y que hace que Trash Panic no pudiera ser creado hace veinte años radica en las piezas: son objetos cotidianos. En lugar de utilizar objetos con forma de ladrillo o similares formando muros que encajan a la perfección, Trash Panic simula un cubo de basura –a modo de foso en el que caen las piezas- que recibe objetos, conocidos por todos, dependiendo del escenario y temática de la fase. Por ejemplo, en el primer nivel nos encontramos en una oficina con lápices, grapadoras, bombillas o perchas, así hasta una moderada diversidad de figuras con diferentes características de peso y forma que los divide en categorías de mayor a menor resistencia.
La idea del juego es sencilla: se nos presenta por la parte derecha por medio de unas grúas los objetos en orden que van a caer lentamente, con tiempo suficiente para rotarlos y buscar el lugar indicado en el que posarlo cuidadosamente o estrellarlo con fuerza. Como la cantidad de basura que vamos a recibir excede la capacidad natural del cubo, la única opción que disponemos es romper los objetos y, aunque quedarán restos más pequeños, ir formando una pila compacta de basura. Los más ligeros, como lápices o bombillas pueden romperse directamente al golpear a otro objeto, pero los más contundentes necesitarán varios impactos; y algunos, como pelotas de goma o colchones viejos, no podrán ser eliminados de esta manera.
La idea es original –dentro del género- y resulta intuitivo deducir en nuestras primeras partidas la consistencia de cada objeto, de manera que no será necesario suponer cuales han sido las propiedades que los desarrolladores han otorgado a cada "pieza". Además, el juego hace un buen uso de las físicas, y aunque se tiende a amoldar la basura en un lugar fijo una vez ha caído, Trash Panic dispersa los restos rotos y objetos según las formas de manera semi-realista y en dos planos –no existe eje Z en el cubo de basura-. Si algunas piezas quedan en posición inestable tras una explosión, agitando el mando, gracias al sensor de movimientos, podremos sacudir el cubo (y todo el escenario) y recolocar la basura en caso de haber algún espacio hueco desaprovechado. Dependiendo de las posiciones esto puede funcionar mejor o peor, pero sin duda es una gran ayuda. Es posible detener la caída de objetos tapando el cubo con la tapa, una función que puede consumir todo el oxígeno si en ese momento estamos quemando desechos.
Uno de los peligros naturalmente proviene de sacar la basura fuera del cubo. Podemos recibir hasta dos amonestaciones, y a la tercera seremos descalificados dando por finalizada la partida. Por suerte contamos con la ayuda de una grúa en la parte izquierda en la que mantener en espera un objeto que deseemos reservar para otro momento, por ejemplo, alguno voluminoso que haga peligrar la estabilidad de la montaña de porquería, o alguno de los que poseen propiedades especiales.
Aún siendo buenos jugadores rompiendo los objetos con las colisiones directas, muchas veces pasaremos apuros, y será entonces cuando tengamos que hacer uso de algunos de los elementos con efectos secundarios más curiosos de Trash Panic. Los rollos de papel higiénico no abultan demasiado (y son irrompibles), pero colocados estratégicamente pueden librarnos de una situación tensa gracias a las cerillas encendidas que pueden aparecer, consumiendo la basura combustible (entre ellos, los abultados colchones que no podíamos eliminar con impactos). Más adelante descubriremos cartuchos de dinamita que literalmente vuelan por los aires importantes porciones de basura, dejando total o parcialmente el cubo limpio. Pero eso no es todo, hay también algunos tipos de hongos que destruyen algunos objetos (como neumáticos, resistentes a impactos) y que aparecen en determinadas situaciones, o líquidos como agua y gasolina –que lógicamente flota sobre el agua creando una barrera entre lo que arde y lo que no-.
No todo es desecho, y en ocasiones se cuelan elementos valiosos indicados con la expresión "mottainai!", palabra japonesa que se utiliza cuando se derrocha algo útil, ya sean alimentos, objetos o el propio tiempo, que algún despistado ha tirado a la papelera. Los personajes que pasean por la pantalla –unos seres encargados de la limpieza- quieren rescatar dicho mottainai, así que con estos ítems debemos ser cuidadosos y posarlos delicadamente para no romper, quemar o explotarlos antes de que sean recogidos, lo que se complica un poco cuando disponemos de dinamita a mano. Y por otro lado, encontraremos basura "jefe", más abultada que debemos eliminar antes de que una cuenta atrás llegue a cero, o seremos penalizados con más basura. A medida que avanzamos por las fases, el cubo de basura aumentará su tamaño desde el que descubrimos en la oficina hasta uno de proporciones planetarias con basura acorde a la dimensión, en la línea del humor japonés disparatado de Katamari Damacy.
