El 28 de abril de 2025, la península ibérica quedó sumida en la oscuridad en uno de los apagones más graves de su historia reciente, revelando de forma abrupta la extrema fragilidad de las redes eléctricas interconectadas ante perturbaciones súbitas.
Desde el colapso masivo del noreste de Estados Unidos en 1965 hasta la desconexión de más de 600 millones de personas en la India en 2012, los grandes apagones han expuesto, una y otra vez, las vulnerabilidades sistémicas de un mundo que depende críticamente del flujo ininterrumpido de electricidad.
El Gran Apagón del Noreste en 1965
Lo cierto es que a lo largo del último siglo, los apagones eléctricos de gran magnitud han dejado una huella indeleble en la memoria colectiva de diferentes regiones del mundo, mostrando con crudeza la dependencia moderna del suministro energético. Uno de los primeros ejemplos paradigmáticos fue el Gran Apagón del Noreste en 1965, que afectó a unos 30 millones de personas entre Estados Unidos y Canadá.

Originado por una simple desconexión de una línea de 230 kV en Ontario, este fallo expuso cómo pequeños errores en sistemas de control y automatización podían, en cuestión de minutos, escalar en un efecto cascada que derrumbara redes interconectadas de vasto alcance. Investigaciones posteriores, como las realizadas por el "U.S. Federal Power Commission", pusieron en evidencia la carencia de protocolos de respuesta rápida ante descompensaciones de carga, motivando el rediseño de estándares internacionales en materia de protecciones eléctricas.
El apagón de Nueva York en 1977
El caso del apagón de Nueva York en 1977, aunque de menor área afectada, resulta fundamental por el impacto social que tuvo: más de 9 millones de habitantes quedaron a oscuras durante 25 horas, y la violencia urbana se intensificó hasta niveles que sobrepasaron los mecanismos policiales de contención. A diferencia de otros apagones motivados por fallos puramente técnicos, este tuvo como desencadenante una combinación de impactos de rayos en líneas de transmisión y una descoordinación crítica en el sistema de reacción de la compañía ConEdison.

La falta de flexibilidad en el aislamiento de zonas afectadas provocó que toda la ciudad colapsara energéticamente, ilustrando de manera dramática la relación directa entre infraestructura crítica y estabilidad social, un fenómeno extensamente analizado en informes de la época por la "New York State Emergency Control Board".
La tormenta solar de 1989
Quizá el fenómeno geofísico más impactante que haya generado un colapso eléctrico a gran escala fue la tormenta solar de 1989 que afectó a Quebec. En apenas 92 segundos, la saturación magnética inducida en la corteza terrestre hizo que el sistema de protección de Hydro-Québec interpretara falsamente un exceso de corriente, desconectando toda la red de transmisión y dejando a 7 millones de canadienses en completa oscuridad.

Este evento, documentado por la "North American Electric Reliability Corporation" (NERC), evidenció la vulnerabilidad inédita de los transformadores a corrientes geomagnéticas inducidas (GICs), motivando una transformación en el diseño de redes eléctricas resistentes a perturbaciones espaciales, lo que se tradujo en nuevos marcos de referencia para proteger infraestructuras críticas ante fenómenos naturales extremos.
El apagón del sur de Brasil de 1999
Avanzando a finales del siglo XX, el apagón del sur de Brasil de 1999 se distinguió por el volumen humano afectado: cerca de 75 millones de personas perdieron el suministro eléctrico en lo que fue un colapso por fallo de transmisión que impactó simultáneamente a varias centrales hidroeléctricas, incluida Itaipú, una de las más grandes del mundo.

Lo que comenzó como la caída de un solo componente (una subestación alcanzada por un rayo) terminó propagándose por una insuficiencia de coordinación en la red nacional, provocando un fenómeno de desconexión en cascada. Expertos brasileños e internacionales, como los del "Operador Nacional do Sistema Elétrico" (ONS), concluyeron que la falta de redundancia en las redes de alta tensión fue un factor determinante en la catástrofe.
El apagón del noreste de Estados Unidos y parte de Canadá en 2003
Un hito particularmente notable fue el apagón del noreste de Estados Unidos y parte de Canadá en 2003, que afectó a 50 millones de personas en una de las mayores interrupciones de suministro jamás registradas en Norteamérica. Investigaciones conjuntas de la "U.S.-Canada Power System Outage Task Force" determinaron que la raíz del problema residió en una serie de errores de mantenimiento en Ohio: vegetación sin podar que provocó contactos con líneas de alta tensión, combinada con software de alarma defectuoso en el centro de control.

