Titán, la gran luna anaranjada de Saturno, acaba de volverse todavía más interesante. Bajo una superficie a unos –180 ºC, cubierta de lagos de metano y nubes de hidrocarburos, un nuevo estudio plantea que podrían existir bolsas de agua dulce líquida a temperaturas templadas, incluso cercanas a los 20 ºC. Es decir, pequeños oasis escondidos en el hielo donde, al menos sobre el papel, las condiciones serían compatibles con algún tipo de vida microbiana.
Hasta ahora, la imagen estándar era la de un océano global de agua salada oculto bajo la corteza helada. El trabajo, publicado en Nature y liderado por un equipo del JPL de la NASA, revisa esa idea a partir de los datos de la misión Cassini. Al analizar cómo se deforma Titán bajo el tirón gravitatorio de Saturno y el ligero desfase entre esa “marea” y la respuesta física de la luna, los investigadores concluyen que el interior no se comporta como un océano libre, sino como una especie de mezcla densa de hielo, barro helado y agua atrapada en compartimentos.
Fricción de marea y “acueductos” ocultos
La clave está en la fricción de marea. Cada vuelta alrededor de Saturno estira y comprime a Titán como si fuera una pelota de goma muy rígida. Ese amasado constante genera calor en el interior, que puede quedar atrapado en determinadas zonas y mantener el agua líquida a temperaturas mucho más altas de lo que permitiría el clima superficial. En lugar de un océano profundo y uniforme, el modelo sugiere un entramado de “acueductos árticos” gigantes, con lentes de agua líquida moviéndose lentamente dentro del hielo a lo largo de miles o millones de años.
Paradójicamente, eso no reduce las opciones de encontrar vida, sino que podría aumentarlas. En un océano global, los nutrientes tienden a diluirse; en cambio, en bolsas localizadas es más fácil que se concentren sales, compuestos orgánicos y fuentes de energía química. Además, los autores plantean que estas bolsas serían de agua relativamente dulce, menos extrema que el agua salobre de otros mundos oceánicos, lo que ampliaría la ventana de posibles organismos. Y el movimiento lento de estos reservorios a través del hielo facilitaría el intercambio entre la superficie rica en moléculas orgánicas y el interior, manteniendo activo el ciclo de elementos esenciales durante mucho tiempo.
La física del agua en condiciones extremas
Detrás del nuevo modelo está también la física del agua en condiciones extremas. El equipo de Flavio Petricca ha utilizado las señales de radio de Cassini para reconstruir la estructura interna, mientras que laboratorios especializados en hielos de alta presión han ido delimitando cómo se comporta el agua cuando se mezcla con sales, barro y hielo a enormes presiones. El resultado es un Titán menos “mar abierto” y más esponja gelificada, con canales y charcos ocultos donde la química podría salirse de la rutina.
Todo esto llega en el momento perfecto para Dragonfly, la misión de la NASA que tiene previsto despegar en 2028. Este dron-helicóptero, del tamaño aproximado de un coche pequeño, volará de un punto a otro de Titán analizando su superficie, su atmósfera y sus compuestos orgánicos. Saber que puede haber acuíferos templados bajo el hielo ayuda a priorizar zonas donde la superficie y el interior estén mejor conectados: cráteres, fracturas, regiones donde el hielo se haya deformado o calentado en el pasado.















