El hombre que ha puesto a la inteligencia artificial en el centro del debate global, Sam Altman, asegura que estamos entrando en un territorio desconocido. El CEO de OpenAI, responsable de ChatGPT, habla ya sin rodeos de un futuro dominado por la superinteligencia, un escenario que no solo transformará cómo trabajamos, sino que exigirá repensar las reglas básicas de nuestra sociedad.
En una conversación con la periodista audiovisual Cleo Abram, Altman dibuja un panorama tan inspirador como inquietante. El avance de la IA, afirma, no tiene precedentes en la historia de la humanidad y va camino de redefinir lo que significa ser humano en un mundo donde el conocimiento, la creatividad e incluso la salud estarán mediados por máquinas más inteligentes que nosotros.
Sam Altman (OpenAI) lanza su predicción más dura: “Ningún niño nacido hoy podrá superar a la IA”
El diálogo giró en torno a GPT-5, la nueva iteración de OpenAI. Altman sostiene que GPT-4, capaz de superar al 90 % de los humanos en pruebas como el SAT o el LSAT, pronto será visto como “el modelo más tonto que jamás volveremos a usar”. La quinta versión, en cambio, apunta a un salto radical, aunque ha sufrido grandes críticas.
Altman llega más lejos: predice que antes de 2027 una IA podría protagonizar un descubrimiento científico de alcance mundial. La superinteligencia, entendida como un sistema capaz de dirigir OpenAI mejor que sus propios responsables, empieza a perfilarse como una posibilidad tangible, no como ciencia ficción.
La frase más dura de Altman resuena como un eco incómodo, y que, lógicamente, ha ocupado titulares en las principales cabeceras y periódicos. "Un niño que nazca hoy nunca será más inteligente que la IA", afirma. Y no le falta razón. Las próximas generaciones crecerán con la máquina como estándar, viendo como algo arcaico cualquier herramienta menos capaz que ellas.
En el terreno laboral, admite que muchos trabajos desaparecerán, pero insiste en el potencial creativo de la era que se abre: nunca ha habido un momento mejor para emprender, incluso para que una empresa formada por una sola persona alcance el valor de mil millones de dólares.
La salud es otro de los grandes horizontes. Altman imagina un futuro en el que podamos pedir a un hipotético GPT-8 que diseñe una cura para un cáncer concreto, llevando a cabo todo el proceso de investigación y validación clínica. Pero no todo es promesa. Altman admite que construir la IA es el proyecto de infraestructura más ambicioso y caro de la historia, limitado por energía y escasez de chips. También reconoce errores: el mayor problema de ChatGPT hasta la fecha no ha sido la bioseguridad, sino su tendencia a halagar en exceso a los usuarios vulnerables, alimentando delirios. Ese detalle, aparentemente menor, evidencia lo delicado del terreno que pisamos.
Por eso defiende un nuevo contrato social. La IA, dice, es un nuevo andamio sobre el que levantar la civilización, y la única forma de no quedarse atrás es usarla. “Simplemente usa las herramientas”, aconseja, convencido de que estamos ante una oportunidad irrepetible para reinventar el futuro.















