Análisis de Godus (iPhone)
Tras mucha fanfarria, una aplicación llamada Curiosity -que era una suerte de juego social que nos invitaba a picar piedras virtuales para encontrar el supuesto premio que ocultaba en su interior un enorme cubo- y una campaña de micro-mecenazgo, Godus llega finalmente a iOS antes de desembarcar también en PC -cuya versión sigue en Acceso Anticipado en Steam-. Y lo hace, como no podía ser de otra manera dado el hacedor que se esconde detrás del proyecto de 22 Cans, con cierta polémica.
Todos conocemos a Peter Molyneux. Es una figura controvertida, que ha ido granjeándose una cierta fama de vendedor de humo, ya que suele aspirar a más de lo que realmente acaba ofreciéndonos a los jugadores en sus títulos causando, cierta confusión y desazón en el consumidor final. Es cierto que el británico es una de las mentes más creativas de la industria, y que en ciertas etapas de su vida profesional, no gozó ni del apoyo ni de la suerte necesaria para dar a luz a algún que otro juego, pero la sombra que le persigue es larga y estamos seguros, de que en Godus volverá a hacer acto de presencia.
En cualquier caso Godus, que es un juego menos ambicioso que otros de sus proyectos, por momentos, recuerda al mejor Molyneux. Es un título de simulación y gestión divina, muy sencillo -al menos en su versión para iOS, que sirve de antesala a la versión para PC-, con algunos aspectos y mecánicas jugables interesantes, pero al que le falta mucho para ser realmente bueno.
El poder de Dios en la yema del dedo
Godus nos recordará, irremediablemente, a juegos como Black & White y Populous. Todo tiene ese halo de misterio, de arcadia feliz en la que construir una civilización desde la nada, y todo ello gracias a nuestra intervención divina. Nuestros primeros compases en el juego, tras una introducción épica en la que se resumirán los miles de años de historia y logros humanos en formato vídeo, serán de toma de contacto con nuestros poderes y nuestro pueblo. El estilo jugable de Godus hace que nos olvidemos de punteros, interfaces atiborradas y menús contextuales. Es mucho más sencillo. Como entidad divina, debemos estar pendientes a nuestros oradores y seres humanos, velando por su cuidado, protegiéndolos de las inclemencias del entorno y otros peligros. Nuestro primer acto milagroso tendrá que ver con el rescate de dos de ellos, que se baten entre la vida y la muerte en mitad del océano.
Tras nuestra intervención, los dos primeros seres humanos de nuestra civilización en potencia -y seguidores de nuestra fe-, irán buscando la ansiada tierra prometida en la que asentarse. Luego de buscar un poco, ambos encuentran lo que bien podría ser el Edén original: un lugar con árboles, lagos y protegido de cualquier peligro. Una vez asentados, comenzarán a construir pequeñas edificaciones un tanto rudimentarias, y Godus nos explicará su sistema de avance, basado en la multiplicación y reproducción y la construcción de casas. En cada casa, existirán reproductores y constructores, siendo los primeros esenciales para tener más números de habitantes, y los segundos, básicos para la construcción de y edificación de edificios, casas y demás.
La construcción es un tanto autómata, ya que bastará tocar a un constructor para que este tipo de seguidores se pongan manos a la obra -martillo y maza mediante- y edifiquen casi cualquier cosa, desde las primigenias viviendas de adobe a otras más complejas, pasando por hogueras de celebración y expansión -vitales para seguir ocupando tierra-, templos religiosos o monumentos erguidos a nuestro poder. Nuestros seguidores irán reproduciéndose, viviendo y construyendo, así como dándonos pequeñas orbes de fe, que en Godus servirán como elemento de coste y avance, junto al número de la población y las gemas -verdadero elemento free-to-play y de monetización de la app-.
Un desarrollo un tanto mecanizado: Deus ex machina
Al principio nos parecerá que avanzamos de forma muy lenta, y que nuestro pueblo tarda en arrancar. Y no es una apreciación banal en absoluto. Godus nos revela sus cartas de forma paulatina, habituándonos a su mecanizado sistema de juego de manera gradual y simple, a fin de que entendamos la manera en la que funcionan las cosas. Godus marca nuestra evolución como Dios, y el camino de nuestra civilización tutelada, a través de una cronología basada en cartas e hitos del ser humano.
