La batalla más importante que ha acontecido en Dune: Parte Dos no ha sido en suelo arrakeano o fremen, sino en las salas de cine, peleando contra las enormes expectativas que pesaban sobre la película. La buena noticia es que Denis Villeneuve ha salido victorioso, cumpliendo en cuanto las comparaciones de honor que han estado vertiendo cineastas como Christopher Nolan. Sí, hay un poquito de El Señor de los Anillos: las dos torres, también de Star Wars: Episodio V - El Imperio contraataca, reminiscencias que vienen a la memoria a poquitos como la especia que salpica la superficie de Arrakis.
Lo suficientemente sobrecogedoras como para ser reconocibles y así reproducir aquel meme de Leonardo DiCaprio en Érase una vez en Hollywood señalando a la pantalla; y medidamente breves como para no robar nada de protagonismo a Dune, su estética y el aroma a mirra y argán que parecen salir de la pantalla a cada fotograma. No es un filme de batallas multitudinarias, repletas de acción frenética, y tampoco lo necesita. Por supuesto, hay enfrentamientos, incluso ampliaría la comparativa al momento de los olifantes en El Señor de los Anillos: El Retorno del Rey, pero al igual que en la primera parte, las decisiones más importantes se toman de tú a tú, en una cruz de navajas.
La tarea de adaptar un libro denso y onírico
Trasladar la complejidad de una obra tan rica y densa como Dune de Frank Herbert al cine es una operación delicada, sobre todo teniendo en cuenta que muchos de los diálogos ocurren de forma interna. Por fortuna, Villeneuve se ha decantado por narrar desde lo visual, prescindiendo así de un narrador omnisciente que revele las motivaciones y diatribas de los personajes. Arrakis habla al espectador como si fuera una Bene Gesserit, directo y resonante hasta hacerle partícipe de la política, la religión y la cultura de este mundo.
Tres horas para equilibrar la fidelidad a la fuente original, con la necesidad de mantener la cohesión y el interés en su adaptación cinematográfica, casi se quedan cortas, pero logran condensar lo necesario sin dar la sensación de aceleración al final, manteniendo un ritmo similar de principio a fin. Dune: Parte Dos es una continuación y se agradece, ya que la principal crítica de la primera parte fue su naturaleza introductoria. Ocurren cosas, muchas cosas, Paul Atreides, un papel para el que parece que ha nacido Timothée Chalamet, evoluciona y crece, continúa su mesiánico camino como si Dune fuese la Biblia y el filme La última tentación de Cristo de Martin Scorsese.
Ampliando el universo de 'Dune'
La película incorpora nuevas dinámicas de poder, confabulaciones e intrigas políticas, también nuevos escenarios y personajes que se van uniendo al tapiz de Dune, expandiendo además el universo que rodea a los Fremen, los Atreides y los Harkonnen. Chalamet es tan intenso que olvidas la interpretación de Kyle MacLachlan en la versión de David Lynch y la de Alec Newman en la miniserie de Dune. Chalamet también deja de ser Willy Wonka, mostrando una profundidad que disipa cualquier vestigio actoral de otro registro. Su transformación es, de hecho, el cenit y a la vez el pilar fundamental de toda la película, él es el Sol y el resto del elenco rotan a su alrededor y esperan su turno para ser iluminados.
A la altura está Zendaya y sobre todo Javier Bardem, un actor patrio que casi llega a eclipsar a Chalamet en las escenas que comparten, es veterano y se nota, además le aporta un carisma a Stilgar, el personaje que interpreta, que no se apreció en la primera película. Potenciado además por el creciente volumen de diálogos que tiene en este filme en comparación. Cabe destacar que en la película se ha querido dotar a cada personaje de una característica en particular que los representa y que el joven Atreides va adquiriendo a lo largo de la película.
El reparto es una reunión de talentos que incluye tanto a actores establecidos como a nuevas incorporaciones, ofrece actuaciones que son el alma de la película. La química entre Chalamet y Zendaya, junto con las poderosas interpretaciones de Rebecca Ferguson, Austin Butler, Christopher Walken, Léa Seydoux (completamente hipnótica desde su primera aparición), Stellan Skarsgård y Dave Bautista, deslumbran y componen un maridaje en su correcta medida.
Dune: Parte Dos ahonda, profundiza y disecciona aspectos como el caudillismo, los fundamentalismos, los mitos, las profecías y la influencia de las acciones individuales en las mismas, tal y como lo hace la novela de Herbert. Advierte al espectador sobre estas dinámicas, sin sacrificar la espectacularidad visual y la profundidad emocional que caracterizan al cine de Villeneuve. Porque la película es puro espectáculo, espacios enormes que se entrelazan y fluyen entre los primerísimos planos de cada personaje, pudiéndose apreciar cada gesto, cada rictus y los ojos azulados que indican que la especia ya corre por la sangre del personaje enfocado.
Dune: Parte Dos es una secuela digna de su predecesora. Además de sus logros narrativos y atmosféricos, es un viaje visual y sonoro. La dirección de arte, el diseño de producción, el vestuario y la banda sonora trabajan en perfecta armonía para sumergir al espectador en el universo de Dune. La fotografía de Greig Fraser y la música de Hans Zimmer, en particular, son elementos clave que elevan el filme, creando momentos de intensa belleza y dramatismo.
La decisión de Villeneuve de dividir la novela de Herbert en dos películas ha demostrado ser acertada, permitiéndole explorar con más detalle la riqueza de este universo y sus personajes. Dune: Parte Dos se beneficia de esta aproximación y de hecho, el propio director se ha mostrado encantado con la idea de hacer Dune: Parte 3 para adaptar el segundo libro de la saga literaria, El Mesías de Dune.
La película confirma a este director como un maestro del cine de ciencia ficción más atmosférico, capaz de equilibrar la espectacularidad visual con una narrativa profunda y cargada de significado. Es un viaje para los sentidos que profundiza en temas universales a través de la lente de una epopeya del género, marcando un hito en la carrera de Villeneuve, sin duda, aunque quizá no llegaría a conseguir el título de obra maestra de la ciencia ficción. Con esta entrega, Dune no solo se establece como una saga cinematográfica imprescindible, sino también como un nuevo estándar en la adaptación de obras literarias complejas (y bastante oníricas) al cine. Relatos que sacrifican la acción en pos de las referencias, los sobreentendidos y el lenguaje visual, tal y como lo hace Villeneuve.
Hemos visto 'Dune: Parte Dos' en adelanto gracias a la cortesía de Warner Bros. Discovery.
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