Es un error bastante frecuente y habitual el de catalogar a algunas películas de terror como largometrajes slasher. Y es que en cierto modo es un subgénero un tanto engañoso que puede confundir a los espectadores más neófitos, puesto que contiene unos ingredientes extremadamente sencillos y es sencillo replicar su fórmula hasta la saciedad (así por lo menos se ha demostrado a lo largo de los años y, de hecho, a día de hoy se sigue haciendo). El slasher tiene unos orígenes un tanto complejos, puesto que no se cimentó de la noche a la mañana, como sí podría haberlo hecho el drama o la acción, que son más generales. El slasher se fue puliendo con el tiempo hasta convertirse en el diamante en bruto que es a día de hoy, con el que se pueden escribir toneladas de historias que prácticamente parecen clones pero que funcionan como un tiro.
Todo empezó con un maestro del terror
En los años sesenta fue el mismo Alfred Hitchcock quien empezó a asentar las bases sobre las que se movería este subgénero. Fue con Psicosis, una de sus películas más célebres y la que lo convirtió en un maestro del suspense y el terror. En aquel largometraje protagonizado por Anthony Perkins y Janet Leigh, el cineasta instauró casi sin saberlo una serie de pautas que se cumplirían con el paso del tiempo. Construyó un asesino en serie que se movía en las sombras (como luego lo haría Michael Myers) armado con un cuchillo generalmente y con obsesión por asesinar a aquellas personas, sobre todo mujeres, que se le cruzan en el camino y con las que podía tener ciertos deseos sexuales. Hitchcock aísla aquí a los personajes en un viejo motel y le da al antagonista un aire de bonachón que luego sirve como gancho, por ejemplo para películas como Scream, para que los espectadores nunca sepan realmente quién es el villano hasta el último segundo de la cinta.
El Fotógrafo del pánico, lanzada el mismo año y firmada por Michael Powell, también sirvió como pilar para fundar el slasher como tal. Aquí, tenemos a otro psicópata con ciertos aires de antisocial que vive obsesionado por la figura de la mujer, que por supuesto asesina en diversas sesiones de fotografía. Pero todo esto solamente era la punta del iceberg, porque lo grueso vendría a partir de los años setenta, con autores como Tobe Hooper o John Carpenter, ambos piezas angulares del género de terror en su totalidad. A ellos, por otro lado, también se sumaría Bob Clark, autor de Navidades Negras.
Ahora sí, aquí nació el slasher
En el año 1974 se estrenaron La Matanza de Texas (Hooper) y la recién mencionada Navidades Negras (firmada por Clark). La obra que presentó a Leatherface ya empezaba a dejar claro cómo funcionaría el slasher con sus reglas internas. Presentando a un grupo de adolescentes, o adultos muy jóvenes, que toman la decisión de irse a lugares un tanto alejados de las ciudades y, ahí, se toparían con un ambiente hostil desde el primer momento. En el film habría altas dosis de sexo, consumo de drogas y los personajes tendrían características de lo más marcadas y muy establecidas en el mainstream (esto es; el guapo, el listo, el tonto, el divertido, etc). Ahí se sumaría la pieza principal, el asesino. La clave del slasher reside en este último punto, porque todo lo demás, digamos, es el ganado o la carnaza que se va echando para que la película no deje de funcionar. El asesino es quien manda en este subgénero, es el verdadero protagonista y el que hace que haya siempre material para publicar nuevas obras.
En este caso, los enmascarados siempre son inmortales y tienen una leyenda y una mitología a sus espaldas que los convierte en únicos y extremadamente peligrosos (pensad en cualquiera: Ghostface, Leatherface, Jason, Chucky, Freddy Krueger...). Todos ellos cumplen grosso modo con una sería de requisitos básicos y, a partir de ahí, ejercen sus sangrías. Tanto La Matanza de Texas como Navidades Negras jugaron con esos ideales, pero fue Carpetner quien terminó de pulirlo todo y dejarlo listo con su Halloween. Con la final girl como la estrella de la función, con Jamie Lee Curtis convertido en un icono femenino, y con el peligro merodeando por las calles de las ciudades de forma totalmente libre, abierta y sin que nadie pueda hacer nada para pararlo.
Con los años, el slasher fue quemándose un poco, siendo Viernes 13, Pesadilla en Elm Street o Muñeco Diabólico los representantes del género en los ochenta, el mismo tuvo una especie de resurrección o reinvención en los noventa con piezas salidas de la imaginería de Wes Craven y Jim Gillespie, brindando Scream y Sé lo que hicisteis el último verano, respectivamente (de esta última podéis leer nuestra crítica sobre la adaptación seriada lanzada en Amazon Prime Video).
Más vivo que nunca
El slasher ahora mismo está ya más que desgastado, siendo simplemente un producto dirigido a los verdaderos amantes del género o a quienes busquen incorporarse al mismo por primera vez. De hecho, es uno de los mejores subgéneros para iniciarse en el terror, puesto que no se pasa en demasía en lo que respecta a niveles de horror en términos visuales.
Con la secuela de La Matanza de Texas en camino en Netflix, la nueva entrega de Scream, la continuación de la serie de Chucky y tantos otros proyectos que nos dejamos en el tintero pero que continúan en la línea del slasher, iréis más que preparados con este artículo. Recordad: nada de alcohol, nada de sexo y manteneros siempre en grupo, probablemente tendréis más opciones de sobrevivir.