Desde hace unos años, Disney parece empecinada en actualizar su librería de grandes clásicos de animación a la acción real, intentando rizar el rizo con la difícil tarea de mejorar o ampliar el relato original en el que se basan para nuevas audiencias. La fortuna de estos proyectos ha sido muy dispar, con colosales éxitos de taquilla como El rey león de Jon Favreau, La bella y la bestia de Bill Condon o Aladdin de Guy Ritchie y otros proyectos de menor categoría que han caído en las redes del streaming o han sido olvidados entre la avalancha de contenidos que llegan a los portales de vídeo bajo demanda o las carteleras de medio planeta. Ahora, celebrando el llamado Disney+ Day, que enaltece la cada vez más importante plataforma digital, llega Pinocho de Robert Zemeckis. ¿Merece la pena? En Vandal hemos podido verla en adelanto y os contamos qué esperar de esta puesta al día del clásico de dibujos animados en una crítica sin spoilers.
Pinocho: La película más importante de Disney pasa de la animación a la acción real
Hablar de Pinocho es hacerlo en clave de términos absolutos. El filme de animación de Ben Sharpsteen y Hamilton Luske, estrenado en 1940, se convirtió en todo un fenómeno en la taquilla en sus posteriores reestrenos y distribuciones tras la Segunda Guerra Mundial y en una cinta recurrente entre la crítica cuando se intenta trazar cuáles fueron las películas que llevaron a Disney a su actual hegemonía. Hablamos del segundo largometraje de Walt Disney tras Blancanieves y los siete enanitos -cuyo remake con actores y actrices reales está también en producción-, todo un antes y un después en la industria cinematográfica, que adaptó de forma libre y fantasiosa el clásico libro de Carlo Collodi a una nueva generación. Con un apartado audiovisual sin parangón, cuenta con una banda sonora incluso superior, galardonada por la Academia de Hollywood y cuya When You Wish Upon a Star, a la postre, se acabaría convirtiendo en el himno que preceden a todas y cada una de las películas de la Casa del Ratón. Su importancia es tal que es una de las películas conservadas en la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos por su importancia histórica, cultural y social. Casi nada.
Por eso, cuando se anunció la versión de este clásico atemporal, muchos se preguntaron si estaría a la altura de su legado. Siendo honestos, diremos que sí, que intenta parecerse a la obra original -a veces con fidelidad casi religiosa- pero que, al igual que el bueno de Pinocho en este relato sobre la moralidad y la integridad del ser humano en su paso a la madurez, no termina de dar en el clavo siempre que se lo propone. Robert Zemeckis, ganador del Premio de la Academia y uno de los cineastas con más sensibilidad de todo Hollywood, dirige esta versión de acción real sobre la la entrañable e imperecedera historia de una marioneta de madera que se embarca en una apasionante aventura para convertirse en un niño de verdad. Si estáis familiarizados con la versión original de Disney no tardaréis en encontrar la similitudes, con diseños artísticos parecidos y secuencias calcadas con ahínco y cierta proeza en la dirección.
En esta adaptación con actores de carne y hueso y abultado presupuesto, Tom Hanks interpreta a Geppetto, el carpintero que construye y trata a Pinocho (Benjamin Evan Ainsworth) como si fuera su propio hijo. Por su parte, un camaleónico Joseph Gordon-Levitt se encarga de poner voz a Pepito Grillo, el pequeño animal que guía a Pinocho además de representar su "conciencia" en la fábula. Cynthia Erivo, también nominada al Premio de la Academia, es el Hada Azul, la entidad mágica que otorga vida a este muñeco de madera de pino. También hay que destacar las voces de Lorraine Bracco, que encarna a Sofia la Gaviota, un nuevo personaje ideado para la ocasión -y que tiene algún momento destacable-, y al siempre eficiente y carismático Luke Evans, que tras brillar en La bella y la bestia y la trilogía de El Hobbit de Peter Jackson, aquí se centra en ponerse los ropajes de El Cochero.
