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Los años 90: Street Sharks y los tiburones de barrio

Nos adentramos en una de las locuras más grandes de la década de los años noventa, en la que los tiburones antropomórficos se las veían y se las deseaban por traer la paz a su vecindario.
Los años 90: Street Sharks y los tiburones de barrio
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Mattel tuvo una idea en 1994 para una nueva línea de juguetes. Las ventas de figuras de acción estaba pasando un mal momento, y poco a poco, la electrónica estaba comiéndose el pastel de los muñecos tradicionales. La etapa dorada de los años ochenta estaba quedándose muy atrás, recuerdos de un pasado mejor, y G.I. JOE y otras grandes cabeceras, invencibles en su día, perdían interés y puestos en los lineales de las grandes tiendas y superficies. Mientras las Tortugas Ninja se hacían su hueco en el gran público, alguien en las oficinas de la juguetera tuvo la solución.

¿Tiburones fuera del agua? ¡Habéis perdido la cabeza!

Street Sharks fue la gran apuesta de Mattel para 1994, 1995 y 1996. Se trataba de una completa línea de juguetes de acción de tamaño grande, algo más que las habituales figuras de 3 pulgadas, compuesta de los más variados tiburones y seres marinos. Afianzándose en una promoción gamberra y urbana, los diseñadores y creadores de estos nuevos personajes buscaron contraatacar a las Tortugas Ninja y su naturaleza con unos héroes y villanos aún más pasados de vuelta, con grandes dientes, estilos de ropa contemporáneos y con una serie de animación aún más macarra. Sin embargo, y como no podía ser de otro modo, la idea, además de concienciar sobre el ecologismo y el respeto a los océanos, era la de hacer el bien en las comunidades que nos rodeaban, buscando lo mejor para el barrio y los vecinos, evitando que los poderosos y los grandes grupos corporativos se salieran con la suya. Como Poochie en Rasca y Pica, pero con más dientes.

Mattel buscó cuáles eran las especies de tiburones más famosas, formando sus personalidades alrededor de una serie de hermanos pandilleros y amantes del ejercicio, de orígenes humildes y del más variado espectro imaginable, buscando ampliar su target y la representación social, tan demandada en las producciones actuales para televisión y cine. De esta forma, diseñó un tiburón blanco llamado Ripster, un tiburón martillo llamado Jab, un tiburón tigre llamado Streex y un enorme tiburón ballena bautizado como Big Slammu. Para potenciar y enfatizar el rol de cada uno de ellos, elaboró perfiles que iban desde el liderazgo a las aptitudes mecánicas, pasando por los deportes o la música, elementos que además darían pie los movimientos y características únicas de personaje en los muñecos personalizados. Podías coger un Street Shark, y en base a los colores, el diseño o su forma, descubrir qué habilidad atesoraba y lo hacía distinto a los otros.

Mattel encargó a un jovencísimo Vin Diesel promocionar sus juguetes en la Toy Fair del 94

¿Querías usar las mandíbulas y comerte a algún muñeco más pequeño? Podías. ¿Darle un puñetazo brutal gracias al muelle y el mecanismo oculto en la cintura de uno de ellos? Podías. Eran figuras de acción simples, sí, pero atesoraban cierto encanto, algo que se acrecentaba cuando veías el tamaño que tenían en comparación a la competencia. Se trataban de unos juguetes muy grandes, que venían empaquetados con unas cajas aún más agresivas y exageradas -¡eran jaulas que se abrían al sacar el juguete!-, y pese a que se vendían a un precio algo más elevado que el de otros muñecos, se presentaban como unas figuras muy detalladas, bien pintadas, y con varios tipos de plástico en su fabricación. Los Street Sharks tenían una parte superior de látex o goma, que los permitía ser flexibles a la hora de morder, y que les otorgaba esa textura tan especial. Al mismo tiempo, y para garantizar su durabilidad y estabilidad en las manos de los niños, Mattel los reforzaba con piernas de plástico sólido, brazos más duros o accesorios de todo tipo.

