Fenómeno internacional
Vandal Online tuvo la oportunidad de ver World of Warcraft hace tres años, cuando todavía estaba en beta. Lo presentó el verdadero alma máter de Blizzard, Bill Roper, que luego dejaría la compañía nada más ser lanzada la expansión de Warcraft 3. Estaba todavía verde, pero sorprendía ver ya un mundo en línea sin apenas cargas y lleno de colorido. De este estadio primigenio, al juego actual – uno de los más parcheados – se han vendido más de ocho millones de copias, y sin duda es el MMORPG (juego de rol masivo en línea) con más éxito en el mercado. Blizzard ha sabido mimar a sus jugadores con eventos nuevos, unas posibilidades amplias de desarrollo y la incorporación de nuevas misiones.
Como resulta natural, una expansión estaba casi hecha, y Burning Crusade se anunció el año pasado con interesantes novedades. Esta vez habría un nuevo continente llamado Outland destinado a complementar los gigantescos mundos del título de Blizzard. Con él, dos nuevas razas se incorporan a los humanos, orcos, enanos, duendes, elfos, tauren, no-muertos y trolls: los draenei y los elfos sangrientos. ¿Qué podemos esperar de ellos y del mundo que habitan? Ahora lo sabremos.
Novedades moderadas
Burning Crusade es una expansión de consolidación, que pretende añadir contenido al juego y sobre todo darle interés para aquellos jugadores avezados que no pueden subir de nivel 60. Así pues, en esta expansión se podrá alcanzar el nivel 70, aunque – eso sí – con grandes esfuerzos, puesto que se amplía mucho el diferencial. Esto dará interés a este tipo de jugador.
En cuanto a las novedades puras, para todo tipo de jugadores, las más importantes se centran sobre todo en las razas. Los Draenei, alienígenas venidos del espacio, son una raza benéfica, curanderos, que aterrizaron en Azeroth por casualidad. Su introducción es bastante interesante, y es que empezamos en el lugar donde se estrella su nave espacial, teniendo que ayudar a los supervivientes. Este contexto es simplemente un disfraz de las misiones iniciales, destinadas a subir nivel rápidamente y que el jugador obtenga las primeras nociones del World of Warcraft. Lo realmente interesante es que este disfraz argumentativo está magníficamente realizado, sobre todo gracias a la variedad de las misiones.
En cuanto a la otra raza, los elfos sangrientos, son viejos conocidos del mundo de WOW. Su introducción no es tan espectacular, pero su ciudad natal es realmente una de las más grandilocuentes visualmente del juego. Vinculados a la horda, son taimados asesinos, despiadados, siempre ocultos en las sombras de Azeroth y Outland. La primera raza tendrá de ciudad el Exodar y la segunda Silvermoon, establecidas en los confines del mundo de Azeroth.
La idea esencial es establecer dos razas mágicas, una vinculada a la sanación y otra a los hechizos y el envenenamiento. Esto mantiene el equilibrio entre la horda y la alianza, e incorpora novedades para los jugadores que gusten de experimentar con los personajes.
El resto de novedades son, podríamos decir, más accesorias. Se incorpora una nueva profesión: joyería (más exactamente orfebrería, ya que realizamos collares o amuletos. No es una traducción muy acertada), un sistema de amuletos (que incorporan huecos a rellenar con cuentas mágicas, lo que nos recuerda mucho a Final Fantasy VII) y las prometidas monturas voladoras, que no llegaron a aparecer en el original.
Outland
Conectada a través de la puerta oscura, Outland es el hogar natal de los Orcos y cuenta con algunos de los enemigos más poderosos del juego. Estos nuevos territorios tienen un tamaño moderado si lo comparamos con el mundo original, aunque sí incorporan muchas más mazmorras, arenas (otra novedad, más oculta, de la expansión) y misiones. Dividida en siete grandes zonas, muchas de ellas con complicadas misiones y evocadores paisajes, es una necesaria expansión geográfica de un juego que en su mundo principal tendía a estar continuamente ocupado.
Es una zona, evidentemente, de jugadores muy avanzados y que es de hecho el principal diferencial de la expansión para ellos junto a la subida de nivel. Así, cuenta con misiones endiabladamente difíciles, las cuales tienen como objeto auspiciar una subida de nivel más rápida, aunque – como siempre – a costa de un gran esfuerzo de horas y horas. Es, en definitiva, todo un mundo por explorar.
