Análisis de Assassin's Creed Rogue (PS3, Xbox 360)
En plena tormenta Assassin's Creed Unity, la entrega exclusiva de las nuevas consolas y PC de la que se está hablando más por sus problemas y fallos técnicos que por lo que propone como juego, lo que es una pena, Ubisoft no ha querido dejar a los muchos usuarios de PlayStation 3 y Xbox 360 sin su ración anual Assassin's Creed. Todavía son muchos los usuarios que no han dado el salto a PlayStation 4 y Xbox One, y motivos tienen para ello la verdad, en un primer año que no ha sido demasiado brillante.
Para estos jugadores se ha lanzado Assassin’s Creed Rogue, un juego sobre el que no había muchas esperanzas, y que finalmente está sorprendiendo a muchos. El hecho de parecer una entrega menor a la sombra de Unity, realizado por Ubisoft Sofia, los responsables del irregular Assassin's Creed III: Liberation, no transmitía buenas vibraciones. Pero finalmente han ofrecido una aventura bastante entretenida y completa, que si bien es muy continuista y no aporta nada nuevo, si te gustó Assassin's Creed IV: Black Flag, la entrega del año pasado, seguro que te va a encantar, ya que mantiene todo lo bueno de aquel.
La exploración y las batallas navales, las enormes cantidades de misiones secundarias y coleccionables, los bellos paisajes naturales, estamos ante una especie de Black Flag 1.5, con cambio de localizaciones, algunas armas y animales nuevos, y una mecánica de juego nueva bastante curiosa, en la que tenemos que defendernos de peligrosos Asesinos que intentan acabar con nosotros, algo propiciado por la interesante premisa argumental.
De Asesino a Templario
Si bien hasta ahora en la saga siempre habíamos sido un Asesino, a excepción del interesante prólogo Assassin's Creed III, ahora en gran parte de la aventura controlamos a un Templario. Y decimos en parte porque en las primeras dos o tres horas todavía somos un Asesino, y nos cuentan de manera detallada cómo Shay Patrick Cormac pasa de un bando a otro. Un cambio de chaqueta que se toman su tiempo para contar, ya que no es tan sencillo como cambiar de equipo de fútbol (bueno, a lo mejor sí tan traumático como pasar del Barça al Real Madrid o viceversa).
Una premisa argumental que aunque interesante, no se termina de aprovechar del todo (una frase que podríamos copiar y pegar en casi todos los análisis de juegos de Ubisoft de los últimos años). Lo que tiene a su favor es que la historia principal es más corta de lo habitual en la saga, unas 8 o 10 horas si vamos al grano, y esto hace que no tenga tanto relleno como otros Assassin's Creed, alargados a veces de manera artificial.
Este va siempre al grano, lo que se agradece, y hace que las misiones principales sean relativamente variadas y entretenidas, con algunas sorpresas en forma de localizaciones inesperadas.
En cierta manera sirve para recapitular todo lo que habíamos vivido en la saga hasta el momento, en su etapa de PlayStation 3 y Xbox 360, y volvemos a visitar las oficinas de Industrias Abstergo en el presente, descubriendo, si queremos, un montón de curiosidades en forma de documentos, con guiños a todas las entregas de la serie. Una de las cosas más sorprendentes de su argumento es lo bien que conecta con Assassin's Creed Unity, tanto que nos ha dejado francamente sorprendidos.
La acción transcurre en 1751, entre Assassin's Creed IV: Black Flag (1715) y Assassin's Creed III (1760-1783), y vuelve a estar ambientado en Norteamérica, durante la Guerra franco-india, la parte de la Guerra de los Siete Años que enfrentó a los británicos con los franceses y distintas tribus de indios americanos. Como hemos dicho antes comenzamos siendo un Asesino para acabar convertidos en un Templario, y esto trae consigo nuevos gadgets, armas y algunas mecánicas jugables.
Mantiene absolutamente todo la jugabilidad de Assassin's Creed IV: Black Flag: su sistema de combate, el parkour, el sigilo entre la maleza, casi los mismos tipos de misiones secundarias y por supuesto, las espectaculares batallas navales, que enamoraron a unos aunque disgustaron a otros, acusándole de ser el menos Assassin's Creed de toda la saga, más bien un juego de piratas que de Asesinos y Templarios. Así que como es evidente, si no os gustó la entrega del año pasado, o no os terminó de convencer del todo, este tampoco os va a gustar.
Entre las novedades, nuevas armas como un poderoso lanzagranadas, que puede lanzar distintos tipos de proyectiles como granadas narcóticas, enloquecedoras o de metralla, muy destructivas, o un rifle de aire comprimido, que hace la mismas funciones de la cerbatana de la anterior entrega. Pero lo más interesante es una nueva mecánica, que supone que en cualquier momento podemos ser atacados por un Asesino escondido en algún lugar del escenario, igual que haríamos nosotros con los enemigos.
Para evitar esto tenemos que estar atentos al sonido, de la intensidad de unos susurros que nos avisan de la cercanía de un Asesino, y para detectarlos podemos usar la vista de águila, que nos indica por donde se esconden, con un indicador muy parecido al de las partidas multijugador de anteriores entregas. Modo multijugador del que por cierto carece este Assassin's Creed, lo que le convierte un producto que aunque muy completo, tiene menos valor esta vez.
