Análisis de Tears to Tiara II (PS3)
El primer Tears to Tiara, lanzado en PC en 2005 y unos años más tarde en PS3 y PSP, no es demasiado conocido en Occidente. Este título de rol táctico para adultos contó en Japón con manga, serie de televisión y hace algo más de un año con la secuela Tears to Tiara II: Heir of the Overlord, que inesperadamente, nos llega ahora a Europa y Estados Unidos.
Para bien o para mal, la saga ha ido suavizando el contenido erótico característico de aquella entrega a cada adaptación para que el aspecto más hentai no sea tan destacado y quizás así abrirse a un público más variado, con posibilidad de un mayor reconocimiento comercial.
Eso tampoco significa que la secuela haya perdido del todo los diseños provocativos en las féminas, sino que ha quedado rebajado al mínimo que cualquier RPG japonés trae como estándar –básicamente, la ropa de las chicas-.
La parte de juego que debería ser el núcleo es rol estratégico sobre casillas, similar a otros muchos títulos que heredan la fórmula de Tactics Ogre, pero tiene un fuerte componente de novela visual, es decir, muchísimo diálogo con ilustraciones de personajes –textos en inglés, voces en japonés-. Entre batallas transcurren decenas de minutos, hasta horas, que alternan pequeñas cinemáticas con diálogos y las ilustraciones de los interlocutores. Sufre un poco de la crisis de identidad que hemos visto en otras producciones de segunda fila: personajes cabezones, retratos manga de proporciones estilizadas, uso de cel shading en las unidades con fondos ocasionalmente monocromáticos y de color apagado. Cuando todo va en la misma dirección tenemos un juego bonito y coherente, pero cuando no, la dirección artística chirría un poco y parece un pastiche de estilos que no se llevan bien.
El marco de la historia es un tanto curioso porque se ambienta en cierto país llamado Hispania, nombre de esta versión ficticia de España –y no hay lugar a dudas, la silueta del mapa refleja a toda Europa-. Esta península está bajo el yugo del Imperio Divino, y en ella vive Hamil, un joven descendiente de la realeza venida a menos. Su vida cambia el día que se encuentra con una chica que dice ser una diosa, algo que enciende la chispa para que pueda alzarse en armas contra el Imperio opresor. No alcanza el grado de carga dramática y épica de las obras de Yasumi Matsuno, pero es más que suficiente para distanciarse del humor y la comedia de otros títulos, pese a que el aspecto tan anime resta gravedad a los acontecimientos. Grandes personajes, fácilmente 80 horas o más de aventura y una temática de cultura y mitología europea ponen a esta historia por encima de la media.
Hay un detalle importante con el desequilibrio en el ritmo de desarrollo. La parte de novela fácilmente satura al jugador –y más a aquellos no acostumbrados al inglés- y distribuye las batallas con tanta distancia que puede aburrir a quien únicamente quiere disfrutar de la acción. De hecho podríamos decir que es una novela visual que de vez en cuando presenta un combate de rol estratégico y no al contrario. Si estás acostumbrado a sesiones de una hora o una hora y media, se dará el caso de partidas que únicamente avancen en conversaciones -¡y sin opción de guardado intermedio!- y nada de estrategia. Por supuesto, siempre se puede echar mano del botón para rebobinar los textos, aunque eso corta por lo sano uno de los aspectos más diferenciadores de Tears to Tiara II frente a la competencia.
La parte de acción sobre el tablero nos ha gustado bastante. Así como no se sale fuera de lo normal ni presenta grandes innovaciones, se deja jugar fácilmente provengas de Disgaea o cualquier otro título táctico similar. Y si no, hay tutoriales que hacen asequibles los conceptos básicos. La mecánica es la usual: turno para desplazar unidades, cada uno equipado con armas o habilidades de diferente rango –espadas, arcos, magia, lanzas…- y fase para que la inteligencia artificial realice lo propio con sus enemigos. La sensación es mejor que la de Natural Doctrine, un reciente lanzamiento del género que resultaba demasiado confuso y en el fondo, poco libre a la hora de resolver los conflictos. Tears to Tiara II es un SRPG auténtico, con flexibilidad para ganar –o perder- las partidas de cien maneras diferentes, no de la única que sus creadores han pensado.
En lugar de tableros flotantes el entorno es más realista y con obstáculos integrados en el decorado, a veces con cofres. Una particularidad, no original pero pocas veces contemplada, es la oportunidad de volver atrás hasta en 20 turnos, lo que permite que si la situación se está torciendo puedes subsanar el error clave sin empezar de cero. Existen afinidades elementales que se contrarrestan entre sí, combos para fortalecer los ataques –tipo lanzar una segunda flecha- y un sistema de creación de ítems gracias a la recogida de materiales. Luego hay algunas funciones un poco más curiosas, como montar elefantes con sus propios parámetros de ataques y movimientos. Nada de esto cambia drásticamente la forma de jugar así que se agradece que, al no intentar probar nada especialmente rompedor, al menos utilice los conceptos de probada efectividad.
Sobre la presentación, tenemos las mencionadas inconsistencias que mezclan diseños chibi con figuras más estilizadas que a su vez contrastan con el tono que puede tener la situación. Sin ir más lejos, hay secuencias en las que el Imperio se dedica a maltratar a los trabajadores a base de latigazos, con gritos y alaridos. En lugar de conmover, el efecto de ver unos personajillos tipo Animal Crossing pegándose es cuanto menos chocante. Podríamos criticar también modelados o texturas, más propios de un juego producido en 2006, pero entendemos que no es uno de los géneros que se caracterice por deslumbrar visualmente, y de hecho alguien podría argumentar que únicamente hablando de aspectos técnicos y sin entrar en el arte, es más avanzado que el próximo Disgaea.
Pese a que el conjunto gráfico aprueba, va fluido y en ciertas situaciones queda hasta bonito, hay que resaltar un par de cuestiones. Tiene unos mapas de sombras de muy baja resolución que provocan un constante tembleque cada vez que la cámara hace zoom o se mueve. Es una pena que cualquier objeto grande que proyecta sombras da una impresión muy cutre. Otra cuestión es que las cinemáticas son apenas personajes estáticos moviéndose de aquí para allá, sin ningún tipo de expresividad; los retratos para diálogos no están muy animados, así que todo el peso de la emoción queda en los actores de doblaje y la música –parte remezclas del primer Tears to Tiara-, que nos han gustado aunque sin nada especialmente memorable.
Conclusiones
Pasando por alto los defectos derivados de ser una producción modesta o poco original, que tampoco es que sean tan graves como para impedir su disfrute, Tears to Tiara II nos ha dejado mejores sensaciones de las esperadas. El rol estratégico es sólido y la parte de novela visual hace que los personajes sean más ricos y con más profundidad que otros muchos lanzamientos del estilo.
Sólo un inconveniente, o mejor dicho, una advertencia: no es tan directo como nos gustaría. Eso desesperará a quien pida de él una sucesión rápida de combates. Pone en la balanza por igual e incluso por encima –en cuanto a consumo de tiempo- la parte de historia a la estrategia, cuando esto último es lo verdaderamente valioso desde el punto de vista jugable.