Dicha cronología comienza con logros básicos, como aprender a construir sobre hierba, edificar casas de adobe, permitir que nuestros seguidores socialicen o asimilen como características básicas de la edad de bronce -cultivos, primeros navíos, forja de metales básicos-. Estas cartas se van desbloqueando de forma paulatina, mientras obtenemos ciertos hitos, conseguimos superar ciertos objetivos o encontramos potenciadores. Los potenciadores son variados, y se suelen encontrar en cofres del tesoros de oro y madera ocultos por el escenario, en forma de "pegatinas" de diferentes disciplinas -peletería, construcción- capaces de ahorrarnos tiempo de espera en nuestra evolución y cronología y abriéndonos camino como civilización modélica.
Como deidad, nuestro trabajo debe ser constante y dedicado. Tendremos que tener un ojo sobre los nuestros, cavar, eliminar impedimentos físicos -ya sea quitando árboles y rocas o estableciendo puentes de tierra entre islas o modificando las tormentas para que podamos cultivar a placer- guiando al pueblo de un lado a otro a descubrir nuevas zonas y conseguir que podamos expandirnos en poco tiempo. Otro aspecto del poder divino, es la ira. Godus no es un juego especialmente volcado en temas morales -no tanto como otros juegos de Molyneux-, pero llegados a cierto punto, y una vez nos seamos poderosos como pueblo y Dios, nos enfrentaremos a otros clanes rivales con sus propios cultos, o problemas más incontrolables como lluvias de meteoritos y demás. Sí, al igual que podemos regar los cultivos, podemos quemar los árboles que nos antojen -siempre y cuando tengamos el poder en cuestión-.
Godus es un juego free-to-play en su versión para iOS, y como tal, está lleno de elementos como gemas, orbes de fe, las citadas pegatinas o las cartas especiales. En un principio, las compras que se ofrecen no son necesarias en absoluto para avanzar en el juego, pero a los pocos días de empezar nos daremos cuenta de que en Godus no hay nada al azar. El tiempo transcurre de una forma lenta, y como casi cualquier acción que hagamos como Dios consume algo de fe, habrá momentos en los que nos quedemos irremediablemente estancados mientras se recarga nuestra energía vital.
A ello hay que sumarle la sensación de que, sin contar el aspecto de que el juego no está terminado -digamos que 22 Cans se reserva nuevas actualizaciones en un futuro- todo en Godus parece ser una suerte de tutorial encubierto. Siempre hay una orden, una fuerza mayor, y muy pocas veces estaremos a nuestro libre albedrío. Y cuando lo estamos, nos damos cuenta de que el juego pone una serie de impedimentos monetarios y energéticos para cercenarnos en demasía la diversión.
Por otra parte, lo cierto es que Godus es un derroche de originalidad artística. Su entorno, su forma de enseñarnos los albores de esta suerte de humanidad alternativa en dispositivos como el iPhone o el iPad, son excelentes. En otras palabras: entra por los ojos. Técnicamente esconde mucho potencial, pues como dioses podemos modificar casi cualquier aspecto geográfico, movernos por el escenario y contemplar un sinfín de elementos poseedores de vida y comportamiento propio. Godus tiene un ciclo de da y noche, diferentes aspectos climatológicos, un buen catálogo de animaciones…
Guarda mucha similitud con su versión para PC, pero sigue sin estar demasiado pulido y oferta algunos errores de sombreado y rendimiento. En iPad el juego se comporta mejor, es más cómodo, y mucho menos errático -en el iPhone 5S nos hemos encontrado con un fallo recurrente bastante molesto, que nos deja el juego bloqueado en conexión fallida al intentar sincronizar nuestra cuenta de Facebook-. La solución es bien sencilla: eliminar la app, volverla a instalar y pasar de intentar sincronizar nuestro perfil social. Godus está traducida al castellano -textos- y cuenta con soporte para Game Center.
Conclusiones finales
En definitiva, Godus es un juego entretenido, con ideas geniales y algunos aspectos que recuerdan al mejor Peter Molyneux. Su versión para iOS sirve como una suerte de heredero móvil del celebérrimo Populous, recalando de nuevo en la recurrente temática del diseñador británico, la deidad. El problema de la versión para iPhone y iPad, es que como app, está minada de compras y elementos free-to-play que lastra en buena medida la jugabilidad.
No tendremos una libertad real de cátedra divina, y estaremos marcados por el buen hacer y la cronología de nuestra civilización. No hay espacio para los errores, y eso acaba convirtiendo a Godus en una app de gestión más a largo plazo, alejándolo mucho del particular Olimpo de los simuladores de deidad. Godus tiene potencial, sobre todo en PC -cuya adaptación llegará en teoría, a principios de septiembre-, pero su versión en formato app no está mal. Se deja jugar y ofrece el núcleo jugable básico de lo que podría ser el juego de Molyneux más inspirado en mucho tiempo.