En definitiva, una mecánica sencilla pero con algunas sorpresas que dan mucho juego y que llegan a picar al jugador para poner a prueba su estrategia más ecologista, tanto para superar cada fase como para mejorar los récords en base a la puntuación que tiene en cuenta los combos de roturas. Dos contadores en la parte derecha valorarán también la emisión de gases, ECO (ecológico) y EGO (egoísta), según nuestras acciones –quemar basura dispara el medidor de EGO-, mostrando al final un recuento total que incline la balanza a uno de las personalidades.
Existen tres modos de dificultad y varios modos, entre ellos un modo local versus para dos personas en el que picarse es aún más fácil que en solitario, gracias a que los combos son la clave para permitir pasar basura al cubo rival, con las consiguientes risas y enfados. También hay un modo sin límite, en el que el único objetivo consiste en alcanzar la máxima puntuación hasta que la basura desborda. Por último, las misiones variadas ofrecen desafíos algo diferentes a las reglas principales, como una que consiste en romper una campana muy resistente –necesita 108 golpes-. Además posee tabla de records online y soporta la función de grabar vídeo de hasta diez minutos, con la posibilidad de subirlo automáticamente al servicio Youtube. Como en cualquier otro juego de este tipo, la vida útil de Trash Panic dependerá mucho de la capacidad del jugador por engancharse a este tipo de retos, y de poder contar o no con un compañero que multiplique la diversión por dos.
Pero tras algunas muy buenas ideas se esconden algunos fallos que hacen que Trash Panic se quede lejos de la perfección. Tenemos seis niveles de dificultad creciente con basura e ítems diferentes (aunque en esencia la mecánica es la misma) que debemos pasar de un tirón, dado que perder te obliga a volver a comenzar desde el principio. Se desbloquean las fases terminadas para poder ser jugadas de forma independiente, pero hay que reconocer que terminar de principio a fin sin opción de guardar es frustrante, porque supone disponer de un tiempo mínimo de juego sin interrumpir la partida. Una mecánica muy clásica y que puede enganchar hasta dominar todo el juego, pero también demasiado exigente, pues incluso en fácil el juego no es un paseo.
El modo para dos jugadores es divertido, pero una opción de juego online habría añadido decenas de horas de juego extra. Su ausencia convierte a Trash Panic en un título algo cojo si las opciones en solitario se nos antojan cortas.
Gráficamente el juego cumple sobradamente su propósito, no se puede exigir más. La basura es fácil de identificar –ni siquiera es necesario leer las descripciones- y no se han buscado objetos extraños. Poco a poco iremos acumulando elementos completos o rotos que formarán una inmensa montaña basada en la física de cada figura y peso, y será entonces cuando entendamos que gran parte de la propia jugabilidad, basada en los comportamientos reales, no podría haber sido realizada sin la ayuda de Havok (el motor de físicas de Trash Panic). Elementos gráficos como el agua, fuel, lluvia o fuego han sido bien representados y el escenario animado del fondo -muchas veces interactivo con lo que sucede en nuestro cubo de basura- dan vida a la partida con cambios climáticos, y a veces, con pequeños gags; un objeto explosivo puede afectar a toda la ciudad que vemos tras el primer plano, soltar un pesa en la basura hace temblar toda la oficina, etc.
Por su parte, la banda sonora cuenta con temas musicales alegres, alguna con toque rapero, aunque pecan de algo repetitivos; Trash Panic no brilla en este apartado. Los sonidos cuentan con una variedad, dentro de lo que cabe, de registros de golpes y roturas. Nada que se salga del guión establecido.
Conclusiones
Trash Panic es un título accesible y divertido que se suma al catálogo de PlayStation Network y viene a cubrir el género de los puzzles de una manera más que satisfactoria, aunque no marcará un antes y un después. Echamos en falta un modo online en el que competir contra otro jugador del mundo, y la longevidad se basa en completar las seis fases, las misiones especiales, y la disponibilidad de un amigo para jugar en local, donde las risas están aseguradas: en más de una ocasión nos tomaremos el juego muy en serio.
Trash Panic promete mantener a los usuarios de PlayStation 3 entretenidos y, de paso, concienciados ecológicamente. Sus buenas ideas compensan fácilmente el dinero invertido en un juego pensado deliberadamente para descarga, aunque queda a medio camino de la revolución que podría haber llegado a conseguir.