Europa no deja de hacer el ridículo en la Inteligencia Artificial (IA). En la vertiginosa carrera por el dominio de la IA, la Unión Europea (UE) y España están haciendo frente a un buen número de desafíos y contratiempos que las sitúan en una posición rezagada respecto a Estados Unidos (OpenAI, entre muchos otros ejemplos) y China (DeepSeek). Esta brecha tecnológica, en un mercado lleno de vaivenes comerciales y económicos, no solo compromete la competitividad económica del continente, sino que también plantea interrogantes sobre su influencia en la configuración del futuro digital global.
La inteligencia artificial en Europa: talento de sobra, pero falta de inversión con respecto a Estados Unidos y China
Un informe del Tribunal de Cuentas de la UE destaca que, entre 2018 y 2020, la brecha de inversión en IA entre la UE y Estados Unidos se duplicó, superando los 10.000 millones de euros. Mientras que en 2020 la inversión estadounidense alcanzó los 21.200 millones de euros, la europea se situó en 10.700 millones. Esta disparidad se refleja también en la concesión de patentes: en 2022, la UE y el Reino Unido sumaron apenas el 2,03% de las patentes mundiales en IA, frente al 61,1% de China y el 20,9% de Estados Unidos.
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La fragmentación del mercado de capitales y una cultura inversora conservadora limitan el avance de la IA en Europa. A pesar de contar con talento y recursos financieros, la falta de un enfoque unificado y la burocracia excesiva dificultan la innovación. Además, las diferencias regulatorias entre regiones complican la creación de un mercado único para la IA, algo que estamos viendo que incluso perjudica a los consumidores, que ven cómo los modelos de iPhone estrenan características rompedoras en otras regiones mientras en Europa se capan sus posibilidades.
En respuesta a este desafío, la Comisión Europea, liderada por Ursula von der Leyen, ha propuesto la "Brújula de la Competitividad", un plan con 30 medidas destinadas a revitalizar la competitividad europea. Entre las iniciativas destacan la reducción de la burocracia, la priorización de empresas europeas en contratos públicos y la creación de un fondo para invertir en IA, biotecnología y el sector espacial -esta última una asignatura pendiente, ahora que Elon Musk redobla sus esfuerzos con SpaceX gracias al apoyo de Trump-. Además, se propone la compra conjunta de materias primas esenciales para fortalecer la posición europea frente a proveedores internacionales.
España, aunque parte de la estrategia europea, enfrenta desafíos particulares. Según el AI Index Report de 2024 de la Universidad de Stanford, la demanda de habilidades relacionadas con la IA en el mercado laboral español representó el 1,35% de las ofertas globales en 2023, una cifra notable en comparación con otros países europeos. Desgraciadamente, esta demanda no se traduce necesariamente en una posición de liderazgo en innovación o desarrollo de IA.
La UE y España se encuentran en una encrucijada en la carrera por la inteligencia artificial. Superar el rezago actual requiere una combinación de inversión estratégica, reformas regulatorias y una cultura que fomente la innovación. Solo mediante una acción coordinada y decidida podrán aspirar a cerrar la brecha con Estados Unidos y China, asegurando así su relevancia en el panorama tecnológico global. Parece fácil, pero no lo es.