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Sam Altman, CEO de OpenAI, lo confirma: 'Con la IA gente debería replantearse su propósito en la vida'

El fundador de OpenAI insiste en que la inteligencia artificial plantea no solo retos técnicos, sino también dilemas filosóficos para la humanidad.
Sam Altman, CEO de OpenAI, lo confirma: 'Con la IA gente debería replantearse su propósito en la vida'
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Actualizado: 7:31 31/7/2025
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Pocas figuras del panorama tecnológico actual muestran un entusiasmo tan constante por la inteligencia artificial como Sam Altman. El CEO de OpenAI ha defendido, en numerosas ocasiones y foros, que herramientas como ChatGPT cambiarán el mundo tal y como lo conocemos. Y no precisamente dentro de cien años, sino más pronto de lo que nos gustaría reconocer.

Según él, la IA no solo aliviará la carga laboral -a riesgo de destruir profesiones enteras- sino que eliminará la necesidad de trabajar, de acudir a médicos humanos e incluso permitirá —así lo ha dicho sin sonrojarse— que cualquiera pueda convertirse en un genio. Como si se tratara de pulsar un interruptor.

Pero entre tanta promesa de futuro brillante, de vez en cuando se cuela una grieta. Una fisura sutil, casi involuntaria, que revela que ni siquiera Altman parece tener todas las respuestas. En una de sus últimas declaraciones, el fundador de OpenAI lanzó una reflexión que, lejos de sonar técnica, golpea en lo profundo: ¿Qué sentido tendrá la vida cuando la inteligencia artificial lo haga todo por nosotros?

Sam Altman y el dilema existencial de la inteligencia artificial: ¿qué haremos cuando lo haga todo?

La pregunta no es menor. Y, aunque parezca sacada de una novela distópica, apunta a uno de los debates más incómodos del presente: si la IA termina por asumir buena parte de nuestras funciones productivas, ¿qué quedará para nosotros? ¿Cómo llenaremos nuestros días si desaparece la necesidad de trabajar, aprender o incluso crear?

Sam Altman y OpenAI

Altman lo plantea sin rodeos. Si las máquinas se convierten en el músculo y el cerebro del mundo, los humanos necesitaremos "nuevas razones para levantarnos por la mañana". Así, sin más. Lo que puede parecer una frase inspiradora, en realidad esconde una inquietud mucho más compleja: el sentido de propósito, esa brújula invisible que guía nuestras vidas, podría tambalearse en un futuro cercano.

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La psicología lleva décadas advirtiéndolo: el trabajo —más allá del salario o el estatus— estructura nuestras vidas, aporta dirección y sostiene buena parte de nuestra salud mental. ¿Qué pasa cuando desaparece esa columna vertebral? ¿Estamos preparados para una sociedad de millones de personas sin una ocupación clara?

Para Altman, la respuesta podría estar en un nuevo tipo de humanismo. Uno que valore precisamente aquello que la IA aún no puede replicar: la empatía, la intuición, la contemplación o el amor. Es decir, aquello que nos hace profundamente humanos. Pero incluso eso está en entredicho: ¿cuánto tardará la IA en imitar también esas cualidades?

La psicología afirma que el trabajo nos aporta estructura y propósito: ¿qué pasará si la IA lo destruye?

Lo cierto es que, con sus aciertos y sus vacíos, Altman toca un nervio sensible. Mientras las universidades siguen formando estudiantes para trabajos que, quizás, no existirán dentro de una década, la tecnología avanza. Y lo hace a un ritmo vertiginoso. En este contexto, detenernos a reflexionar ya no es opcional: es urgente.

Porque más allá de que Altman tenga o no razón, la pregunta que flota en el aire sigue siendo la misma, inquietante y sin respuesta clara: ¿la IA será nuestra mayor aliada o el mayor problema de nuestro tiempo? Quizá —como suele ocurrir con todo lo verdaderamente revolucionario— será un poco de ambas cosas.

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