Análisis de Ridge Racer 7 (PS3)
Aunque Ridge Racer ha perdido durante estos últimos años su estatus de rey de la velocidad arcade para dejar paso a otros títulos, Namco cumple con la tradición que ha acompañado hasta ahora, y van cuatro, a todos los lanzamientos de consolas nuevas de Sony. El género de la velocidad arcade tiene otros títulos grandes, como Burnout o Flatout, y ha perdido algo de interés por parte del público, más inclinado a los simuladores recientemente, pero Ridge Racer sigue contando con una legión de fans ansiosos por recorrer a toda velocidad las fantasiosas ciudades ideadas por Namco al volante de los emblemáticos coches.
Ridge Racer 7 no es la primera entrega de nueva generación de esta saga de Namco. El año pasado los usuarios de Xbox 360 disfrutaron de la sexta parte, una acertada evolución de la saga hacia las nuevas tendencias en el género.
Manteniendo su estilo, Ridge Racer 6 incluía los turbos, una novedad ya vista en la versión PSP, y un sistema de juego muy logrado que nos presentaba las pruebas en una retícula, unidas entre sí, dándonos gran libertad para elegir que desafíos afrontar, cuántos a la vez y en qué orden. En esta versión PS3 no se ha mantenido ese diseño sino que se ha optado por algo más clásico, la organización en campeonatos, que iremos superando para acceder a otros nuevos.
Esta séptima entrega no cuenta con demasiadas novedades respecto a la secta; de hecho, usa buena parte de los circuitos de la versión Xbox 360, por lo que los usuarios de esta última pueden sentirse algo decepcionados. Los que, sin embargo, no hayan jugado respecto a la quinta parte –título de lanzamiento de PS2-, notarán una gran cantidad de cambios, y no solo el soberbio apartado gráfico. Ridge Racer 7 mantiene la jugabilidad clásica, es decir, los derrapes, pero incluye opciones de modificación del coche, rebufos y turbos, que se van rellenando según vayamos haciendo derrapes.
El característico estilo de Ridge Racer no tiene términos medios. Los fans lo adoran, hay gente que lo detesta, y los nuevos jugadores no tardarán en hacerse con él. La conducción es tremendamente arcade, sin que sea necesario frenar demasiado en las curvas, y la forma ideal de jugar es derrapando, soltando el acelerador ligeramente y volviéndolo a presionar para realizar un movimiento de derrape medio asistido por el juego, en el que nuestra misión será mantener el coche más o menos estable para no perder el control al salir de la curva.
Este principio básico de la saga se mantiene intacto, con los diferentes tipos de coche que varían la capacidad y el riesgo del derrape, pero la inclusión de los turbos y los rebufos hace que las carreras tengan algo más de profundidad. Cuando estemos tras un rival podremos aprovechar la ventaja que tenemos en la resistencia contra el aire para ir más rápido. Al ser Ridge Racer un juego arcade, este efecto de rebufo está muy exagerado, notándolo aún cuando estemos a bastante distancia del coche rival, por lo que es importante alinearnos bien con él y ganarle metros mientras lo tenemos delante.
Luego es buena idea dejarlos atrás usando el nitro, una idea iniciada en Ridge Racer para PSP, introducida en consola doméstica por la sexta parte, y mantenida en esta séptima entrega para PS3. A medida que tomemos curvas derrapando la barra se irá llenando, y cuando uno de sus fragmentos esté lleno será el momento de usarlo. La barra tiene tres porciones, pudiendo usar dos o tres incluso para obtener un turbo todavía más potente y duradero. Si derrapamos en una curva cuando se nos está acabando el impulso del turbo, la barra se llenará velozmente, logrando que consigamos volver a tener un turbo disponible más rápido.
El modo de juego principal, llamado Ridge State Grand Prix, vuelve al sistema de campeonatos, donde tendremos que correr varias carreras y acumular puntos para hacernos con la victoria. Descartando el fantástico sistema libre de Xbox 360, Namco vuelve a darnos los eventos prefijados, aunque asociándolos a la posibilidad de comprar nuevos coches y modificaciones para ellos. Además del modo principal contamos con el clásico arcade, para carreras rápidas, contrarreloj, multijugador vía pantalla partida y, por supuesto, juego online. Éste soporta hasta 14 jugadores en las carreras, y cuenta como atractivo con modos especiales pocas veces vistos en estos juegos. El llamado Team Battle no necesita mucha explicación. Los corredores se repartirán en dos equipos y, dependiendo de la posición, sumarán puntos para su equipo. Otra opción interesante es el Pair Battle, donde habrá equipos de dos jugadores que compartirán una barra de turbo, habiendo estrategias para llenarla más rápido, como tomar las curvas juntos. Además de las competiciones contra otros, hay también una tabla de clasificación online con los mejores tiempos.
Otra de las novedades que comentábamos al comienzo del análisis es la modificación o tuning de coches, una mejora bienvenida ya que es lo habitual hoy en día en el mundo del videojuego y no se implementa de un modo sesudo, pidiéndonos ajustar los reglajes, sino de forma bastante sencilla para todo tipo de jugadores. Aparte de la gran selección de coches imaginativos de diseños futuristas a la que nos tiene acostumbrados Namco, ahora contaremos con partes de fabricantes que podremos integrar en nuestro coche. Estas partes incluyen mejoras del motor, la suspensión, las ruedas y, por supuesto, el nitro. También podremos pintar nuestro coche o modificar su diseño externo. Un añadido interesante es la "relación" que tendremos con cada fabricante. Cuanto más usemos un coche de una marca, más puntos obtendremos con esa marca y tendremos acceso a descuentos en coches y partes. Un detalle interesante, que no llega a ser crucial pero que le da algo de profundidad al Grand Prix.
A nivel gráfico Ridge Racer 7 no es uno de los títulos más destacados del lanzamiento de la consola, pero se defiende bien, mostrando unos vistosos escenarios que se mueven sin ralentizaciones, con sensibles mejoras con respecto a Xbox 360 en el caso de los que se mantienen de la sexta parte (que son la mayoría). Los coches siguen mostrando el mismo diseño imaginativo y brillante de las anteriores entregas, con una gran cantidad de polígonos y algunos efectos de iluminación y reflexión muy vistosos. Aunque no pasará a la historia por su brillantez gráfica, sí demuestra el buen trabajo que siempre es capaz de hacer Namco en este apartado.
En cuanto al sonido, esta séptima entrega mantiene la tradición musical de la saga, con melodías electrónicas que ambientan muy bien las carreras, pero donde sí parece que no acaba de avanzar es en el apartado del sonido de los motores, que no acaba de dar el salto de calidad o variedad que se espera de un juego de nueva generación. Sin desmerecer, en vez de optar por el realismo o, al menos, por la variedad, los sonidos son todos bastante parecidos.
Ridge Racer 7 es un buen arcade de velocidad, digno continuador de una de las sagas más emblemáticas del mundo de los videojuegos, y especialmente vinculada, ya no a nivel de éxito sino cada vez más "sentimentalmente", a las consolas PlayStation. Esta séptima entrega no decepcionará a los fans de la saga. No introduce grandes cambios en su jugabilidad pero sí añadidos que la enriquecen, haciendo que se mantenga la "experiencia Ridge Racer" pero variándola un poco a mejor. La inclusión de los rebufos y los turbos hace las carreras más divertidas. Por lo demás, los que tienen la sexta parte no encontrarán grandes novedades, pues se reutiliza buena parte de lo visto en el juego de Xbox 360, pero los que no la hayan jugado y quieran un arcade de velocidad para PS3 encontrarán en Ridge Racer 7 todo lo que buscan.