Durante más de 150 años, un grupo de vacas abandonadas en una remota isla del océano Índico meridional desarrolló una historia evolutiva sin precedentes. Lo que comenzó como un fallido intento de colonización por parte de una familia francesa a finales del siglo XIX terminó convirtiéndose en un fascinante experimento natural de adaptación y supervivencia.
Las reses, de ascendencia cercana a la raza Jersey, prosperaron sin intervención humana en un territorio inhóspito, solitario y castigado por el viento: la isla de Ámsterdam. La singularidad del fenómeno radica en que, a diferencia de lo que suele ocurrir con poblaciones genéticamente aisladas, estos bovinos no desarrollaron los problemas típicos de la endogamia.
Supervacas
Su resistencia, autonomía y capacidad de adaptación llamaron la atención de la comunidad científica, que documentó rasgos morfológicos particulares y un comportamiento autónomo sorprendente, como la habilidad de subsistir sin suplementos alimenticios o asistencia veterinaria. A finales del siglo XX, se estimaba que la manada superaba los 2.000 ejemplares.
Pero no todo eran buenas noticias. Con el tiempo, el pastoreo descontrolado comenzó a poner en peligro especies endémicas de la isla, como el albatros de Ámsterdam —declarado Patrimonio Mundial por la UNESCO— y el arbusto nativo Phylica arborea. Para salvar el frágil ecosistema, las autoridades del Territorio Austral Francés decidieron en primera instancia aislar el ganado en un perímetro acotado. Sin embargo, esta medida temporal no bastó, y finalmente se optó por la erradicación total del rebaño.
Un sacrificio muy controvertido
La decisión, ejecutada a principios del siglo XXI, generó una ola de críticas entre ecologistas, científicos y ciudadanos. Muchos consideraron que se trató de una medida precipitada que no valoró adecuadamente el valor evolutivo y genético único de estos animales. “Se sacrificó un capítulo irrepetible de la historia biológica de nuestro planeta”, denuncian expertos como Laurence Flori, del centro de investigación Umr Selmet. También se enviaron quejas formales al Parlamento francés, aunque sin resultados.

En un mundo que busca proteger la biodiversidad, la historia de esta peculiar manada —nacida del abandono, moldeada por el aislamiento y eliminada por decisión administrativa— recuerda que no toda la evolución ocurre en los libros ni bajo supervisión humana. A veces, florece donde menos se espera, y su desaparición también deja un vacío científico y simbólico difícil de reemplazar.