Pero un grupo de héroes debe tener un grupo de villanos correspondiente, y los Street Sharks se enfrentaron al Dr. Piranoid, un científico loco que acabaría convirtiéndose en un mutante tras engañar a los protagonistas, y que sería el comandante de seres muy diversos, como un narval, un crustáceo con forma de langosta o un calamar de proporciones extraterrestres. Bajo el tagline, "They bite, they fight! They stand for everything right!", tuvo tres grandes líneas o series, así como versiones metálicas de todos sus personajes, muñecos que brillaban en la oscuridad, marionetas de látex e incluso relojes, accesorios o anillos con las cabezas y prominentes mandíbulas de los protagonistas. Pese a los esfuerzos, las variantes cromáticas -¡qué clásico dentro del coleccionismo de figuras de acción!- y la paciencia de Mattel, el éxito fue efímero. La colección y la línea se vendió bien en Estados Unidos y en Europa, sobre todo gracias a la serie de animación, que consiguió encandilar a un público que ya comenzaba a ser tentado por otras cosas como los videojuegos.

La célebre serie de animación

Los años noventa, como ya demostraron producciones Parque jurásico y las Tortugas Ninja, trajeron avances científicos inimaginables por generaciones anteriores. La magia dejaba paso a la ciencia, una ciencia que era capaz de hacer el bien y el mal, y que traía conceptos y elementos desconocidos hasta la fecha, como el ADN y los genes. Bajo esta premisa, la loca historia de Mattel con tiburones antropomórficos era más digerible, y poniéndose en contacto David Siegel y Joe Galliani de la productora de animación Mr. Joe's Really Big Productions, y en colaboración con DIC Productions, elaboraron la serie de dibujos animados que debía promocionar los juguetes que debían llegar a las estanterías de las principales tiendas alrededor del globo. Street Sharks: Animated Series, contó con tres temporadas y 40 capítulos, una película para el formato doméstico y un spin-off llamado Dino Vengers Featuring Street Sharks que acabó fagocitando al propio show, pero que no consiguió despegar por su cuenta.

La serie de televisión arrancaba con un profesor universitario llamado Dr. Robert Bolton y con su colega de profesión Dr. Luther Paradigm, dos científicos que han desarrollado una máquina que es capaz de convertir a los animales acuáticos en híbridos antropomórficos combinando su ADN. Sin embargo, pese a que el invento podría ayudar a la humanidad, Paradigm pronto comienza a pensar planes maléficos con los que usar la máquina para sus propios intereses. Engañando a los hijos de Bolton, y tras convertir a su otrora amigo en un ser invisible, decide probar el poder del sistema transformándolos en tiburones. De esta manera, John, Bobby, Coop y Clint acaban adoptando una forma grotesca, que pese a las reticencias iniciales, deciden usarla para hacer el bien. Tras el secuestro de unos amigos, los Street Sharks pelean con el doctor Paradigm, usando la máquina y mutándolo en una especie de híbrido con una piraña y naciendo así lo que se convertiría en su enemigo principal a lo largo de la serie: Dr. Piranoid.

La serie ofrecía un mensaje ecologista que abogaba por hacer siempre el bien en el barrio y la comunidad

Como suele ocurrir en este tipo de producciones, los Street Sharks se acaban convirtiendo en vigilantes de su metrópoli natal, Fission City, y acaban combatiendo contra una legión de monstruos marinos de todo tipo, que van desde Rox, Moby Lick, Mantaman y El Swordo, todos ellos representaciones grotescas de los seres acuáticos en los que se basan, y que, como también os podéis imaginar, tuvieron mucho éxito entre los críos a los que iba dedicada la serie -¡uno de ellos tenía el ADN de Gengis Kan!-. El mensaje de los capítulos era claramente en pos de la justicia social y el cuidado del medio ambiente -uno de sus creadores usó el dinero que le dio la serie para dedicarse a luchar a favor del ecologismo-, con un buen número de tramas en las que los aguerridos tiburones luchaban para mejorar la calidad del aire, fomentar el reciclaje o evitar que los vertidos tóxicos acabasen en el mar. Los Street Sharks contaron, en las últimas partes de la temporada final, con un equipo de dinosaurios extraterrestres conocidos como Dino Vengers, que venían del espacio exterior al comprobar los experimentos genéticos que hacía el doctor en su tiempo libre. Con el tiempo, Extreme Dinosaurs, la serie sucesora en juguetes y otros productos de Mattel, acabó enterrando a los Street Sharks, que pasarían a mejor vida.

En el mundo de los juguetes nada es para siempre, y un producto únicamente capta el interés del respetable uno o dos años seguidos. De nada sirven los cómics o las series de televisión, si no consigues vender el juguete durante ese tiempo, estás perdido. Mattel consiguió lo imposible, y aunque Street Sharks se ha olvidado y dejado atrás, es el vestigio perfecto de esos años de ideas absurdas materializadas en juguetes que fueron los noventa.

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