Los escenarios que visitamos son tres. El Valle del Río, una localización de la frontera nativa americana que combina la navegación por los ríos y la exploración del terreno que los rodea, con multitud de pequeños asentamientos y campamentos del ejército francés. El océano Atlántico Norte, en el que tendremos que sobrevivir a peligrosas corrientes de vientos helados, esquivar o destruir icebergs y tener cuidado con los fieros osos polares. Y por último la gran ciudad de Nueva York, que ya recorrimos en Assassin's Creed III, pero que aquí visitaremos en un estado más joven, diez años antes, aunque sigue siendo muy parecida, y que podemos ayudar a reconstruir, de manera similar a lo que vimos en Assassin's Creed: La Hermandad y la ciudad de Roma.
La extensión de estos tres lugares en conjunto es menor que la de todo el mapa Black Flag, pero eso para nada es una pega, ya que en aquel había mucho relleno y localizaciones clónicas, que aquí se han ahorrado. En Rogue está todo mucho más concentrado, y en cierta manera es más agradable y ágil ir descubriendo todos los lugares que esconde, aunque las tres grandes zonas que hemos comentado no están conectadas, y hay que pasar por una larga pantalla de carga, y nos invita a recurrir muchas veces al viaje rápido.
En el océano Atlántico Norte y sus aguas heladas es donde vivimos algunas de las mayores novedades de esta entrega. Los icebergs no solo están de adorno y los podemos usar a nuestro favor de manera estratégica, como cobertura para protegernos de los disparos enemigos, o si los destruimos, además de poder encontrar en su interior suculentos tesoros, creamos una potente ola que daña a las embarcaciones más pequeñas.
Hay un par de novedades más en las batallas navales, como un útil espolón que instalamos en el barco, que además de permitirnos atravesar enormes placas de hielo, también sirve para embestir a los barcos enemigos. Y nuevas armas, como las carronadas, cañones de proa que lanzan explosivos, ideales para ralentizar a las naves enemigas más rápidas, el cañón Puckle, una ametralladora capaz de destruir rápidamente puntos débiles, o el aceite inflamable, que podemos lanzárselo a los barcos que nos persigan y quemarlos. En general las batallas navales nos han parecido más fáciles que en Black Flag, nuestro barco es más potente y no necesitamos mejorarlo mucho para progresar en las misiones principales, aunque si queremos grandes desafíos en el mar, los encontraremos en las misiones secundarias.
Como es norma en la saga desde hace unas cuantas entregas, hay contenidos para estar muchas horas entretenidos, entre misiones secundarias, de todo tipo, y coleccionables. Es placentero ir completando todo tipo de encargos y recogiendo todo lo que esconden los escenarios, sobre todo porque está bien indicado en el mapa y no parece una tarea imposible o demasiado tediosa. Mejorar el barco, el equipo de Shay, la campaña naval, intercepción de Asesinos, desafíos de caza, conquistar los distritos de Nueva York y asaltar los cuarteles de las bandas Asesinos, asentamientos de soldados franceses que podemos saquear, fuertes que primero tenemos que atacar en barco y luego a pie, atalayas, fragmentos de una espada vikinga, cofres, salomas, cartas de guerra, fragmentos del Animus, pinturas rupestres…
Gráficamente si bien mantiene el motor gráfico de Black Flag con sus mismos pros y sus contras, se le nota que es una producción más modesta, como que ha contado con menos medios, y no está tan pulida. Peores cinemáticas y expresiones faciales, modelados más modestos, más fallitos y bugs de todo tipo, se le nota ser un juego menor respecto a lo que vimos el año pasado. Pero en su haber cuenta con un buen rendimiento técnico en todo momento, que ya le gustaría a su hermano mayor Unity, y una gran capacidad para crear estampas de una enorme belleza. Preciosos atardeceres en el Valle del Río, navegar con la luna llena iluminando los iceberg del océano Atlántico Norte, nos ha parecido un juego muy bonito la verdad, que tenemos curiosidad por ver en PC el año que viene, ya confirmado, y quién sabe si también en las nueva consolas.
Al apartado sonoro también se le nota lo de ser una entrega menor, y el doblaje al castellano es un poquito peor que de costumbre, especialmente el protagonista, con muy poco carisma, no solo por su voz la verdad. Y la banda sonora pasa muy desapercibida, siendo una de las menos destacables de la saga, al menos en sus entregas principales. Al igual que Unity, otra vez apelan a la nostalgia recuperando el fabuloso ‘Ezio's Family’ en diversos momentos del juego.
Vamos a ser malos
Con los mismos vicios y virtudes que Black Flag, muy continuista y sin aportar nada nuevo a la saga, y con unos valores de producción más modestos aunque destacables, Assassin's Creed Rogue es un juego muy entretenido, que cumple perfectamente su función, la de no dejar a los usuarios de PlayStation 3 y Xbox 360 sin Assassin's Creed este año. Más corto de lo habitual en su historia principal, y sin aprovechar del todo bien su premisa, lo de ser un Templario, sigue siendo tan entretenido como Black Flag, y además para los fans de la saga esconde un montón de fan service y referencias que les encantarán, y que harán que no les parezca una entrega de relleno. Muy recomendable.