Actualizando el clásico: una extraña mezcla de madera de pino de alta calidad y aglomerado
Pinocho, en pleno 2022 y pese a sus similitudes temáticas y estéticas, es una película algo distinta a su referencia de 1940. Tiene su lógica, han pasado muchas décadas entre unas y otras, y los espectadores, los gustos y las maneras de narrar historias en el cine son muy diferentes. ¿De qué manera te aproximas a un concepto tan anacrónico como la Isla del Placer -los productores de este remake reconocieron que fue un desafío- en un live action que pretende ser actual? ¿Cómo sustituyes el alcohol y los cigarrillos en una era moderna llena de adicciones digitales? Sí, Zemeckis y los suyos han intentando seguir la Pinocho de dibujos animados como una especie de plantilla maestra, y en gran parte de la trama o la narración no encontraremos demasiadas diferencias con sus homóloga de los años cuarenta, manteniendo el espíritu, el tono y el tema de la obra original. Una proeza loable, si nos preguntáis. Sin embargo, el ritmo es radicalmente distinto, con una poco justificable obsesión por las secuencias de acción rimbombantes y descaradamente artificiosas que buscan el lucimiento de algunas de las nuevas adiciones visuales y técnicas del conjunto. ¿De qué sirve ver a Pepito Grillo saltar en más de una ocasión entre relojes de cuco en los primeros compases del metraje? ¿Qué aporta el constante lucimiento de una criatura generada por ordenador?
Es quizás el mayor error de esta Pinocho: a veces no sabe qué quiere ser como película o producto de entretenimiento. Intenta ser un calco de la original en la medida de lo posible, adaptando su relato a las nuevas audiencias cuando toca, pero creemos que no consigue encontrar el equilibrio necesario y la cinta acaba enredándose entre los hilos de los títeres que desfilan por la pantalla con brío. Pero no todo es malo o discutible en Pinocho. Zemeckis, un pionero en eso de contar historias en el cine usando nuevas tecnologías, con películas como ¿Quién engañó a Roger Rabbit? -que tiene un guiño en el filme, por cierto- o Polar Express, es un cineasta con una gran sensibilidad, capaz de sacarle toda la calidad posible a Tom Hanks cuando éste está en pantalla, aprovechando la veteranía del actor para dotar de enjundia a una obra que a veces da la impresión de estar hueca.
La pareja, que ha trabajado en la citada Polar Express, en la galardonada Forrest Gump y en la también premiada Náufrago, es una de las que pasarán a la historia del Séptimo Arte. Cuando están en sintonía son capaces de todo, y aunque aquí Geppetto no está presente en gran parte del relato, no se puede negar lo evidente: Hanks sigue siendo uno de los mejores actores de Hollywood y su mera presencia en Pinocho ayuda a elevar el listón -y nunca mejor dicho-. También es digna de mención la labor de Benjamin Evan Ainsworth, actor que da voz al muñeco protagonista y que, además, estuvo actuando en el set de rodaje por indicaciones del propio Zemeckis, que siempre abogó por que interactuase con los actores, las localizaciones y los otros implicados en la filmación -como el también eficiente Levitt-.
En este envoltorio premium, en este barniz que envuelve toda la intrincada obra ebanista de Disney, destaca el uso de la banda sonora a cargo de Alan Silvestri, así como nuevas versiones de las canciones compuestas por Leigh Harline y Ned Washington -When You Wish Upon a Star, I’ve Got No Strings y Hi-Diddle-Dee-Dee (An Actor’s Life for Me)- y otras piezas pensadas para la ocasión, que si bien lo tienen muy difícil para igualar el acompañamiento musical de la cinta de 1940 -que ganó dos Premios Oscar-, lo cierto es que nos han gustado especialmente -y sí, Chanel hace una gran versión en español-.
Pinocho tiene ese problema que hemos visto repetido una y otra vez en otros live action similares: tiene una base excelente sobre la que erguirse pero no termina de hacerlo correctamente. Podemos entrar en el debate estéril de la necesidad de estos remakes por parte Disney, pero si aceptamos la propuesta y entendemos la idea de la major de cara a actualizar sus cuentos clásicos a nuevas audiencias, debemos decir que esta Pinocho se encuentra entre los mejores intentos. Capaz de seguir la Pinocho original de los años cuarenta como si fuesen las sagradas escrituras cuando toca, el filme de Zemeckis consigue ser entretenido gracias a un acertado casting y una buena factura. Sin embargo, debajo si nos da por golpear la brillante y lustrosa madera que lo parece contener todo como recipiente, pronto nos daremos que se trata de una pieza demasiado hueca.
Hemos visto Pinocho gracias a un acceso anticipado a través de Debut y a la cortesía de la agencia Way to Blue y Disney España.