La ausencia de alertas oportunas impidió que los operadores detectaran el inicio de la sobrecarga, permitiendo que la inestabilidad eléctrica se propagara sin control. Este apagón impulsó cambios regulatorios en ambos países, marcando el inicio de políticas de "compliance" obligatorias para los operadores de redes eléctricas.
El apagón de la India en julio de 2012
Otro apagón histórico fue el de la India en julio de 2012, el mayor jamás registrado por población afectada: cerca de 620 millones de personas quedaron sin electricidad. Aquí no hubo un desencadenante puntual como un rayo o un fallo aislado, sino un colapso sistémico provocado por la combinación de factores estructurales: sobrecarga crónica de las redes, retrasos en los monzones que redujeron la generación hidroeléctrica, y extracciones ilegales de energía por parte de estados federados.

Documentos del "Central Electricity Authority" de la India concluyeron que el modelo de transmisión del país, basado en una infraestructura fragmentada y poco coordinada, fue incapaz de soportar desequilibrios dinámicos de carga, dejando al descubierto la necesidad de reformar radicalmente la arquitectura energética de la segunda nación más poblada del planeta.
El apagón de Argentina e Uruguay en 2019
En América Latina, el apagón simultáneo que afectó a Argentina y Uruguay el 16 de junio de 2019 evidenció cómo la alta interdependencia de redes puede transformarse en vulnerabilidad en caso de fallos simultáneos. Originado en la represa de Yacyretá debido a trabajos de mantenimiento que no fueron acompañados de configuraciones de respaldo adecuadas, el corte dejó a unos 48 millones de personas sin servicio durante varias horas, paralizando desde hospitales hasta sistemas de transporte masivo.

Informes de la empresa "Transener" y del "Ente Nacional Regulador de la Electricidad" (ENRE) de Argentina subrayaron que el exceso de concentración de la infraestructura crítica en unos pocos corredores eléctricos constituyó un riesgo sistémico subestimado durante años, revelando la urgente necesidad de diversificación y modernización de redes.
El apagón nacional de Venezuela en marzo de 2019
Uno de los fenómenos más polémicos en la historia reciente fue el apagón nacional de Venezuela en marzo de 2019. Mientras el gobierno atribuía la causa a un supuesto "sabotaje electromagnético" a la represa de Guri, organismos independientes como el "Observatorio Venezolano de Servicios Públicos" argumentaron que la verdadera razón residía en la desinversión crónica, la falta de mantenimiento y la obsolescencia de los sistemas de control.

La interrupción del suministro eléctrico durante días enteros provocó una emergencia humanitaria sin precedentes: hospitales colapsados, desabastecimiento de agua potable y parálisis casi total del transporte y las telecomunicaciones, generando un impacto social que se prolongó durante meses.
El apagón de Pakistán de enero de 2021
El apagón nacional de Pakistán de enero de 2021, que afectó a unos 200 millones de habitantes, presentó una configuración técnica singular: la caída general de frecuencia en el sistema, desencadenada desde una central térmica en Guddu, fue tan súbita que todos los mecanismos de protección automática desconectaron simultáneamente las principales plantas y líneas de transmisión.

Este evento, detallado en informes del "Ministerio de Energía de Pakistán", evidenció una fragilidad estructural alarmante en la red nacional, incapaz de tolerar perturbaciones de alta frecuencia, y aceleró los debates sobre la modernización del sistema eléctrico pakistaní bajo esquemas de resiliencia adaptativa.
Finalmente, no puede pasarse por alto el impacto psicológico y sociopolítico que grandes apagones han tenido en las sociedades modernas. Más allá de la pérdida económica inmediata, eventos como los de Nueva York 1977, India 2012 o Venezuela 2019 muestran que el colapso eléctrico puede erosionar gravemente la confianza ciudadana en las instituciones y desencadenar crisis sociales de gran escala.