La historia de Bonnie Blue, la actriz de contenido para adultos británica que se hizo viral por afirmar que se acostó con 1.057 hombres en 12 horas, ha dado un giro mucho más oscuro en Bali. La creadora de contenido, cuyo nombre real es Tia Billinger y tiene 26 años, ha sido detenida en la isla indonesia acusada de vulnerar las estrictas leyes de inmigración y de pornografía del país. Las autoridades la sitúan en el centro de un supuesto rodaje de contenido sexual con turistas, y sobre la mesa está una posible pena de hasta 15 años de cárcel y una multa millonaria, aunque los expertos ven más probable una deportación y su inclusión en la lista negra de Indonesia.
La detención se produjo tras la denuncia de un “ciudadano preocupado” y una redada en un estudio de Badung, uno de los núcleos turísticos de Bali. Allí, la policía e inmigración arrestaron a Bonnie Blue y a tres hombres —dos británicos y un australiano—, incautaron cámaras, material de grabación, anticonceptivos y un vehículo vinculado al rodaje, mientras catorce turistas australianos fueron interrogados como testigos y luego puestos en libertad. Hasta ahora, las autoridades han admitido que no han encontrado pruebas claras de pornografía comercial en las imágenes revisadas, pero sí consideran que el grupo habría trabajado estando solo con visado de turista, lo que ya supone una infracción grave en Indonesia.
Las duras consecuencias de vulnerar las normas en Bali
El contexto legal juega totalmente en su contra. Indonesia, pese a la imagen más relajada de Bali, aplica una ley antipornografía muy estricta que castiga la producción y distribución de contenido sexual con penas que pueden llegar a los 12–15 años de prisión y multas de hasta 6.000 millones de rupias (unos 300.000 euros), especialmente si se considera que hay organización o ánimo de lucro. A esto se suma la posible aplicación de la ley de Información y Transacciones Electrónicas (ITE) si las imágenes se consideran difusión digital, y el hecho de que el caso ha levantado una fuerte indignación local al asociarse Bali con un “tour sexual” para extranjeros. En paralelo, inmigración ya ha adelantado que pedirá su deportación y una prohibición de entrada durante al menos una década, una respuesta que encaja con otros precedentes de extranjeros expulsados por comportamientos considerados “inmorales” o por abusar del visado.
Su perfil mediático no ayuda a rebajar la tensión. Bonnie Blue saltó a la fama tras proclamar que había mantenido relaciones sexuales con 1.057 hombres en 12 horas, un supuesto récord que ningún organismo oficial ha reconocido y que muchos expertos y usuarios califican de físicamente inverosímil: si se hace la cuenta, son unos 40 segundos por persona, sin contar pausas, hidratación o simple agotamiento. A esa “hazaña” se han sumado otras polémicas: tours en los que invitaba a chicos de 18–19 años a tener sexo con ella a cambio de figurar en sus vídeos, un fallido evento tipo “zoo de mascotas” con hasta 2.000 hombres y vetos migratorios previos en Australia y Fiyi por trabajar sin los permisos adecuados.
Una creadora que genera rechazo y defensa a partes iguales
Su figura divide incluso dentro del debate sobre trabajo sexual. Para algunos, es simplemente una creadora de contenido que ha llevado la lógica del clickbait al extremo y que se ha convertido en chivo expiatorio perfecto para un país con leyes muy conservadoras. Para otros, sus prácticas cruzan líneas éticas claras: se le acusa de aprovecharse de hombres muy jóvenes, de romantizar la explotación bajo el disfraz de “liberación sexual” y de alimentar una visión profundamente misógina de la mujer como objeto sexual inagotable. El propio eco mediático de sus “récords” y de sus apariciones en televisión y pódcasts ha reforzado esa imagen polarizada.
A corto plazo, lo más probable es que el caso no termine en un largo juicio ejemplarizante, sino en una expulsión rápida y un castigo económico y reputacional notable: deportada, vetada al menos diez años y convertida en símbolo de hasta dónde puede chocar la industria global del porno amateur con marcos legales profundamente conservadores.
