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Ni jornada reducida ni conciliación familiar: alarma por la cultura del 996, la jornada laboral china que puede llegar a España

Trabajar de 9 de la mañana a 9 de la noche, seis días a la semana, se ha convertido en una práctica habitual dentro de los competitivos sectores tecnológicos.
Ni jornada reducida ni conciliación familiar: alarma por la cultura del 996, la jornada laboral china que puede llegar a España
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Actualizado: 12:00 4/11/2025
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El llamado modelo ‘996’ no es una simple fórmula numérica: es la representación de una cultura laboral llevada al extremo. Su nombre proviene de un horario que se ha hecho tristemente célebre en las empresas tecnológicas chinas: trabajar de nueve de la mañana a nueve de la noche, seis días a la semana.

En total, 72 horas de trabajo semanales que, aunque fueron declaradas ilegales por el Tribunal Supremo de China hace ya cuatro años, siguen inspirando a ciertas compañías de Silicon Valley, que observan con curiosidad -y cierta admiración- este modelo de productividad sin descanso en un país con una gran economía sumergida.

Ni conciliación ni descanso: crece la preocupación por el modelo laboral ‘996’ que arrasa en China

Detrás de esas cifras hay una ecuación que roza lo inhumano: doce horas diarias dedicadas al empleo, dejando apenas tiempo para dormir y poco o nada para vivir. Si una persona descansara las ocho horas recomendadas, pasaría trabajando el 62% del tiempo que permanece despierta. El mensaje detrás del sistema es claro y brutal: “trabaja más y obtendrás mejores resultados”. Pero la realidad, como revela la evidencia científica, es otra muy distinta.

Jornada laboral

Un estudio publicado en Nature explica que la cultura laboral del 996 y la sobrecarga crónica de trabajo incrementan el malestar psicológico entre los jóvenes profesionales chinos. El síndrome del burnout, la falta de satisfacción laboral y la escasa sensación de progreso profesional acaban generando un efecto dominó que deteriora tanto la salud mental como el rendimiento de los empleados.

Las diferencias generacionales también juegan su papel. Mientras la Generación X o los baby boomers valoran el trabajo como una forma de contribuir al país y sostener a la familia, la Generación Z -nacida entre 1995 y 2012- concibe el empleo como una vía de desarrollo personal. Para ellos, la prioridad no es “sacrificarse por la empresa”, sino encontrar un equilibrio entre la vida laboral y la privada. Buscan flexibilidad, crecimiento y un salario justo, y es precisamente esa expectativa lo que los hace más vulnerables al agotamiento mental cuando el sistema no cumple sus promesas.

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En España, el debate en torno al modelo ‘996’ adquiere un matiz propio, vinculado a la persistente tensión entre la productividad y la economía sumergida. Aunque el país no vive una cultura laboral tan extrema como la china, la realidad de los falsos autónomos, las horas extras no declaradas y la precariedad en determinados sectores dibuja un escenario que, en algunos casos, se le aproxima. El problema no radica solo en las largas jornadas, sino en la falta de registro y transparencia: según distintos informes económicos, millones de horas de trabajo quedan fuera de control fiscal cada semana.

Este fenómeno alimenta una economía sumergida que supera el 20% del PIB, dificultando la implantación real de medidas de conciliación y reducciones de jornada. En ese contexto, la discusión sobre la jornada de cuatro días o la flexibilidad laboral se enfrenta a una contradicción de fondo: ¿puede un país aspirar a un modelo laboral sostenible si buena parte de su actividad sigue oculta?

Doce horas diarias dedicadas al empleo, dejando apenas tiempo para dormir y poco o nada para vivir

Aunque el 996 fue prohibido oficialmente, la realidad es más gris. Según Reuters, muchas empresas chinas siguen imponiendo jornadas interminables, amparadas en la falta de aplicación de la ley y en unos salarios mínimos que obligan a los empleados a aceptar condiciones abusivas. En cualquier caso, algo está cambiando: cada vez más compañías comienzan a mirar hacia los modelos laborales europeos, apostando por horarios más razonables y por un bienestar que, lejos de ser un lujo, se ha convertido en el nuevo motor de la productividad.

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