Adiós a las jerarquías y los parches
Burning Crusade democratiza en parte el desarrollo del juego al hacer más sencilla la obtención de objetos extraños en Outland. Esto es, los objetos épicos ahora son mucho más sencillos de obtener, lo que rompe en general la tradición de niveles que se tenía de unos meses para atrás. Si bien los jugadores avezados se quejarán, esto permite una mayor igualación entre los personajes, abandonando las viejas jerarquías de jugadores con muchísimas horas del juego. Estos últimos encontrarán asueto en la subida de niveles, que los permitirá recuperar su puesto y nivel con un esfuerzo bastante superior al que realizaron anteriormente. Por último, el PVP también se ha democratizado con las mejoras, permitiendo que un grupo moderado de jugadores pueda sobrevivir en las mazmorras.
Fuera de las disquisiciones jugables, Burning Crusade instala automáticamente en sus cuatro CD (un tanto fastidiosos) todos los parches anteriores, lo cual lo hace casi imprescindible de cara a la reinstalación o rápido ejecutado del juego. Esta instalación incluye la traducción al castellano para aquellos que tuvieran el original en inglés, algo muy agradecido y que sin duda es un punto a favor tanto de Blizzard como de Vivendi Universal.
Apartado audiovisual
Se ha mencionado poco que World of Warcraft era ya un juego obsoleto visualmente cuando salió. Sin apenas efectos de sombreado, sólo se apoyaba en las texturas y en la rápida carga de los mundos. Lo esencial, lo verdaderamente esencial, era el magnífico diseño de producción asociado a todos y cada uno de los lugares de Azeroth. Esta tradición continúa en Burning Crusade, que ha aumentado la escala de los edificios de manera bastante sorprendente. Las cúpulas de Silvermoon o el realmente descomunal edificio del Exodar dicen mucho de las modificaciones al motor gráfico, que van acompañadas de una notoria subida de los requisitos técnicos. Todo ello con una perfecta integración, y una creación de ambientes que simplemente está a años luz de lo visto en otros juegos de rol masivo.
El apartado sonoro se mantiene, aunque se han incorporado ciertas fanfarrias épicas y audio para expresiones en castellano en las nuevas razas. Como siempre, brilla más el sonido ambiental, destinado a que el jugador se integre en el mundo mágico del juego. Las melodías incorporadas son también de una calidad notable, lo que hará realmente interesante visitar las nuevas zonas sólo para oír la música en ellas.
A medio gas
La expansión es realmente imprescindible para el jugador de World of Warcraft por sus mejoras, por la incorporación de Outland y los nuevos añadidos jugables. Ahora, ¿Da realmente todo de sí?. Creemos que Blizzard ha puesto el freno de mano en la expansión de los elementos del juego, y simplemente la idea de limitar en nivel 70 nos habla de futuras expansiones con niveles más altos y nuevos mundos y razas. El problema no es tanto los nuevos contenidos, sino más bien la falta de opciones jugables de World of Warcraft. Esto es, las profesiones anexas son simplemente un parche de un juego enfocado casi en su totalidad al combate, exploración y realización de misiones. Se agradece la orfebrería, pero lo que realmente se necesita es un sistema de habilidades, creación de elementos, complejo y que permita dar un componente de rol que está ausente tanto en World of Warcraft como en esta expansión.
Quedan todavía muchas cosas por implementar, por realizar, que esta expansión se nos antoja poco ambiciosa en algunos y aspectos, y más destinada a contentar a un tipo de público realmente entregado a la acción que sin duda proporciona Blizzard.
Conclusión
Blizzard no decepciona, y todos los añadidos de Burning Crusade se nos antojan imprescindibles y realmente divertidos. Como es habitual, el nivel de optimización es alto y se vuelve a notar otra vez en que se emplean los retrasos que los juegos de esta compañía suelen tener. Tanto por sus nuevos mundos, razas, profesiones y objetos, World of Warcraft: Burning Crusade es un ganador sin apenas competencia en el género. La fluidez en la carga de mundos, el talento en la confección de las misiones y la variedad real de los entornos están por encima de toda su competencia en el género. ¿Qué falta? Falta, al igual que en el original, un mayor de desarrollo en las habilidades que permitan al título competir con otros juegos con muchas más posibilidades roleras. Ese es el talón de Aquiles de World of Warcraft, y esperamos que en un futuro sea resuelto para que el título se acerque un poco más – le queda muy poco – a lo que sería un juego de rol masivo perfecto.